Valcheta, mi pueblo

Fundada un 5 de octubre de 1833, la localidad rionegrina cumple en pocos días más 140 años. El escritor Jorge Castañeda le dedica especialmente estas palabras a su “hermoso pueblo”.

Mi pueblo es hermoso. Su valle es un vergel forjado por los pioneros con la pasión de los iluminados.
En el verano todo presagia un paraíso. Lleno de aromas, los ligustros y las acacias saludan al viandante.
Los loros parlanchines se despiden de su hábitat en las altas arboledas para ir a ganarse el sustento cotidiano.

En las riberas, el verde de los espacios recreativos marea como un mar.
Desde el viejo puente ferroviario sobre el arroyo, las paralelas de las vías se juntan en el horizonte.
Más allá la estación entona su tango de adioses y nostalgias.
Algunas abejas liban el néctar de las flores silvestres de las jarillas.


En las chacras linderas el sol madura el milagro de los racimos y las cerezas endulzan el paladar de los vecinos.
Hay esculturas y murales que invitan a la reflexión.


El Bosque Petrificado mira a los visitantes desde esos troncos con más de 60 millones de años.
Las manos sabias de saberes de las artesanas tejedoras de matras van escribiendo en cada una de sus creaciones una parte de su cultura milenaria y su cosmovisión del mundo.


El Museo recibe a los visitantes para contarles la historia de sus pioneros y del pasado geológico y paleontológico de toda la región.


Los platos regionales colmarán los paladares más exigentes en las diferentes casas de comida.
Visitar cada uno de sus parajes será una experiencia inolvidable para conocer las labores del hombre de campo y apreciar en paisaje que tiene cerros, lagunas, estepa y miles de atractivos como las nacientes del arroyo donde tiene su hábitat una especie única en el mundo: la “mojarrita desnuda”.

Es una arcadia bendecida donde la mano de Dios ha sido buena y generosa.
Por eso, en verano, visitar el pueblo será una experiencia inolvidable.
Porque en Valcheta se produce de todo: dulces, miel, nueces, pollos de campo, chivitos, lechones, de todo…

Si el forastero visita Valcheta conocerá a su gente, escuchará a sus cantores, probará sus manjares, beberá el agua de su arroyo y siempre volverá.
Pensando en ello los versos me llegan presurosos y prietos en celdillas iguales. Los recuerdo y no quiero que se me olviden. Me apresuro. Llego a casa y los ordeno como soldaditos en un desfile:
Valcheta bendita:

Los huevos caseros
Que vende Bañares
Dulces “el arroyo”
Sabrosos manjares.

Aceite de oliva
Vinos regionales
Cerezas maduras
Los verdes parrales.

Tomates de Astrada
Lechones locales
Espárragos tiernos
Árboles frutales.

Tus claras acequias
Noches estivales
Valcheta qué lindo
Hermoso tu valle.

Melones redondos
Nueces especiales
Ramitos de albahaca
Floridos rosales.

Chivitos de campo
Ricos animales
Los hornos de barro
Crocantes los panes.

Licores de frutas
Guindados amables
Que dulce la miel
Que dan los panales.

Su verde comarca
De todo a raudales
Valcheta bendita
Caricias de madre.


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