Las víctimas no olvidan la voz de su torturador

Dos testigos reconocen a torturador identificado en audiencias previas. Deberá declarar la semana próxima junto con otro militar en actividad. Revelaron curiosidades operativas de "La Escuelita".

BAHIA BLANCA (Enviada Especial).- «Era una voz inconfundible, grave, fuerte, nasal, típica de aquellas personas que fuman. En el interrogatorio siempre decía: macho contá». Así describió ayer el bancario Héctor Núñez a su represor, el militar Santiago Cruciani, con quien se encontró después de liberado a tomar un café por intermediación de un ex compañero de trabajo.

Cruciani había sido identificado la semana pasada por el testigo Claudio Collazos, ex empleado municipal que fue secuestrado y permaneció en el centro de detención clandestina «La Escuelita» de Bahía Blanca en marzo de 1976.

En la audiencia de ayer, otro testigo, un ex conscripto que actualmente es abogado, Guillermo Ribichini, aseguró que Cruciani era el suboficial que estaba a cargo del destacamento de inteligencia que funcionó en la calle Chiclana al 400.

«Era una persona que parecía abstraída en otras cosas, siempre vestía jean y camisa o chomba, usaba otro apellido, tenía un bigote grande, una calvicie pronunciada, ojos claros, una ronquera característica de las personas que fuman, una voz profunda y ronca, caminaba encorvado y tenía una tos como crónica», dijo el testigo.

Cruciani, militar retirado, deberá comparecer la próxima semana en las audiencias en la causa para conocer el destino de los desaparecidos bajo la responsabilidad del V Cuerpo. Ese mismo día también deberá comparecer el teniente coronel Julián Corres, quien en 1976 y 1977 fue señalado por los testigos como el suboficial que llevaba medicamentos al centro clandestino.

Cosas absurdas

El abogado Ribichini dijo que mientras debió cumplir el servicio militar en esa dependencia, había «cosas absurdas», como suboficiales que se identificaban con dos o tres apellidos diferentes, que era una dependencia militar donde todos estaban de civil y pretendía no ser descubierta pese a la constante guardia armada en el lugar.

«Los conscriptos nos dimos cuenta de los doble apellido porque a veces preguntaban o llamaban por teléfono para comunicarse con Mancini y atendía Cruciani», indicó. Entre otros detalles, el abogado aseguró que en el lugar había una persona que no era militar, un fotógrafo que trabajaba permanentemente en el tercer piso de esa dependencia y que traía fotos «de afuera».

Contiguo al destacamento de inteligencia, estaba el banco donde trabajó Héctor Núñez -que testimonió ayer- después de ser liberado de La Escuelita. Lo acusaron de ser subversivo y perpetrar un atentado, aunque Núñez logró «probar» su inocencia cuando les reiteró bajo tortura a sus represores que en la fecha del episodio armado, estaba enyesado y con muletas por una lesión que se había hecho jugando al básquetbol, y que lo tuvo postrado unos tres meses.

Posteriormente, Núñez se enteró que en un expediente judicial figuraba como vinculado a grupos terroristas y pretendió que Cruciani -o Mario Mancini- se encargara de clarificar la situación. Su ex compañero de trabajo, Claudio Collazos, lo contactó con su torturador.

«Dejalo en mis manos», le dijo el militar, a quien después vio varias veces, siempre con ropas de civil, entrar y salir «del servicio de inteligencia que funcionaba al lado del banco».

En su testimonio de la semana pasada, Collazos explicó que cuando salió del centro de detención, el suboficial Cruciani se hacía pasar por el mayor Mario Mancini, que se contactó con él para advertirle que no dijera nada y para plantearle que si la picana tenía una medida tope hasta 10, a él sólo le habían aplicado «'2 ó 3».

Cuando la Cámara Federal le preguntó por qué se veía con quien le había reconocido que era su represor, Collazos explicó que era acosado laboralmente en la municipalidad de Bahía Blanca a causa de su detención clandestina y liberación, y que pensó que el militar podría intervenir para que cesaran sus problemas.

«Ellos manejaban el país. No le costaba nada hacer una llamada para que no me molestaran más», dijo Collazo al evocar la absurda situación de pedir auxilio a su torturador.

Shirley Herreros


BAHIA BLANCA (Enviada Especial).- "Era una voz inconfundible, grave, fuerte, nasal, típica de aquellas personas que fuman. En el interrogatorio siempre decía: macho contá". Así describió ayer el bancario Héctor Núñez a su represor, el militar Santiago Cruciani, con quien se encontró después de liberado a tomar un café por intermediación de un ex compañero de trabajo.

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