Macri entre la macro y la micro

La microeconomía está en manos de mercados locales que prestan más atención a la intención de voto en favor de CFK que a los intentos de su sucesor por controlar la hiperinflación.

Al iniciar su gestión, Mauricio Macri minimizó el peso de “la herencia” por suponer que sería mejor no asustar a los inversores en potencia hablándoles de cosas feas, pero pronto se dio cuenta de que pocos creían que con su elección la Argentina se había transformado en otro país. Desgraciadamente para él y los demás integrantes del gobierno, su gestión se vería condicionada por quienes los habían antecedido en el poder.

Con todo, aunque el pasado sigue influyendo mucho en el gran drama nacional, últimamente el futuro ha estado ocasionando más problemas. El temor a que la Argentina se entregue una vez más a la tentación populista está frustrando los esfuerzos oficiales por disciplinar una economía díscola.

Suele darse por sentado que si un país tiene ordenada la macroeconomía, es decir, las variables fundamentales, lo demás, o sea, la microeconomía cuyas vicisitudes inciden directamente en la vida diaria de la gente, no tardará en funcionar como es debido.

Que ello ocurra es normal, pero sucede que en la Argentina la normalidad no es más que una aspiración que todos los gobiernos, incluyendo los kirchneristas, dicen compartir.

Así pues, para desconcierto de Macri, Nicolás Dujovne y los técnicos del FMI, a pesar del superávit comercial, la reducción drástica del déficit fiscal y la congelación de la base monetaria, aún no han logrado frenar la inflación o impedir que el peso siga hundiéndose frente a la otra moneda nacional que es el dólar estadounidense.

¿Será porque “el mundo” ha perdido confianza en la Argentina, tan proclive ella a emprender aventuras azarosas, como afirman los voceros gubernamentales, y por lo tanto no está dispuesto a continuar prestándole el dinero que necesitaría para seguir postergando las reformas antipáticas que todos los economistas más o menos ortodoxos creen imprescindibles? Sólo en parte. Aunque no cabe duda de que está contribuyendo a la crisis el escepticismo de los financistas extranjeros, su aporte al desaguisado es menos importante que el de los argentinos mismos que, a diferencia de otros latinoamericanos, siempre han sido reacios a arriesgarse poniendo su dinero al alcance de las autoridades de turno. Huelga decir que tienen buenos motivos para comportarse así.

Macri y su equipo pueden manipular la macroeconomía, pero la microeconomía está en manos de los mercados locales que, a juzgar por su conducta reciente, prestan más atención a la evolución de la intención de voto atribuida a la expresidenta Cristina que a los intentos desesperados de su sucesor por mantener a raya la hiperinflación.

Al difundirse los resultados de una encuesta que la tenía ganando por goleada un eventual balotaje, enseguida se desplomó el valor del peso. Fue como si los agentes económicos entendieran que el país se preparaba para cometer harakiri con el propósito de castigar así a un mandatario que lo había decepcionado.

Tal y como están las cosas, a Macri no le será nada fácil recuperar la confianza en su gestión. Si asume una postura serenamente racional, lo acusarán de indiferencia ante los sufrimientos del pueblo. Si defiende con pasión las medidas que toma el gobierno, dirán que están perdiendo los estribos.

Clima tóxico

Por lo demás, lo mismo que otros mandatarios cuando están bajo presión, hasta hace muy poco Macri fue reacio a brindar la impresión de estar dispuesto a ceder frente a quienes lo exhortan a ampliar la coalición gobernante agregándole algunas patas peronistas. Aunque eran escasas las diferencias entre sus propias ideas sobre lo que convendría hacer para que el país no termine como Venezuela y las de dirigentes peronistas como el senador Miguel Ángel Pichetto y el gobernador Juan Manuel Urtubey, Macri entendió que si les pidiera ayuda a pocos meses de las elecciones presidenciales, la mayoría lo tomaría por una señal de debilidad, lo que en efecto ocurrió cuando les pidió comprometerse a respetar una decena de principios básicos, razón por la cual optó por invitar a “dialogar” a muchos otros personajes, entre ellos la mismísima Cristina.

Para la Argentina, que está pasando por una emergencia económica sumamente grave, el clima preelectoral ha sido tóxico. Cuando políticos en campaña buscan diferenciarse de sus rivales, es difícil pedirles cerrar filas para hacer frente a los peligros que acechan.

Aquellos peronistas que hace meses pudieron haber hecho causa común con Macri a cambio de algunas concesiones cosméticas no quieren arriesgarse por temor a que sus adversarios kirchneristas aprovechen una oportunidad para tratarlos como “traidores”, de tal manera fortaleciendo a la jefa de los equivalentes locales de los chavistas venezolanos.


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