Don Castañeda, el contador de leyendas y gualichos: «En Valcheta hay gente que viaja del mito a la realidad a cada rato»

“Uno lleva adentro el paisaje de la Línea Sur y es muy difícil disimularlo”, expresó en entrevista con RIO NEGRO. Aquí cuenta su historia y ricas anécdotas.

El paisano lo mira desde el caballo, luego se apea y le suelta con curiosidad: “¿Usted es el Castañeda, ese que escribe de la Línea Sur?”. El narrador de historias y leyendas le dice que sí, que es él. La respuesta le llega entonces sin vueltas: “Bueno… no se calle, porque usted es la voz de los que vivimos en la meseta”. El hecho sucedió hace un tiempo en Comallo, cuando el escritor fue a dar una charla en una una escuela. Ayuda a entender lo que significa Jorge Castañeda para los lectores de una región aislada.

Cronista, contador de tierra adentro, observador de la Línea Sur y su querida Valcheta. Poeta, escritor y colaborador de Diario RIO NEGRO con sus notas costumbristas. Todo eso sirve para describir a este hombre de 72 años, que aprendió a leer a la luz de las velas junto a su madre y supo que sería escritor cuando la maestra le dijo “composición tema, saque una hoja” y él se despachó con una historia de un carozo para explicar el ciclo de la naturaleza.

Por más que escriba de un tema de mi región, siempre voy a tener una mirada universal, cosas que le pueden pasar a cualquier hombre o mujer, viva en el lugar donde viva».

Jorge Castañeda, escritor

Más tarde lo atraparon los cuentos y leyendas del campo. Las fue escribiendo, lleva 15 libros y sus preferidas son «La dama de blanco” con sus apariciones en una tranquera de Sierra Pailemán; “La leyenda del Gualicho” con el hombre que aprendió a tocar la guitarra en la Salamanca y “Las luces malas de Nahuel Niyeu” en el jagüel embrujado.


Valcheta, un oasis en el desierto patagónico


Valcheta es un pueblo aislado, rodeado por un inabarcable desierto, lo que parece favorecer la fantasía e imaginación de sus habitantes. Y en ellas se apoya Castañeda. “En mi pueblo hay gente que viaja del mito a la realidad a cada rato. Acá se convive con leyendas, ritos ancestrales, cuentos… Es la argamasa de donde tomo para escribir”, explicó.

El arroyo Valcheta, parada obligatoria desde tiempos remotos para todo aquel que se aventurara en el desierto. Los que primero hicieron base fueron los tehuelches.

Castañeda nació en Bahía Blanca pero la mayor parte de su vida la hizo en Valcheta. Su padre trabajó en Agua y Energía y había llegado por la obra de canalización del arroyo. Su madre era de Nahuel Niyeu, hija de un pionero libanés.

Valcheta es el lugar donde soy feliz”, le dice a Diario RIO NEGRO, sentado en el sillón del living de su casa museo, ya que un salón contiguo guarda y exhibe reliquias de todo tipo, de un mundo que desapareció pero que allí revive. “Son lindos aportes de amigos de distintos pagos”, suelta con modestia.

El poeta luce bien pintoresco. Una camisa leñadora bajo un un chaleco verde oscuro. El colorido estalla en su cuello con un pañuelo rojo punzó, símbolo del federalismo rosista, prenda con la que reafirma su adhesión al revisionismo histórico.

Con un símbolo del rosismo en el cuello. Castañeda se define como un apasionado por la historia en general. (Foto Juan Thomes)

El diálogo vuelve sobre Valcheta. “Uno lleva este paisaje adentro y me es difícil disimularlo. Los valcheteros somos demasiado exagerados con lo nuestro”, sostuvo.

– ¿Y cómo es Valcheta?, le pregunta este diario.

– Es un oasis en el desierto, el portal de entrada de la Línea Sur. Lo divisa quien venga de la costa marina, de Los Menucos o del Gualicho. Uno ya a la distancia empieza a ver los álamos, los mimbres; y al acercarse se encuentra con un verdadero jardín. Cambia la estepa. Este era un paradero muy especial para los tehuelches, por la presencia del agua; y para todos los que cruzaron por aquí: militares, sacerdotes, aventureros y más tarde los inmigrantes. Valcheta es tierra de confluencias. Desde 1910 y con el ferrocarril llegaron familias árabes, españolas, italianas y alemanas. El cacique tehuelche Sakamata se radicó acá y una de sus nietas se casó con uno de los primeros colonos que es Nicodemo la Rosa, un italiano que vino a trabajar en las primeras chacras.


Castañeda y su forma de escribir


Más allá del fuerte color local en sus textos, Castañeda dice que en su forma de mirar la realidad y personajes están presentes valores universales. Los enigmas de la existencia, alegrías, penas, vida, muerte y la pregunta primordial: ¿para qué estamos en el mundo?.

En los ´70 había en Valcheta un negocio de ramos generales muy grande. Traían libros y los diarios de Buenos Aires que llegaban cada tres días en tren. Ahí conocí un libro de Elías Chucair, «Bajo cielo sur», y me impactó mucho su forma de contar los temas de la región».

Jorge Castañeda, escritor.

“Cualquier tema puede ser un disparador para escribir -sostiene –. La idea la tengo, los personajes los tengo. Después viene el tesón, el esfuerzo y el trabajo para darle forma al texto, que es el vehículo que lleva la idea”.

Considera que quien no ha visitado la Línea Sur no la puede comprender. Que sus habitantes “pueden parecer parcos y tienen “una paciencia ejemplar”. Que pueden soportar largas sequías, pérdidas totales del ganado y aluviones. Que «sus habitantes son los que mantienen la soberanía en la provincia desde sus campitos”.


El puestero parco que le anticipo una nevada


Calor, heladas, nieve, cerrazón, según cada estación del año. La dura vida de los puesteros en la meseta de Somunucurá. Uno de los lugares preferidos de Jorge Castañeda para sus crónicas. (Foto: Martín Brunella)

Entre las anécdotas que Castañeda rescató durante la entrevista con RIO NEGRO, contó una que puso de ejemplo para describir al hombre de campo. La vivió con un puestero de Somuncurá ya fallecido, Ernesto Porcel, al que definió como muy parco y auténtico al cien por ciento.

Al llegar al puesto donde trabajaba lo saludó con un “buen día Don Ernesto”, pero el hombre se quedó mirándolo… Al rato le contestó el saludo.

El puestero lo hizo pasar al rancho y al escritor le llamaron la atención unos pajaritos raros en el patio. “¿Y esos pajaritos?”, le preguntó. “Va a nevar”, fue la seca respuesta que recibió.

Castañeda creyó que el hombre no lo había entendido. Insistió con la pregunta y recibió igual respuesta.

Ya en el camino de regreso, pocos minutos después del fin de la visita, la meseta se empezó a teñir de blanco.


Castañeda en su pintoresca casa museo


Además de escribir, Jorge Castañeda se dio el gusto de armar en su casa-museo una colección pintoresca de todo tipo de objetos de otras épocas, por los que siente afinidad y cariño. Gran parte de ellos se los enviaron sus amigos de otros pagos, esos que se enganchan con sus historias.

Cuadros de pintores regionales, platos decorativos, cuchillos, lazos, matras, monederos de colectivos, botellas con formas raras y afiches de obras públicas rionegrinas…. De todo se encuentra en el museo. Hasta un micrófono histórico con el que cantaba tangos Azucena Maizani. (Foto Juan Thomes)


En ese espacio que organizó a su estilo, bien ecléctico, conviven viejas radios, cámaras de fotos, monederos de colectivos, botellas rarísimas, un combinado, mapas de España, afiches, cajas de hilos Tomasito y un legendario micrófono en el que cantó por última vez la compositora de tangos Azucena Maizani, en el teatro General San Martín de Buenos Aires.


Entre las reliquias figura un afiche original del canal Pomona-San Antonio, inaugurado en 1972, una obra vital para la ciudad costera que carecía de agua potable. “Me lo han querido comprar, porque no lo tiene ni el museo de San Antonio”, dice Castañeda. Y luego pasó a contar la historia de otro de sus preciados objetos.

Desde la habitación-biblioteca pegada al museo llega la risa fresca de su nieta Muma, dueña de unos ojos oscuros inmensos, y la voz de Irma, su esposa. Hay un leve temor de que la pequeña haya tirado algunos libros de los estantes. Castañeda desaparece rápido. Va y verifica. Vuelve con Muma en brazos, los dos bien sonrientes. Fin de le entrevista.


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