Máxima y Guillermo sellaron con el «sí» su historia de amor

La argentina y el príncipe holandés se casaron ayer.

La argentina Máxima Zorreguieta y el príncipe Guillermo de Holanda sellaron ayer su unión con cinco besos en el balcón del Palacio del Dam. Fue al término de la ceremonia que los convirtió en marido y mujer ante los ojos de toda la nobleza mundial y millones de espectadores que siguieron por televisión el histórico casamiento.

Máxima, que a esta altura no sólo ha conquistado el corazón del Príncipe sino de toda Holanda, levantó vivas emociones entre los holandeses congregados en la calle, que la aclamaron desde su aparición en la puerta del palacio.

La novia vestía un diseño del modisto italiano Valentino, en seda de color blanco y de corte clásico y discreto, al que no restaban sobriedad ni la cola en seda y tul bordada a mano, ni tan siquiera la corona y los pendientes de brillantes. El príncipe Guillermo, quien, siguiendo el rito protestante, llevó a la novia del brazo al altar, vestía el uniforme de Capitán de la Marina holandesa.

Feliz y sonriente, la pareja se dio un emocionado «sí» en la iglesia e intercambió los anillos, de platino, diamantes y esmeraldas, ante más de 1.700 ilustres invitados, miembros de las Casas Reales de todo el mundo, amigos de la familia de Máxima y representantes de las principales instituciones del país.

La reina Sofía de España, sentada en primera fila junto al príncipe Felipe, muy cerca de la reina Beatriz y del príncipe Claus, pudo ver cómo se deslizaban por las mejillas de Máxima emocionadas lágrimas mientras sonaban las notas de «Adiós Nonino», tango compuesto por el legendario Astor Piazzola e interpretado ayer por el bandoneonista holandés Carel Kraayenhof, director artístico del Sexteto Canyengue.

Luego, la cantante de ópera Miranda van Kralingen interpretó el «Ave María» de Schubert y un coro entonó el himno nacional de Holanda, el «Wilhelmus», antes de que la pareja abandonara la iglesia en medio de los sonidos del «Aleluya» de Haendel.

Máxima también lloró tras dar el «sí quiero» al rubio príncipe. «Soy latina y seguiré siendo latina. Bailo y seguiré bailando. Seguiré cantando», dijo en una entrevista por televisión la semana pasada.

La iglesia en la que se realizó la ceremonia, sobria y carente de imágenes como exige el rito protestante, estaba adornada por miles de flores blancas de todas las variedades, regalo de la Asociación de Horticultores.

Pese a que muchos esperaban que s celebrara una boda ecuménica, los novios optaron voluntariamente por el matrimonio religioso según el rito de la Iglesia Reformada Holandesa.

Poco antes de que se celebrara la boda religiosa, el Príncipe heredero, de 34 años, y Máxima, de 30, -que se conocieron hace tres años en una fiesta en Sevilla (España)- sellaron su unión ante la ley en el edificio de la antigua Bolsa de Amsterdam, en una breve ceremonia celebrada por el alcalde de la ciudad, Job Cohen.

Los grandes ausentes fueron los padres de la novia, una decisión tomada por su progenitor, Jorge Zorreguieta, para atajar la polémica que se levantó en círculos políticos holandeses cuando se supo que había sido secretario de Estado durante la sangrienta dictadura de Jorge Videla (1976-1981).

Tanto el alcalde como el pastor protestante Carel ter Linden, que celebró la boda religiosa, aludieron a una ausencia que Máxima ha tildado en más de una ocasión de «muy dolorosa».

Representando a la familia Zorreguieta estuvieron los dos hermanos de Máxima, Martín y Juan, y su hermana Inés, de 17 años.

Un papel simbólico desempeñó el sacerdote católico Rafael Braun, amigo de la familia Zorreguieta, quien leyó en castellano un pasaje de la Biblia y formuló las preguntas a los testigos de la novia.

Ya convertidos en marido y mujer, bajo un sol radiante, los novios dieron un paseo en la carroza real por las principales calles de Amsterdam, donde les esperaban entre 60.000 y 80.000 ciudadanos.

La «carroza de oro», ofrenda del pueblo de Amsterdam en 1898 a la reina Guillermina por su coronación, es usada de forma habitual en actos oficiales por la familia real y también en las bodas de las reina Beatriz, su madre Juliana y su abuela Guillermina.

Casi 6.000 agentes, asistidos por policías expresamente venidos de Alemania, helicópteros y unidades especiales velaron para que ningún incidente arruinara la histórica boda, aunque no pudieron impedir que un espectador estrellara contra la carroza un proyectil con pintura.

La policía detuvo a once personas por altercados menores y siete de ellos fueron liberados varias horas después.

A lo largo del paseo en carroza y entre las ovaciones de alegría, pudieron escucharse «cacerolazos» al estilo argentino para protestar por el pasado político del padre de Máxima, desde hoy Princesa de los Países Bajos, Princesa de Orange-Nassau y Señora de Amsberg. (EFE / Reuters / Télam)

«Un vestido sencillo pero exclusivo»

Sólo fueron necesarias tres pruebas y tres meses de trabajo para confeccionar, totalmente a mano el vestido de novia, diseñado por el modisto italiano Valentino, que ayer lució Máxima.

El pasado verano (boreal), en su primer encuentro con el modisto romano, la futura reina de Holanda le pidió a Valentino que crease para ella un traje sencillo y exclusivo, cuyo carácter real se expresase a través de una larga cola.

Dicho y hecho: Valentino diseñó un traje de novia en seda mikado, de color marfil, para valorizar e iluminar su rostro, donde la cola de cinco metros tenía un papel de protagonista.

El vestido -de cuello chimenea y corte imperio- se acompañaba de un velo, en tul, que destacaba por la riqueza de sus bordados: flores, ramilletes y grandes bouquet, como en los preciosos velos antiguos.

En las últimas semanas, el traje con el que Máxima se presentó ayer al altar se había convertido en un secreto a voces.

Primero se descubrió el nombre del diseñador, Valentino, y días después la joven novia confesó que tenía una pesadilla recurrente: «piso el vestido, me enredo y me caigo», confesó.

Por suerte, nada de eso ocurrió. (ANSA)

Otro cacerolazo y una mancha para la carroza

La crisis argentina y los cacerolazos de protesta en Buenos Aires llegaron hasta Amsterdam, donde la carroza real en la que se encontraban los recién casados fue repentinamente alcanzada por un objeto, quizás un huevo o un globo con líquido dentro, lanzado por un grupo de manifestantes. El hecho ocurrió después de la ceremonia religiosa, cuando la pareja se estaba trasladando desde la Nueva Iglesia al Palacio Real.

El accidente ocurrió repentinamente. Todo iba muy bien, cuando en una calle antes de ingresar en una curva, la antigua carroza dorada pasó frente a un lugar donde se encontraba congregado un grupo de argentinos y holandeses. Con mucha puntería, uno de los manifestantes lanzó un objeto, probablemente un huevo, que se estrelló precisamente en la ventanilla del lado de la carroza desde donde Máxima saludaba con la mano levantada a la gente. De inmediato uno de los pajes que rodeaban a la carroza procedió a limpiar el vidrio de la carroza, que nunca se detuvo. (ANSA)

Ante los ojos de toda la nobleza mundial

Representantes de la nobleza de distintas partes del mundo confluyeron en la boda. Estos son los representantes más famosos que asistieron:

El rey Alberto II y la reina Paola de Bélgica junto al príncipe Felipe y la princesa Matilde, la reina Margarita II de Dinamarca, madrina de Guillermo Alejandro, junto al príncipe heredero Federico, el rey Harald V y la reina Sonia de Noruega así como el príncipe heredero Haakon junto a su esposa, la princesa Mette-Marit.

También el rey Carlos XVI Gustavo y la reina Silvia de Suecia, así como la princesa Victoria. La reina Sofía de España y el príncipe Felipe de Asturias. El sucesor al trono británico, el príncipe Carlos, junto a su hermano, el príncipe Eduardo y su esposa Sophie Rhys-Jones, condesa de Wessex.

Desde oriente llegaron el príncipe heredero Naruhito de Japón y la reina Noor de Jordania.

El príncipe heredero Alois y la princesa heredera Sofía de Liechtenstein, el Gran Duque Henri y la Gran Duquesa María Teresa de Luxemburgo, además del antiguo rey griego Constantino y su esposa Ana María fueron otros nobles presentes.

El Principado de Mónaco estuvo representado por el heredero Alberto de Mónaco y la princesa Carolina.

En tanto, los testigos de Máxima en la ceremonia civil fueron la reina Beatriz de Holanda; su tía y madrina, Marcela Cerruti, y su hermano Martín Zorreguieta.

Por parte del príncipe Guillermo, fueron testigos su hermano menor, Constantino y sus amigos Marc ter Haar y Frank Houben. (DPA / ANSA)

Una historia de «poder femenino» desde 1890

El trono de Holanda ha estado ocupado por mujeres desde 1890, fecha en la que falleció el rey Guillermo III, hasta el día de hoy.

Todo este período de «poder femenino» -cubierto por una serie de tres Reinas: Guillermina, Juliana y Beatriz- tocará, sin embargo, a su fin cuando, el primogénito de la reina Beatriz, el príncipe Guillermo suba al trono.

En 1898 fue investida la reina Guillermina, que contrajo matrimonio a los 20 años con Hendrick von Mecklenburg-Schwerin.

La celebración del matrimonio -el 7 de febrero de 1901- tuvo lugar en La Haya y fue la primera boda real que se celebró en el territorio holandés.

Su marido, Hendrick, fue también el primer esposo de una reina al que se otorgó el título de príncipe.La soberana y su esposo tuvieron, en 1909, una única hija, Juliana, en la que abdicó en 1948.

Siendo aún princesa, Juliana se casó en 1937 con Bernhard von Lippe-Biesterfeld y la boda fue seguida en directo por los súbditos gracias a un aparato nuevo: la radio.

Juliana cedió el trono a su hija Beatriz en 1980, el día de su 71 cumpleaños, diciendo: «Tarde o temprano los que envejecen deben enfrentar el hecho grave de que su fortaleza se desvanece y que es irresponsable seguir». (ANSA)


La argentina Máxima Zorreguieta y el príncipe Guillermo de Holanda sellaron ayer su unión con cinco besos en el balcón del Palacio del Dam. Fue al término de la ceremonia que los convirtió en marido y mujer ante los ojos de toda la nobleza mundial y millones de espectadores que siguieron por televisión el histórico casamiento.

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