Lecturas: Queremos tanto a Joan Didion

La semana pasada, el 23, murió Joan Didión, a los 87, una de las mejores plumas del periodismo de los Estados Unidos. Escribió novelas, ensayos, artículos que describen sin concesiones la sociedad norteamericana, y dos libros esenciales sobre el duelo.

Joan Didion era una mujer menuda, de apariencia discreta, pero con un estilo que tenía a la vez la elegancia y suavidad de una caricia y el filo tajante de un bisturí. Se codeaba con todos aquellos que llevaban colgado el cartel de Nuevo periodismo, cuando el Nuevo periodismo se estaba inventando. Pero mientras ellos se vestían de blanco, se ponían chalecos vistosos o sombreros distintivos, ella miraba, se preguntaba, escribía.
“Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa. Para averiguar lo que quiero y lo que me da miedo”, decía, sin vanagloriarse.


¿Quieren saber cómo se siente el viento caliente que crispa los nervios y cambia el humor?. Lean “Cuaderno de los Ángeles”; ¿quieren un espléndido y un poco triste retrato de John Wayne que hable de cómo cuando el actor “pasó cabalgando” por su “infancia, y tal vez por la de ustedes, determinó para siempre la forma de algunos de nuestros sueños?, lean “John Wayne: Canción de amor” .

En esa crónica, dice, por ejemplo: “Al crecer yo no me convertí en la clase de mujer que protagoniza una película del Oeste, y aunque los hombres a los que he conocido han tenido muchas virtudes y me han llevado a vivir a muchos sitios, nunca han sido John Wayne, y nunca me han llevado tampoco a ese recodo del río donde crecen los álamos. Pero en las profundidades de mi corazón donde cae eternamente la lluvia artificial, esa sigue siendo la frase que yo espero oír”.


¿Quieren entender cómo se puede estar enamorada de una ciudad como Nueva York, y cómo ese sentimiento, a los 23 años, puede transformarse en una crónica sobre todo aquello que pensamos que no va a terminar nunca ni va a tener ningún costo emocional? Lean la preciosa y melancólica “Adiós a todo aquello” .

Una de sus imágenes más icónicas.


Todas estas crónicas están en el libro “Los que sueñan el sueño dorado “, que reúne una selección de los ensayos y artículos que publicó en los años sesenta y que realmente pintan un gran cuadro sobre la vida norteamericana de aquellos años; sobre la contracultura en California; sobre el modo en que los medios de comunicación construyen prejuicios alrededor de algunos crímenes; sobre los horrores cometidos en El Salvador, sobre la inmigración y el exilio en Miami.


Joan Didion miraba y veía, y escribía sobre todo eso. Como pocos.


Como novelista, como cuentista, como periodista, incluso como guionista, esta escritora nacida en Sacramento, Estados Unidos, en 1934 y fallecida “en su casa en Nueva York debido a complicaciones de la enfermedad de Parkinson”, tenía aquello a lo que cualquier periodista o escritor debe aspirar: una mirada propia, única, original y audaz.
Entre los libros que se consiguen en la Argentina en este momento (en breve llegará “Lo que tengo para decir”, que ya fue editado en español), figura el que más fama le ha dado: “El año del pensamiento mágico”.


Se trata de un libro bastante reciente, de 2005, y es un libro sobre el duelo. Joan Didion perdió, con pocos años de diferencia, a su amado marido John Gregory Dunne en 2003 y a su hija Quintana Roo en 2005, luego de una larga enfermedad. (sobre esta última muerte escribió el doloroso “Noches azules”).
“La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante.te sientas a cenar; y la vida que conoces se acaba.”
Así empieza “El año del pensamiento mágico, en el que Didion, sin una pizca de autocompasión, pero con la precisión de su oficio, narra aquella noche tristísima en que su marido murió, de repente, mientras ella le servía un trago, y después de que ambos volvieran de ver a la hija que estaba internada en coma. Y sobre todo, narra lo que viene después de ese momento fatal.


“Hasta ahora solo había pasado por el dolor, pero no por el duelo. El dolor era algo pasivo. El dolor era algo que te pasaba. Pero el duelo, el acto de lidiar con el dolor, requería atención. Hasta entonces había tenido mil razones apremiantes para no prestar una atención que en otro caso sí habría prestado, para desterrar todos los pensamientos que me venían a la cabeza y dedicarle más adrenalina a la crisis abierta”, escribe.
O esto: “Sé por qué intentamos mantener con vida a los muertos: intentamos mantenerlos con vida para tenerlos con nosotros. También sé que si queremos seguir vivos llega un momento en que tenemos que dejar ir a los muertos, dejarlos ir, dejarlos muertos”.

Joan Didion, en los tiempos felices, en California, junto a su marido y a su hija, Quintana.


Joan Didion nunca tuvo pudor en mostrar el lado oscuro. Suave y filosa a la vez. Buscando respuestas, intentando entender todo lo que da miedo y cuesta ver.


Para verla en Netflix

«El centro cede» se llama el documental que Netflix ofrece sobre la vida de Joan Didion. Fue dirigido por su sobrino, el actor y cineasta Griffin Dunne (el atribulado protagonista de la comedia paranoica After Hours de Martin Scorsese). Con complicidad, entonces, indaga en la vida de la mujer que trabajó para Vogue en los años 60, en Nueva York, que fue amiga de grandes directores de cine, que contó California y Estados Unidos, como pocos.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios