Con humor, poesía, honestidad y datos precisos, cuatro libros que abordan la menopausia: una etapa que dejó de ocultarse

La literatura empieza a nombrar lo que se silenciaba: la menopausia. Autoficción, poesía y periodismo para pensar el cuerpo que cambia y un tema que ya no es tabú.

“De generación en generación, de mujer en mujer decían en mi casa que a partir de cierta edad ya no se trata de agradar sino de no desagradar. A partir de cierta edad es la manera de llamar a la menopausia”, escribe la escritora y traductora Inés Garland en su libro “Diario de una mudanza” que sí, habla de una mudanza concreta -de un departamento a otro-, pero sobre todo de otra mudanza también concreta: la de su cuerpo, que se convierte en un completo desconocido.


Durante siglos, la literatura ha narrado el cuerpo femenino desde la juventud, el deseo o la maternidad, y a veces también la vejez. Pero no tanto de ese lapso de la madurez en el que ese mismo cuerpo se vuelve extraño. Y sobre todo, de ese momento que ha permanecido silenciado y oculto, como si fuera algo vergonzante.


No sólo “Diario de una mudanza” (Alfaguara, 2024) explora la menopausia con dosis de sabiduría, humor y reflexión. De un corto tiempo a esta parte, esa etapa de la vida de las mujeres salió del clóset y la literatura lo aborda con honestidad, a veces desparpajo, datos concretos, poesía, y con la perplejidad que inevitablemente produce. El podcast “Encendidas”, de Mariana Carbajal e Ingrid Beck da cuenta de un fenómeno que crece. La propia Carbajal ya había publicado “Encendidas. Un viaje íntimo por la menopausia”, por Grijalbo, en 2024. La economista y periodista Mónica Yemayel, lo exploró en “Mujeres que ya no sangran” (Tusquets, 2024), y este año, la poeta y traductora Laura Wittner lo hizo en “Diario de menopausia” (Bosque Energético, 2025). Todas parecen haber espantado las reservas que cubrían “el asunto”, no sólo para desmitificar lo que para muchas se presentaba como un secreto denigrante, sino para darle entidad.


La cuarta temporada de una serie que se estrenó en Netflix en 2022, “Borgen: Reino, poder y gloria”, se enfoca en los cambios de la protagonista: una mujer que atraviesa la menopausia mientras ve cómo se diluye su poder político en manos de alguien más joven. Birgitte Nyborg ya no es la líder sino una ministra más del gabinete. Tiene 53 años, y en plena reunión, se acalora, visiblemente. Necesita ir al baño a refrescarse la cara, las muñecas, el cuello antes de seguir con una reunión crucial en la que ella podría quedar a cargo del petróleo en Groenlandia. Es una escena de apenas unos minutos, pero es una muestra perfecta: cuando Birgitte regresa a la mesa en la que se discute quién se hará cargo de la papa caliente, las cosas están resueltas. Aprovecharon su corta ausencia para arreglar las cosas de otro modo y recortarle el poder. Una imagen sencilla, honesta, verosímil.


Aquí, la literatura y el periodismo, empezaron a enfocarse en ese tema que parecía tabú.
Garland y Wittner -ambas escritoras, ambas traductoras- no se detienen tanto en las consecuencias laborales -aunque sí- como en ese cuerpo que se comporta como si ya no fuera el que siempre conocieron: los calores, el frío, los dolores, la niebla mental, el insomnio, la taquicardia y la amplia variedad de síntomas. Y aún así, ninguno de estos dos libros, ni ninguno de los otros, son un recordatorio o una lista de padecimientos.


Lo que hay, junto a todo esos malestares, son mujeres que intentan entender, adaptarse a esa suerte de revolución que cambia por completo las reglas del juego, y continuar con la vida, a la que le queda un largo trecho. Ninguna tiene el mensaje machacón, edulcorado y optimista de “la vida comienza a los cincuenta”, ninguna lo convierte en un drama mayúsculo, y mucho enos en la remanida frase esa del mal de muchas. Pero sí, todos ellos, son una manera de desandar un camino tapizado de desinformación, ignorancia, ocultación, disimulo, y sí, también, situaciones patéticas.


Una mudanza



En «Diario de una mudanza», Inés Garland convierte la escritura íntima en un dispositivo que desarma convenciones y expone zonas de incomodidad. La mudanza que da título al libro no es solo espacial: es hormonal, afectiva, simbólica. La narradora -una mujer que atraviesa la muerte de su padre, la partida de su hija y la irrupción de la menopausia- escribe desde un cuerpo que ya no responde como antes, pero que también se libera de ciertas servidumbres. El libro se vuelve entonces un mapa de desplazamientos: de casas, de lenguas, de roles. Y también es un manifiesto íntimo sobre el derecho a no complacer.

“¿Por qué nadie habla de los fríos de la menopausia? De esos fríos que parecen venir del futuro, de los propios huesos enterrados.”

Inés Garland, traductora, escritora.

Garland opta por una estructura fragmentaria, con entradas que combinan recuerdos, escenas cotidianas, microensayos, y diálogos. El montaje evita la dispersión: cada fragmento funciona como una pieza de un rompecabezas emocional. Hay una progresión, aunque no cronológica, sino afectiva. El deseo aparece como fuerza incómoda, a veces torpe, a veces feroz. Hay situaciones de sexo fallido, de reencuentros con ex parejas, de conversaciones con desconocidos que abren grietas en la memoria.


En una de las entradas más potentes, la narradora se encuentra con un exnovio que tiene cáncer. El momento es tan tierno como incómodo y brutal. “Nos miramos como si el cuerpo fuera un recuerdo”, escribe. En otra escena, el deseo se proyecta sobre un carpintero que trabaja en su casa. La tensión es sutil, casi imperceptible, pero revela una pulsión que no se apaga con la edad. “El deseo no tiene edad, pero sí tiene memoria”, dice Garland.


Poesía y menopausia



En “Diario de menopausia”, Laura Wittner no escribe sobre la menopausia como tema, sino como una atmósfera que ahora lo rodea todo, como un sistema nuevo e incómodo en el que el cuerpo se desfasa casi por completo. Lo que narra no es el síntoma, sino el tránsito: el desconcierto, la pérdida de entusiasmo, la recuperación fugaz, la calesita emocional. El libro se construye como una serie de anotaciones breves, casi haikus, que registran el insomnio, la niebla mental, pero también el trabajo, los paseos, algunas recetas, y los hermosos poemas que ella transcribe y comparte (de Emma Barrandéguy, de Ada Limon, de Sonia Sacarabelli, de Circe Maia).

“Ni mis abuelas ni mi mamá mencionaron jamás la menopausia. Intento disipar ese bloqueo en la transmisión, contándoles a mi hija y a mi hijo en qué consiste este momento de mi vida.”

Laura Wittner, traductora, poeta, escritora

El libro avanza mes a mes, con anotaciones que revelan la intensidad de lo cotidiano: la natación, la cocina, la maternidad, la lectura. Wittner no construye una trama heroica, sino una crónica asombrada del presente, como si fuera una turista que recorre un nuevo territorio lleno de accidentes:su cuerpo.


Wittner toma de Patti Smith, lo que la poeta y música llama la estructura de un día, para contar brevemente una jornada. El resultado es extraordinario. Hace reír a carcajadas y a la vez conmueve.


Entender



En «Mujeres que ya no sangran», Mónica Yemayel se propone desmontar el silencio que rodea al climaterio. A diferencia de Garland y Wittner, que escriben desde lo íntimo y lo literario, Yemayel lo hace desde la crónica, el testimonio y la investigación. Pero el gesto es el mismo: nombrar lo que se oculta, poner en palabras una experiencia que afecta a la mitad de la población pero que sigue siendo tratada como tabú, como vergüenza.


El libro se estructura en capítulos que combinan relatos personales, entrevistas a mujeres de distintas edades y clases sociales, datos médicos, análisis de discursos y observaciones culturales.

“Pensé: cómo es posible que siendo una mujer con el privilegio de haber estudiado, de vivir en una gran ciudad, de tener acceso a la información, no entienda nada de lo que me está pasando.”

Mónica Yemayel

Yemayel parte de su propia experiencia -el desconcierto, la falta de información, la sensación de “no tener fuerzas para cuidar a nadie más”- y la expande hacia una cartografía coral. La prosa es clara, directa, sin concesiones. No hay aquí metáforas ni lirismo: hay una voluntad de verdad, de denuncia, de reparación. El libro desarma los discursos beatíficos del “climaterio encantador” y también los mandatos de la industria farmacéutica, la cosmética y el coaching.


Acompañar



En «Encendidas. Un viaje íntimo por la menopausia», Mariana Carbajal combina crónica, testimonio, investigación y experiencia personal para desmontar los mitos que rodean a la menopausia. El libro nace del desconcierto: “Llegué a la menopausia sin saber nada”, confiesa la autora. Ese vacío de información, incluso para una periodista feminista con acceso a fuentes y redes, se convierte en motor de escritura.


El libro se estructura como una guía íntima y colectiva: Carbajal entrevista a médicas, psicólogas, activistas y mujeres de distintas edades y territorios. También comparte su propio tránsito por el climaterio, con humor, enojo y ternura. El tono es directo, sin solemnidad, pero con una brújula clara: romper el silencio. “Este libro, amiga, es para vos. Sí, para vos, que empezaste a llevar un abanico en la cartera, que lidiás con noches de insomnio, que perdés los anteojos y no recordás el título de la última serie que viste”, escribe.

Carbajal denuncia la desigualdad histórica en la investigación médica: “Durante siglos, la ciencia ignoró la menopausia. Las investigaciones se centraron en cuerpos masculinos.” Y celebra la irrupción de voces feministas que están transformando ese panorama: desde el activismo hasta la divulgación científica con perspectiva de género.


En todas estas obras hay una voluntad de verdad, y de correr el velo, pero también hay voluntad de compañía para las horas de desconcierto, para esos momentos en los que el ánimo decae y todo parece tambalear.


“De generación en generación, de mujer en mujer decían en mi casa que a partir de cierta edad ya no se trata de agradar sino de no desagradar. A partir de cierta edad es la manera de llamar a la menopausia”, escribe la escritora y traductora Inés Garland en su libro “Diario de una mudanza” que sí, habla de una mudanza concreta -de un departamento a otro-, pero sobre todo de otra mudanza también concreta: la de su cuerpo, que se convierte en un completo desconocido.

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