La cuarentena y los interrogantes de la economía

El confinamiento se extiende, y el daño potencial sobre la economía crece. En un marco incierto, surgen una serie de interrogantes respecto a la gestión de la crisis.

Tal como es propio de la era posmoderna, el debate en relación a la economía y la pandemia, presenta infinidad de ribetesn y matices. Existe no obstante, un punto de consenso generalizado: las cosas ya no serán iguales una vez controlado el virus.
Muchos especialistas intentan trazar similitudes con las crisis más grandes que ha atravezado el sistema capitalista. Las primeras dos que saltan a la vista, son el crack financiero en la década del ‘30 durante el Siglo pasado, o la crisis subprime de 2009. Tal vez pueda imaginarse que las secuelas económicas serán similares, y respaldar la afirmación con datos. Sin embargo, hay una diferencia sustancial entre aquellas ocasiones y la crisis provocada por el Covid 19. En las mencionadas debacles, el colapso nació en las finanzas globales, se trasladó más tarde a la aconomía real, y trastocó luego la calidad de vida de millones de personas.
Esta vez en cambio, el origen de la crisis es bacteriológico. Lo primero que golpea el coronavirus, es el bien más preciado de las personas: la salud. La secuencia continúa con los cambios de hábito impuestos por el avance de la enfermedad, la limitación de las libertades individuales, la debacle en las finanzas globales, y el impacto sobre la economía real (que refuerza entonces, el daño sobre la calidad de vida de millones de personas).
Si lo que se desea es trazar un paralelo, en verdad luce más cercano la devastación de las pestes en la antiguedad, o la mortandad resultante de las guerras mundiales. Las postales que llegan desde Italia con catedrales convertidas en morgues comunitarias en las que se amontonan cadáveres, solo guarda similitud con aquellas fotos en blanco y negro de la posguerra. Todo ello, potenciado en la actualidad por la hiperconectividad propia del salto tecnológico.
Las imágenes con calles vacías en las principales urbes del mundo, remiten también a cualquiera de las películas de futuro distópico en las que una invasión zombie acaba con todo atisbo de vida en sociedad, y el pánico a circular se apodera de la población.
Lo inédito, abrupto y cruel del escenario, despoja a los analistas de cualquier tipo de respuesta ante lo desconocido. Por el contrario, surgen más bien una serie de interrogantes profundos, que solo el tiempo podrá saldar con certeza.

Calles vacías. El impacto sobre el nivel de actividad será inexorable.

¿Qué?
¿Qué mundo deberemos enfrentar una vez que la pandemia termine? ¿Qué cosas de la vida que conocemos hasta hoy ya no volverán a ser iguales? ¿Qué cambios sucederán en el sistema económico?
La enormidad del daño que el virus está generando cuando ni si quiera se advierte un horizonte cercano para el final de la pandemia, sugiere que lo que viene por delante, es un cambio profundo.
Todo lo conocido hasta hoy en relación a la forma en que se configura el poder global, quedará puesto en tela de juicio. La irrupción del Covid 19 se dio en el marco de una guerra comercial sin precedentes entre las dos potencias económicas más grandes del mundo. Precisamente, los dos países en los que el virus más golpea. El señor coronavirus no respeta investiduras.
Es por ese mismo motivo, que los liderazgos templados, cobran un valor estratégico de cara al mundo que viene.
Es imposible decir con certeza qué sucederá. De lo que estamos seguros, es que en ambientes inciertos como este, lo que prima sobre cualquier variable, es el instinto de supervivencia. Es decir, marchamos hacia un mundo mucho más proteccionista.
Probablemente también, a uno más concentrado. Es una obviedad, aunque tal vez no siempre advertida por la mayoría: cuando el valor de las acciones de las companías más grandes del mundo toca los pisos que ha visitado en las últimas semanas, suceden cambios significativos en la propiedad del capital a nivel global.

¿Cómo?
Está a la vista que cuando se trata de sobrevivir a una crisis universal, los países abandonan la racionalidad del libreto del buen alumno, y dejan la corrección fiscal y monetaria de lado. EEUU vuelve a demostrarlo al igual que en 2009: si es necesario, se inyecta liquidez con tasas ‘casi cero’ y asistencia a los bancos para financiar la crisis.
Pese a la dinámica que atraviesa el país en cuanto sus propios avatares económicos, Argentina no será la excepción. La decisión del gobierno es expandir el gasto todo lo que haga falta hasta que pase lo peor de la etapa de trasmisión del virus.
La desición llega en un escenario donde el crédito internacional está vedado, y donde se impone una reducción (al menos temporal) en la presión fiscal sobre las empresas que serán devastadas por el parate de la cuarentena. No hace falta pensar demasiado para advertir que el gasto extra será financiado con emisión monetaria.

Cambio. El escenario que esperaba el Ministro se modificó.


La imposibilidad de circular y gastar que pesa sobre la población, hacen que la velocidad de circulación del dinero se reduzca a valores mínimos. Pero a ello se suma la recesión que hace dos años pesa sobre la economía vernácula, el cepo cambiario que impide refugiarse en el dólar, y la reducción del gasto propia del encierro.
Por todo ello, la mayoría de los especialistas cree que la mayor emisión, no significará esta vez un salto inflacionario. Lo afirman incluso aquellos que hasta ayer endilgaban solo a la emisión, como la responsable del avance de los precios. Hasta las bases del monetarismo han sido socavadas por la pandemia.
Lo que está claro, es que no hay lugar para racionalidades, en medio de la irracionalidad del daño que genera el virus. Ya llegará la hora de lidiar con los resultados. Será el momento también de evitar el enamoramiento con las medidas temporales fabricadas para paliar la crisis. Discusiones que llegarán tarde o temprano.

¿Cuándo?
¿Hasta cuándo habrá que permanecer encerrado? ¿Cuándo se podrá volver a trabajar? ¿Cuándo se podrán volver a levantar las persianas?
Existe una relación directa entre la duración del confinamiento obligatorio, y el daño que recibirá la economía, en el país y en el mundo.
Cada día extra de cuarentena agrava el riesgo en relación al cierre potencial de cientos de pymes, a la pérdida de miles de puestos de trabajo y a la desaparición definitiva de ciertos sectores íntimamente ligados a la concentración de gente. Definido que en Argentina las restricciones se extenderán al menos hasta el 13 de abril, el otro interrogante es si será suficiente, sabiendo que esa decisión no depende de ningún resorte económico, sino de los resultados obtenidos a nivel sanitario.

¿Cuánto?
¿De qué magnitud será el daño económico una vez que finalice la pandemia?
No existen aún datos certeros respecto a la economía desde la irrupción de coronavirus. Apenas se conocen los primeros indicadores referidos a los meses de febrero y marzo. Comienzan a aparecer no obstante, las primeras proyecciones respecto al posible daño que padecerá la economía en el país y el mundo.
Las proyecciones previas a la aparición del Covid 19, ya anticipaban una baja de al menos 2% en el Producto Bruto Interno (PBI) argentino para el año 2020. A esa caída propia de la dinámica local, habrá que sumar ahora el impacto de la cuarentena.
Un informe publicado por la consultora Invecq, traza los posibles escenarios en cuanto a la caída potencial, a medida que se extienda el confinamiento obligatorio. Los resultados se resumen en el gráfico que acompaña la nota, donde la altura indica el nivel de caída en el PBI, el eje horizontal muestra la magnitud del impacto, y la profundidad representa la extensión de la cuarentena.


El informe establece que si la cuarentena no se extendiera más allá del 31 de marzo, la caída adicional del PBI se ubicaría entre el 0,7% y el 1,2%. Significa que la caída total en 2020 sería de entre el 2,7 y el 3,2%. Ese escenario ya está descartado.
Si en cambio la extensión del confinamiento fuera de 30 días (hasta el 19 de abril), el daño extra sobre el PBI podría llegar al 3%, lo que eleva la caída total en 2020 al 5%.
En el extremo, si la cuarentena llegara a extenderse por 6 meses (lo cual parece imposible en la práctica), el impacto sería de una magnitud nunca antes visto en Argentina, y la baja extra en el PBI sería del 18%, generando un recorte total del 20% en el PBI para el presente año.
La conclusión inequívoca, es que la mejor estrategia posible sería una cuarentena casi total y lo más corta posible, limitando al extremo la posibilidad de transmisión del virus, y generando al mismo tiempo el menor daño posible a la economía.
Más que nunca, la responsabilidad individual para respetar las pautas del confinamiento, determina el éxito del conjunto de la sociedad. Sin conciencia civil, no habrá esta vez político a quien echarle la culpa de la debacle, una vez que las consecuencias sobre la economía se manifiesten en toda su magnitud.

En números

3%
Sería la caída extra en el PBI si la cuarentena se extiende por un mes. La baja total en 2020 llegaría al 5%.
80%
Lo que según los especialistas podría llegar a crecer la base monetaria durante 2020, a raíz de la emisión necesaria para paliar la crisis.

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