Marc Augé echa un vistazo al futuro y sus incertidumbres

El antropólogo francés, de visita en la Argentina, donde participa de La Noche de la Filosofía en el Centro Cultural Kirchner, actualizó en una entrevista con Télam su concepto de no-lugar y se refirió al temor global respecto del futuro.

La construcción de la identidad está más atada que nunca a las nuevas formas de intercambio social facilitadas por la virtualidad, ese nuevo repertorio de espacios introducidos por los dispositivos tecnológicos que reactualiza la noción de los no-lugares, categoría acuñada por el antropólogo francés Marc Augé para identificar zonas anónimas de tránsito “que empobrecen la imaginación y nos dejan prisioneros de una representación”.

La volatilidad de las relaciones y los contenidos marcan el pulso de la “sobremodernidad”, otra célebre formulación que el antropólogo y autor de “Las formas del olvido” ha utilizado para caracterizar una época que supone la aceleración de los factores constitutivos de la modernidad del siglo XVIII y XIX, y a su vez la disolución de las utopías que, como expone en un texto reciente titulado “Futuro”, provocaron vacilaciones y estallidos en la relación con el presente.

Visitante recurrente de la geografía argentina, Augé participó ayer de La Noche de la Filosofía, en el Centro Cultural Kirchner. Antes, el viernes, había dado una charla en la Alianza Francesa sobre sus últimos libros publicados en el país: “El antropólogo en el mundo global”, y “¿Qué pasó con la confianza en el futuro”, además del mencionado “Futuro”.

Télam- ¿Cómo se resignifica su célebre formulación de los no-lugares en función del desplazamiento que se ha producido hacia la escena virtual?

Marc Augé- La idea original de no-lugares estaba referida a tres tipos de espacios: el del consumo, el de tránsito y el de la comunicación. Lo que está ausente de la comunicación que transcurre en los medios es la idea del espacio y del tiempo porque están cifrados por la ubicuidad y la instantaneidad. Hoy podríamos decir que los no-lugares son el contexto de cualquier lugar posible porque cualquiera sea el lugar que tomemos pertenece al orden de la comunicación global, que está cifrada por la imagen y la virtualidad. Lo que provocó este mundo de pantallas en el que vivimos es una generalización del no-lugar absoluto y de la no-relación. Creo que deberíamos reflexionar más sobre esos otros mundos, como Internet, que nos deja prisioneros de una representación, al mismo tiempo que restringe el intercambio con el otro a una simple transmisión de indicaciones.

T- Actualmente tenemos disponible una oferta de dispositivos que nos permiten estar conectados de manera ilimitada con los demás ¿Estas nuevas formas de intercambio permiten una comunicación genuina o no hacen más que generar una epidemia de soledad?

MA- Esa es una de las grandes paradojas del presente: tenemos la posibilidad de una conexión ilimitada y las herramientas de las que disponemos al respecto son extraordinariamente potentes, pero a la vez la relación cara a cara tiende a desaparecer y con ella todo un repertorio de intercambio profundo. En este contexto de circulación de imágenes, donde además resulta crucial la relación con el otro para construir nuestra identidad, hay un trasfondo de soledad muy fuerte. Privados de los matices que permite el face to face, este proceso de construcción identitaria resulta empobrecido por un lenguaje menos simbólico.

T- En la mayoría de sus libros de corte antropológico son constantes las citas literarias ¿Por qué el discurso de la ficción le resulta tan esclarecedor para aproximarse a lo que llamamos verdad?

MA- La literatura me parece útil porque permite una utilización atenta de la lengua que apuesta a una preservación interesante de la relación con el tiempo y el espacio. Respecto a la pertinencia de la ficción para analizar el funcionamiento de la realidad, es necesario hacer la salvedad de que una ficción no es necesariamente una mentira, sino un hecho de imaginación. Las grandes obras literarias indagan siempre en la memoria y en la relación con el tiempo. Y la memoria se abastece siempre de imaginación y olvido también. Necesariamente está hecha de olvidos: no se puede recordar algo sin olvidar otras cosas. La relación entre memoria y olvido nos permite a los etnólogos ocuparnos de la relación con los otros y de la filiación, de la inscripción dentro de la historia.

T- En dos de sus últimos libros publicados en la Argentina se dedica a rastrear la crisis del concepto de futuro, provocada por una crisis planetaria que excede lo económico y está cifrada por el miedo ¿Esa sintomatología del temor son un efecto residual del fracaso de las utopías del siglo XIX?

MA– Los nuevos miedos son iguales que los antiguos. Lo que ha cambiado es la manera en que repercuten socialmente. Hay miedo a la tecnología, al accionar terrorista… Sin duda, tenemos miedo del futuro, de lo que puede sobrevenir, aunque las razones y las dimensiones de este miedo son múltiples. No hay que tener una mirada excesivamente negativa, ya que el miedo es también una forma de sabiduría. Los países “emergentes” no tienen ni las mismas urgencias, ni las mismas prioridades que los llamados desarrollados. Creo que el problema para abordar el futuro está relacionado con que vivimos inmersos en una ideología del presente disparada por lo que decía al principio a propósito del estatuto de repetición de las imágenes y los mensajes que se difunden a través de los medios. Estamos falsamente informados, atravesados cada vez más por noticias fragmentarias que nos inducen a tener una visión general del mundo. Por otro lado, estamos inmersos en un mundo donde la identidad no puede ser aislada: cada identidad individual se construye en relación con los otros, con la alteridad tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Debemos recuperar esa dimensión histórica y social que se asocia al porvenir.

“Lo que provocó este mundo de pantallas en el que vivimos es una generalización del no-lugar absoluto y de la no-relación”.

“Los nuevos miedos son iguales que los antiguos. Lo que ha cambiado es la manera en que repercuten socialmente. Sin duda, tenemos miedo del futuro”.

Reflexionó el también etnólogo Marc Auge, en su visita a la Argentina

Datos

“Lo que provocó este mundo de pantallas en el que vivimos es una generalización del no-lugar absoluto y de la no-relación”.
“Los nuevos miedos son iguales que los antiguos. Lo que ha cambiado es la manera en que repercuten socialmente. Sin duda, tenemos miedo del futuro”.

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