La perla escondida

En el litoral norte del estado de São Paulo, en Brasil, Ilhabela se destaca como un punto luminoso en el océano. Sus islas y playas son ideales para unas vacaciones colmadas de sol, arena y mar.

A doscientos kilómetros al este de la capital de São Paulo, el archipiélago formado por la isla de São Sebastião, donde se encuentra la localidad de Ilhabela, y otras más pequeñas como Ilha dos Búzios, Pescadores, Vitória, Cabras, Castelhanos, Enchovas, Figueira, Lagoa y Serraria, resume una de las postales del paraíso.

Dice la leyenda que en el siglo XVII, al amanecer, apareció en el canal una carabela de piratas que se dirigía a atacar Ilhabela, mientras la población dormía. Cuando los corsarios se estaban preparando para abrir fuego, se escucharon unas campanadas que alertaron a la población, que logró prepararse para la defensa. Apareció entonces un guerrero que tomó el mando y rápidamente hizo retroceder a los enemigos. Este guerrero era São Sebastião y a partir de allí el cayo fue bautizado con su nombre.

Con trazos de leyenda y realidad, la isla descubierta en 1502 por Américo Vespucio, ha servido de puesto de avanzada contra flotas de guerra extranjeras, piratas, trata de esclavos y contrabandistas. Hoy en día, la mayor parte es un Parque Nacional con categoría de reserva natural donde se preservan las playas vírgenes y el bosque.

Grandes extensiones abiertas al mar, pequeñas bahías, arenas de todos los colores y texturas, y más de cuatrocientos cursos de agua que forman una red fluvial creando cascadas en los sitios más inesperados, son datos que definen el potencial turístico del lugar. Sus atractivos naturales son el escenario perfecto para el turismo ecológico. Cabalgatas, escaladas en roca, buceo, mountain bike, trekking, windsurf, vela y off-road son algunas de las intensas actividades que propone esta revitalizante isla. Por otra parte, su excelente infraestructura hotelera, gastronómica y de servicios, hace de cada visita una experiencia confortable y placentera.

Pueblos costeros con sabor a mar

Partimos en avión desde Buenos Aires y en apenas dos horas y media nos encontramos envueltos por el frenético ritmo del aeropuerto de São Paulo, Brasil. Afortunadamente, al poco tiempo ya estábamos a bordo del bus que nos llevaría directo al paraíso: Ilhabela, una perla marina de particular belleza.

Nos detuvimos a pasar la noche en Maresias, un pueblito con playas elegidas por los amantes del surf, y por Edson Pavao quien hace unos años decidió cambiar su ajetreada vida en São Paulo por la atención del “Ilha de Toque Toque”, un hotel boutique con hamacas paraguayas y jacuzzi en plena selva costera. A la mañana siguiente abordamos un bus y, luego de media hora por caminos zigzagueantes, tomamos el ferry que nos depositó en Ilhabela.

La isla comprende una zona norte y otra sur, siendo esta última la más poblada. En el centro se encuentran los edificios históricos, con su natural pintoresquismo. Entre ellos se destacan la Catedral y la Casa de Gobierno.

Por supuesto, resultan innumerables la cantidad de playas destinadas al turismo, y cada una tiene una característica que la hace peculiar. Una de las más visitadas es Castellanos, a la que se puede llegar por excursión con lancha rápida o en un Jeep 4×4 que atraviesa toda la selva tropical, húmeda y oscura. Es una excelente opción para los adeptos al surf, ya que las olas suelen alcanzar allí hasta los dos metros de altura. También se pueden hacer paseos en canoa y buceo, que permite apreciar el maravilloso mundo marino que existe bajo la superficie.

Veleros, goletas y cruceros de lujo

Ilhabela es la capital brasileña de la Vela, y sede de muchas competencias del rubro. Tiene una bellísima marina donde amarran cientos de veleros, yates, botes, cruceros y lanchas de lujo.

Por lo tanto, uno de los “platos fuertes” turísticos son las excursiones en lancha hacia cualquiera de los atractivos puntos cercanos. Decidimos dirigirnos hacia la playa de Jabaquara, una de las más bellas del litoral norte paulista, ubicada a diecisiete kilómetros de Ilhabela. Con arenas claras, y casi trescientos metros de extensión, está atravesada por dos riachos cristalinos, ofreciendo encanto y tranquilidad.

Preparamos un equipaje liviano: mochila con protector solar, toalla y el infaltable repelente para los “borrachudos”, especie de mosca con una picadura muy molesta. Al llegar al muelle nos sorprendimos frente a la embarcación que nos estaba esperando: una goleta increíblemente pintoresca que, sin dudas, aportó un ingrediente de color al paseo. El contagioso ritmo de la música brasileña nos acompañó todo el viaje.

A medida que nos alejamos de la costa comienzan a aparecer casas de techos rojos, verdaderas mansiones de estilo colonial con perfectos jardines alfombrados en verde brillante; más allá se ven otras elevadas sobre el morro sobre el cual se divisan helechos, palmeras y piedras negras; y más lejos aparecen algunas inmersas en la espesa y verde vegetación que conforma el bosque exuberante y húmedo. Hacia el Norte se divisa el faro ubicado en la playa Ponta das Canas. El mar azul, el verde selvático y el mástil blanco y rojo, definen una postal perfecta para las tomas fotográficas.

Finalmente llegamos al mar abierto, las construcciones se ven cada vez más lejanas, y las casas más humildes, aquí gana la vegetación sobre la urbanización. Para nosotros, sin embargo, es el acceso al paraíso, el sol nos acompaña y la arena caliente nos aguarda, Ilhabela con su océano de cielo se muestra en todo su esplendor.

Brasil

contacto@efraindavila.com


A doscientos kilómetros al este de la capital de São Paulo, el archipiélago formado por la isla de São Sebastião, donde se encuentra la localidad de Ilhabela, y otras más pequeñas como Ilha dos Búzios, Pescadores, Vitória, Cabras, Castelhanos, Enchovas, Figueira, Lagoa y Serraria, resume una de las postales del paraíso.

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