Mensaje de la naturaleza
Carlos R. Navarro *

La sociedad se convirtió en especialista. Todos dan cátedra sobre el tema y recomiendan al unísono lavarse las manos; cubrirse la boca, la nariz; que estando en casa se evitan enfermedades.
La cuarentena sacó lo mejor y lo peor del ser humano. Muchos respondieron con respeto, teletrabajo, estudiando en casa, cumpliendo sostenidamente el proceso. Otros desobedecieron. Pensaron que son inmunes, que a ellos no les pasará nada. Cumpleaños, asados, festejos, abrazos y besos. Compartieron, lo que se hacía antes de esto. Se pagó cara tanta temeridad. Se perdieron vidas. Puso en valor el significado del hogar, desnudando en muchos lugares su ausencia.
El virus convirtió en esenciales a los médicos, al personal de salud; a los que limpian las calles. se los descubrió, se los veneró. Desnudó también la precariedad en sus funciones. También mostró la mezquindad del ser humano en toda su magnitud, como secuela de un capitalismo encarnizado.
Se aplaudió al vacío a héroes anónimos que se juegan por todos. Pero también se mostró violencia contra ellos por miedo al contagio.
Una movida mundial generada por un ser invisible. Pero su presencia está en las noticias, en las redes, en los muertos sin velar; en los fríos números que memorizamos; en las calles vacías; en los comercios cerrados; en las caras con barbijos.
Exigió al sistema de salud y la seguridad social todo su potencial. Se organizaron hospitales, lugares de atención. Logró que los profesionales de la salud marchen detrás de la autoridad competente. Algo que nunca había ocurrido habida cuenta de un ministerio ausente. Puso en dudas la inversión en salud ya que de nada sirvió la alta tecnología y la complejidad. El capital humano formado fue lo primordial. De nada sirven respiradores artificiales si no hay médicos y enfermeras que sepan usarlos. Ni los métodos complementarios de exámenes fueron de ayuda. La observación clínica es lo primordial. El acompañamiento y la palabra oportuna para los casos fatales redescubrió al médico bueno.
La sociedad está viviendo una película de suspenso, de incertidumbre, desconcertante. Amanece y busca información, ya no del tiempo, sino de la curva de infecciones, de los muertos del día. Las calles se encuentran vacías. El puma deambula por una villa local, sin el acecho de los humanos. Las cabras caminan por los barrios de Gales. Ríos llenos de peces que se ven desde la costa. Pájaros atrevidos. Incluso las flores tienen otro color, sin hollín y sin polvo en suspensión. El humano en sus casas, la naturaleza se recupera. ¿Será que la vida del ser humano ha de ser en confinamiento? ¿será ese el mensaje que nos da la naturaleza?
El virus señalo que la muerte está cerca. Una muerte seleccionada, como intentando dejar el mundo con futuro, respetando a los jóvenes. Muchos países aceptaron la decisión del virus y lo dejaron circular. Se sentaron a contar sus muertos. Se arrepintieron luego y tomaron medidas tardíamente.
La omnipotencia de estados y la soberbia de líderes políticos y sociales se hizo evidente. La ciencia claudicó frente frene al aislamiento, la higiene, el alimentarse bien, el autocuidado, la seguridad social, la información adecuada, la educación, los servicios esenciales cubiertos. Algo insoslayable en una sociedad.
El virus pasó de un animal a un ser humano. Se equivocó y saltó de un animal inferior o uno superior. ¿La presión del humano en su hábitat lo impulsó? ¿Fue voluntario o involuntario este pasaje? La realidad es que se instaló en el ser humano. Lucha por adaptarse a un nuevo organismo. Pasa de uno en uno, viendo cómo hacer para quedarse para siempre, para no desaparecer. Es su fin en la vida. Está con nosotros, a modo de emisario de la naturaleza descuidada y explotada por la ambición del hombre.
Tal vez se logre entender el mensaje. Tal vez los que queden aprendan. Aprendan a estar preparados para lo peor; a no especular con la salud y los insumos y servicios esenciales; a ser solidarios con los desprotegidos o los débiles; a no especular con los alimentos; a cuidar la salud, el bienestar social y el psíquico. Un pueblo con incertidumbre y necesidades no cubiertas se debilita. Aprendan a que hay profesiones que deben ser cuidadas y sostenidas en el tiempo; que la salud no es un gasto sino una inversión. Aprendan a mirar y respetar a los ancianos, ellos resguardan nuestra historia. Aprendan a cuidar el lugar dónde se vive.
El virus deja un mensaje claro: la naturaleza es sabia y hará todo lo necesario para sobrevivir. Y si la raza humana no se adapta a ella, lo hará notar. Allá desde muy lejos llegó el mensaje. No le importó raza ni condición económica. Atacó a todos por igual y se ensañó en los desprotegidos y débiles. Tal vez la sociedad pueda leer este mensaje. Tal vez pueda entender lo que dice: humanos paren con la omnipotencia, son vulnerables.
* Médico Especialista en Clínica Médica y en Psicología Clínica
Carlos R. Navarro *
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