La inflación y el fantasma de Moreno

En medio de la ardua tarea de luchar contra la pandemia y sus negativas consecuencias, al gobierno le emerge otro serio problema que afecta cíclicamente a la economía argentina: una importante aceleración de la inflación. Para colmo, en el oficialismo parece ganar terreno la visión de aplicar viejos “remedios” de intervencionismo estatal discrecional y arbitrario que ya fracasaron en el pasado.

El 4,8% de aumento del índice de precios en marzo complica la estrategia gradualista del ministro Martín Guzmán para solucionar uno de los mayores flagelos de la economía, ya que distorsiona cualquier intento de llevar adelante un plan económico coherente y articulado. La inflación del primer trimestre acumula casi 13% y un 42,6% interanual, empinando mucho la cuesta para lograr la meta del 29% fijada en el presupuesto. El ministro esperaba que a partir de abril se desacelerara la tendencia, pero los expertos creen que el “efecto arrastre” complicará el objetivo. Y se vienen aumentos en los servicios públicos y combustibles, lo que dificultará además el objetivo de mantener un “techo” cercano al 30% a las paritarias salariales, que arrancan este trimestre.

Erosionar la autoridad del ministro e insistir en recetas autoritarias y probadamente ineficaces contra la inflación es sólo una forma segura para volver a otro ciclo de decrecimiento, inestabilidad y aumento de pobreza

La dinámica inflacionaria es la más elevada en lo que va de la administración Fernández y muchos economistas la comparan con los valores del primer trimestre de 1991, con hiperinflación, poco tiempo antes del comienzo de la convertibilidad.

Si el escenario ya es preocupante de por sí, en el seno del gobierno comenzó una abierta puja por los ajustes necesarios para frenar la escalada. Como en el resto de las decisiones, el ala más cercana a Cristina Fernández cuestiona abiertamente la estrategia de contener la emisión monetaria y el gasto de Guzmán, mientras éste negocia con el Club de París y el FMI para solucionar el problema de la deuda, que traba el financiamiento externo.

La receta parece sacada del manual de la nefasta gestión del secretario de Comercio kirchnerista, Guillermo Moreno: suba de retenciones, control de las exportaciones, mayor vigilancia de Precios Cuidados y Precios Máximos con la Afip e intendentes, aplicación de Ley de Góndolas y de Abastecimiento, límite a la suba de servicios y valor atrasado del dólar. Funcionarios de este sector, como la actual secretaria de Comercio Interior, Paula Español, amenazaron directamente a los ganaderos con suspender envíos de carne al exterior, a raíz del aumento en los cortes locales.

Los resultados de este “morenismo” en economía ya se conocen: disminución de la producción pecuaria, menor ingreso de divisas, escasez de productos y precios cuidados para pocos (sólo están en grande supermercados donde compra el 30% de la población), retracción de la inversión empresaria, maniobras elusivas con el envasado de productos y mayor tensión cambiaria. Las iniciativas como los mercados barriales de frutas y verduras son valiosas a nivel micro, pero no mueven el amperímetro de la macroeconomía. Además, la discrecionalidad de los controles favorece los negocios espurios y la corrupción.

A diferencia de Guzmán, que pese a su formación heterodoxa sabe que los equilibrios macroeconómicos y del sector público, evitando los desbordes monetarios, son inevitables para un plan sustentable y creíble, el kirchnerismo duro desdeña la responsabilidad fiscal y cree que sólo el control implacable sobre empresarios, que a su juicio hacen subir los precios por mera especulación y ambición desmedida, moderará los precios.

Este marco de desconfianza, descoordinación y abierta puja en el gobierno no hace sino agregar incertidumbre al futuro, en momentos en que los efectos productivos y sociales de las nuevas restricciones por la pandemia pondrán más presión sobre el gasto público.

Erosionar la autoridad del ministro e insistir en recetas autoritarias y probadamente ineficaces es sólo una forma segura para volver a otro de los ciclos de decrecimiento, inflación y aumento de pobreza a los que desgraciadamente nos tiene acostumbrados en las últimas décadas nuestro país.


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