De ramos generales y familia: la huella de Salvador Chidiak habla de historia en San Martín de los Andes

El comerciante se instaló en el pueblo seis años después de su fundación. La casa que habitó con su familia hoy es museo y el comercio que impulsó, también restaurado, sigue abriendo sus puertas para recibir a los vecinos.

La foto antigua muestra el ángulo de la esquina, imponente y firme, revestido en piedra, de espaldas a la montaña. Adentro, las ventanas dejaban ver las estanterías con los productos apilados hasta arriba. Y afuera, un perro lanudo acompañaba a un caballo con recado, que esperaba mientras su dueño hacía las compras. Cual bicicletero o estacionamiento de motos de los actuales, uno de los tres postes colocados en la vía pública servían en aquel tiempo para amarrar las riendas del medio de transporte, tracción a sangre, seguramente para alguien que venía de lejos. Y la luz eléctrica ya circulaba por el tendido, tal como evidencia el cableado que pasaba por la vereda: San Martín de los Andes tenía usina eléctrica desde 1912. Toda esta descripción habla del almacén de ramos generales de Chidiak, fundado en 1910, como decía su cartel en el frente. 

Salvador Chidiak era quien estaba originalmente al frente de ese comercio, inmigrante llegado desde El Líbano, apenas comenzaba el 1900. Su familia lo siguió en 1910, como ocurría habitualmente, cuando él ya estaba instalado. Echó raíces a unos 200 metros del Regimiento, frente a un solar que más tarde sería una de las plazas centrales de la vida del pueblo. Hoy su casa familiar y este almacén de ramos generales se encuentran uno junto a otro, dando testimonio del paso de esa familia por la zona.

Muchos años después, en 2003, ambos inmuebles pasaron a manos de Cotesma, la cooperativa local de telecomunicaciones, que los restauró para ofrecer sus servicios. De hecho, un integrante de la familia participó del primer Consejo de Administración de esa entidad, en la década del ‘60, afirmó el investigador Ricardo Koon.

La casa familiar puede visitarse sólo en días de semana, hasta las 15.30. Permite visitas autoguiadas en inglés y castellano, escaneando códigos QR.

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Según el arquitecto Rene Gingins, entrevistado para el documental que Cotesma produjo para mostrar la vivienda histórica, convertida en museo, ésta contaba con “volúmenes simples y una construcción sencilla, para protegerse lo antes posible, con los elementos que tenían a la mano, que eran en ese momento, la madera”. Levantada por carpinteros chilenos en 1907, su material perduró, original, hasta nuestros días, aunque con una notable inclinación en la estructura, que debieron corregir con hormigón por fuera, varillas roscadas, malacates y criquet. 

Como dueño de casa, de bigote grueso y traje, junto a su esposa, el recuerdo enmarcado de Salvador recibe allí a los visitantes, desde una de las fotos exhibidas. Hay quienes dicen que el negocio tuvo sus comienzos entre esas paredes, para luego trasladarse a la imponente esquina, donde hacían flamear las banderas argentina y libanesa, para las fiestas patrias.

Salvador se casó con Rosa Mahuahd y tuvieron 5 hijos: Jazmín, Zacarías, Manuel Salvador, Enrique y José (Con correcciones enviadas por Mariam Saavedra Chidiak)

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“Los almacenes de ramos generales vendían artículos dispares como azúcar, yerba, bebidas, ropa, calzado, velas, forrajes, algodón, vendas, insecticidas, fuentones, baldes, rastrillos, rebenques, frazadas y veladores”, repasó la periodista y máster en Historia, Ana María Mena en su libro “Historia de una postal”. “Para las compras domésticas se usaba la “libreta del almacenero”, agregó, “donde se anotaban los productos que se retiraban y  pagaban mensualmente. Un comerciante que practicó esa modalidad recordaba que nadie controlaba esas cuentas, porque se sabía que a nadie se le ocurriría anotar un gasto no realizado o modificar la verdad. Eran otros tiempos». 

Sobre ese mismo rubro, María Teresa, nieta del matrimonio pionero, contó en el documental dirigido por Clara Suarez en 2015, que fue la actividad elegida porque “los libaneses descienden de los fenicios, famosos por ser buenos comerciantes, así que Salvador se dedicó a eso, aprovechando las ventajas que esta tierra proveía”. Para abastecerse, se trasladaban hasta Neuquén con bueyes.

Lejos de todo, a las complicaciones por falta de mejores caminos y servicios, se les sumaba la inseguridad. “Todas las noches se escuchaban tiros y al dia siguiente se encontraban que habían matado a un paisano, entonces ellos para protegerse dormían cada noche uno de ellos, debajo del mostrador, con la carabina al lado”, recordó la mujer. 

Después de tanto trabajo, Salvador murió en 1927, sin poder volver a pisar su tierra natal. Y sus hijos formaron la sociedad «Chidiak Hermanos». Los años pasaron hasta que el cambio de propietarios en 2003 le dio nuevos horizontes, con un renovado esplendor.

Tanto el almacén como la vivienda fueron restauradas por decisión de los socios de Cotesma. Foto: Gentileza.

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