Lenny Kravitz

Muchos años después de que Frederich Nietzsche declarara la muerte de dios, Leonard Lenny Kravitz hizo lo propio con el rock: «El rock está muerto», dijo, y no se echó a dormir.

Borges, que obviamente no llegó a conocer a Kravitz, y que de hacerlo seguramente le hubiera parecido un poco frenético, decía del filósofo: «¡Qué cosa ansiosa, Nietzsche!». No podríamos asegurar que Kravitz sea un tipo ansioso, más bien lo contrario: metódico. Aunque luego su música desencadene el espíritu. Detrás del éxtasis hay un hombre capaz de pasarse 16 horas en un estudio con la férrea voluntad de tocar él mismo y nadie más que él todos los instrumentos de sus canciones, de cantar todas las voces, todos los coros, de diseñar todos los efectos sonoros.

Lenny Kravitz nació un 26 de mayo de 1964 en Brooklyn. Pasó su infancia y parte de su adolescencia entre ese barrio neoyorquino, Manhattan y… las Bahamas.

Hijo de un productor de la NBC, llamado Sy Kravitz, y de la actriz Roxie Roker, no tardó en revelar «el don», como suele llamarlo el músico.

Cuentan que cuando Lenny era un niño, su madre llegó a pensar que estaba enfermo. Es que en la iglesia era perfectamente incapaz de contener el movimiento de sus piernas. Un día le preguntó: «¿Qué te pasa hijo?, ¿Qué sientes?». Y cuando el chico respondió que oía música, ella se arrodilló, y dio las gracias al cielo.

Veinte años después su crío se convertía en una de las máximas estrellas de rock del fin de siglo.

Ya pasaron los tiempos en que Kravitz era comparado con Jimi Hendrix. La crítica especializada no tardó en buscarle un heredero al «gran Jimi» y este morocho de fisonomía exótica, producto de su origen afro judío, instrumentista virtuoso y buen vocalista, apareció en el escenario musical como una reencarnación para colmo fashion, cualidad que no ha menospreciado jamás.

Kravitz también ha soportado la asfixiante etiqueta de ser una síntesis entre el eléctrico Hendrix y Bob Marley. Una de las características del músico es su doble discurso, muy de acuerdo con la posmodernidad en que se hizo famoso: Kravitz tiene un look Marley, pero su performance sobre el escenario es puro Hendrix. Sus letras y sus declaraciones son básicamente las de un «hipón». «Mis canciones son simples, a la gente le gustan o las odia. Los mejores autores son simples; Bob Marley era uno de los tipos más proféticos que existieron y, sin embargo, sus letras eran muy simples…», ha explicado. Cuando sus padres se mudaron a Los Angeles, formó parte del coro los «California Boys», cantó en la Opera Metropolitana e ingresó al instituto Beverly Hills. Apenas cumplidos los 15 años partió a vivir solo. Ahora la leyenda cuenta que pasó una larga temporada dentro de un automóvil alquilado. Joven aún, se casó con la actriz Lisa Bonet, con quien tuvo una hija: Zoe. Luego se separarían y Kravitz iba a vivir una tormentosa relación con la dulce francesita Vanessa Paradis (¿recuerdan su susurro en «Joe el taxista»?).

Kravitz tiene una concepción omnipotente del arte y la ejecución. Su razonamiento es que prefiere escuchar la música que compone tal cual suena en su cabeza. Y nadie mejor que él para sacarla de allí. Le impone así una frontera definitiva al talento natural: él mismo.

Su primer disco, «Let love Rule», salió en 1989. Ya entonces Kravitz había decidido ser un hombre orquesta y su propio productor. Antes de este trabajo recorrió infructuosamente las oficinas de varias multinacionales con su «Romeo Blue». «Ese individuo no existe más. Quedó sepultado bajo el piso y el enterrador se llamó Lenny Kravitz», le respondió el músico el año pasado a un periodista que le preguntó por sus principios.

Durante años Kravitz fue un férreo defensor de la grabación analógica, aunque en sus últimos trabajos descubrió las posibilidades de lo digital. Evidentemente es una cabeza dura. Sus grabaciones semejan el armado de un puzzle demencial en el que las piezas encajan a fuerza de talento y voluntad.

En 1991 lanzó su segundo disco «Mama Said», bajo el peso de lo que significó su separación matrimonial. En 1992 colaboró con Madonna en la canción «Justify muy love» y produjo luego un disco de Paradis. La muletilla «mamá dijo» es una constante en su vida, tanto como sus coqueteos con el pop. «Mi mamá siempre decía que yo hiciera lo que tenía que hacer, que no me fuera de foco, sin preocuparme por los demás», ha comentado. Y esto es lo que su mamá decía en la canción: «Tú puedes ser rico o pobre/ pero mi mamá decía/ Tú puedes ser grande o pequeño/ pero yo siempre estoy en fuga/ Mi mamá decía/ Que es bueno ser productivo pero mi mamá decía/ No tomes más que un bocado y mi mamá decía/ que es bueno ser sencillo y mi mamá decía/ que es bueno ser objetivo/ pero yo siempre estoy en fuga/ Mi mamá decía/ No montes un caballo loco y mi mamá decía/ Tú debes empujar con mucha fuerza…».

El tercer álbum de Kravitz, publicado en 1993, se llamó «Are you gonna my way», y significó su lanzamiento al cielo estrellado de la música ¿pop? ¿rock? Hoy todavía se discute. Este disco también tuvo como marco el drama familiar: su madre estaba enferma de cáncer. «La fe es todo, la música es un regalo de Dios», dice Kravitz, influenciado por las creencias de la mujer que se arrodilló ante el milagro.

A su manera, y desde sus comienzos, Kravitz ha tratado de reinventar el mito del rockero negándose a ser un fiel representante del género. «No hay que vivir para una imagen, me refiero a ser capaz de ser quien realmente eres, por eso cuando digo que el rock and roll está muerto tiene que ver con que toda esa imagen debería estar muerta y la espiritualidad debería estar más viva, esa persona que está dentro tuyo es lo que importa», ha sentenciado.

En 1995 apareció «Circus», un título inspirado en el propio circo que era su vida en ese momento. Aquí cantó a los cuatro vientos «Rock and roll is dead». Después pasaron tres años, una larga espera para quienes admiran a este músico virtuoso y sensual, hasta la aparición de «5». En la portada aún luce con sus típicas rastas, pero no tardó en cortárselas. Un acto simbólico luego de llevarlas durante 10 años. Kravitz dejó sus prejuicios y se inclinó ante la tecnología digital. «Me sentí como un niño con una caja de pinturas y usé todos los colores», dijo. Volvió a tocar todos sus instrumentos, salvo un pequeño piano de juguete. Llegaron los Grammy, suele pasar.

El año pasado, después de una década de carrera, sacó «Greatest Hits», con el inédito superpromocionado «Again». El repaso obvio por la obra de un artista alucinado y perfeccionista que declaró la muerte del dios rock, pero se convirtió en su heredero.

Claudio Andrade


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios