“La cámara lo amaba”

John Kennedy fue el primer presidente mediático de EE. UU. Su juventud, carisma y el glamour familiar fueron multiplicados por la televisión y despertaron admiración en su país y el mundo. Su muerte y la de su asesino fueron en tevé.

PEER Meinert

DPA

La corta vida de John Fitzgerald Kennedy siempre fue televisada. Desde su misión en la Segunda Guerra Mundial, pasando por las elecciones de 1960 y hasta que su cráneo estalló un soleado día de noviembre en Dallas.

El dinero y la visión de su padre Joe crearon una superestrella convertida ahora, 50 años después de su asesinato, en una leyenda agrandada por el paso del tiempo y por su temprana y trágica muerte.

“Joe fue un publicista para su hijo”, afirma a la agencia DPA Rafael Lima, profesor de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Miami.

Fue su padre, que prosperó en la industria de Hollywood, el que contrató a un “coach” que enseñó a JFK a proyectar la voz y a hablar en público y a fotógrafos que lo presentaron como un heroico soldado guapo y joven en la Segunda Guerra Mundial cuando se postuló al Senado.

La imagen, el carisma y la telegenia de Kennedy no fueron tan innatos, aunque sí la juventud y belleza con las que conquistó a los estadounidenses a través de la televisión, convertida en nuevo medio de comunicación masiva cuando en 1960 ganó en las elecciones a un Richard Nixon que lo superaba en experiencia y en bagaje político. La televisión era entonces como ahora más glamour que contenido.

La cámara lo elevó y ya nunca soltó al presidente más joven de la historia de los Estados Unidos durante los casi tres años de mandato. “Fue el primer presidente televisado”, afirma Lima sobre Kennedy, que no sólo transmitió en directo sus ruedas de prensa (la primera, el 25 de enero de 1961, fue vista por 65 millones de espectadores), sino también su propia vida familiar, con la que soñaban millones de estadounidenses.

Fue Kennedy el primero en abrir las puertas de la Casa Blanca, el idílico Camelot. La elegante y refinada Jackie y los adorables Caroline y John-John correteando por el Despacho Oval le ayudaron tanto a ganar y consolidar votos como cualquier arenga anticomunista en un momento en el que el triunfo del capitalismo no parecía tan claro.

Meses antes de su muerte conquistó también Europa. “No creo que sea inapropiado presentarme a esta audiencia. Soy el hombre que ha acompañado a Jacqueline Kennedy a París”, dijo en una rueda de prensa en Francia ganándose al público y periodistas con su simpatía. En un Berlín dividido ya por el Muro lo haría con un emotivo discurso que cerró proclamando en alemán: “Soy un berlinés”.

“Fue una presidencia de imágenes. Kennedy era muy visual, muy guapo, su esposa también, sus hijos eran unos bebés lindos y tiernos, eran imágenes muy potentes”, apunta Lima. “La cámara adoraba a los Kennedy”, asegura el profesor.

Las idílicas escenas de la familia han prevalecido por encima de las del 22 de noviembre de 1963 en Dallas. Las imágenes de aquel día rodadas por Abraham Zapruder con una cámara Super 8 convirtieron el asesinato de Kennedy en el primer magnicidio televisado de la historia.

Pero “nunca quedó la imagen de Kennedy con ese balazo tan feo, con su cráneo desbaratado. La imagen que quedó de Kennedy fue en su yate, con Jackie y sus hijos”, explica Lima.

Hasta el asesinato de su verdugo, Lee Harvey Oswald, fue televisado.

Una vida de película que también se reflejó en la gran pantalla de Hollywood más allá del “Happy Birthday, Mr. President” que le dedicó Marilyn Monroe. El filme “PT 109” (1963) retrató su heroísmo en la Segunda Guerra Mundial. La más famosa de las películas sobre él quizás sea en la que no aparece, “JFK” (1991), con la que el director Oliver Stone alimentó las teorías conspirativas que acompañan la icónica y mediática figura de Kennedy.


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