Moda con mirada propia
Desde hace un año atrás y sin aviso, la bandera celeste y blanca apareció de golpe en remeras, ponchos estilizados, botas o ropa infantil marcando una tendencia que, según la socióloga Susana Saulquin, refleja una reafirmación de nuestra identidad, frente a la amenaza de disolución del país y el proceso de globalización del planeta.
Para Saulquin -especializada en sociología del vestir, subdirectora de la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil (1991-1994) y autora de «La moda en la Argentina» (1990) y «La moda, después» (1999)- se trata de una etapa pasajera en la moda, que como cuando se exageraron las hombreras, no tardará en desaparecer. Lo mismo que esa necesidad argentina de copiar, que desde la época de la emancipación nacional adoptaron las argentinas.
Pero ya desde mediados de los años 80, sostiene Saulquin, el diseño argentino comenzó a perfilarse en un proceso que se afianza día a día, al compás de la posmodernidad y de los avatares de la crisis. Jóvenes creadores se desembarazaron del corsé en el que estaba aprisionada la moda y sin miedos apuestan al futuro, a partir de una mirada singular… la nuestra.
-¿Por qué esta moda de los símbolos patrios, esta necesidad de reflejar la tradición argentina a partir de determinados íconos?
-Cuando surge una amenaza de disolución del país, el tema de la identidad resurge con mucha fuerza. A la gente le dio pánico lo que pasó a fin del año pasado cuando se desató la crisis económica y política. Una sensación de que el país no era nada. Y nuestro ego era tan grante. Teníamos una idea de solidez y de pronto todo desaparecía en el aire.
En moda los diseñadores se dieron cuenta hace tiempo de que no había una identidad. Me acuerdo que hace cuatro años Mariano Toledo llevó remeras a Europa con íconos argentinos (Gardel, Evita, el «Che»), los mismos que veías cuando te subías a un colectivo. Pero nunca ibas a ver una bandera. Los símbolos patrios estaban relacionados con lo militar. La patria fue un discurso militar y de ultraderecha. Todo lo que era símbolo patrio tenía tufillo a la cosa ultra nacionalista.
La moda, otro reflejo de nuestra identidad
Cuando pasó lo de Malvinas, la reacción más grande fue la del rock nacional; en moda apareció un movimiento de consolidación de lo nuestro que fue muy lento y desembocó en 1988 con la carrera de Diseño e Indumentaria Textil.
Pero la falta de identidad en la moda fue una carencia muy fuerte en esa década. Y en esto tuvo mucha importancia la guerra de las Malvinas, porque fue una época de desalineación con Europa, que nos cerró muchas puertas.
-¿Que se entendía por identidad en la moda?
-Se hablaba de la necesidad de identidad pero nadie sabía bien lo que era. Buscábamos en el pasado, en los símbolos, se buscaba la pata del gaucho, se buscaba la del aborigen y la del inmigrante ¿Cómo hacíamos una unión de todo esto? Me acuerdo de que en 1986 vino una periodista de «Le Monde» y me hizo una entrevista; yo todavía creía que las argentinas éramos muy elegantes y ella me hizo esta pregunta tan espantosa: «¿Son todas prostitutas las argentinas?»; ¿cómo?, le dije yo y me contesta: «hay dos impresiones, una que parecen de la Rue Saint Denis, y otra donde se recortan todas iguales: ajustadas, achorizadas, con cirugías estéticas -que no había tantas en esa época- y muy mal vestidas». Porque tenemos el mito de que estamos bien vestidas, pero es un mito, aparte de que hoy da vergüenza arreglarse, o vestirse elegante, de esto te das cuenta en un desfile, no se usa vestirse muy bien en la Argentina. Con la crisis se trata de pasar desapercibida. Entonces cuando una se viste mucho aparece como algo peyorativo.
-¿Qué quiso hacer Bettina Menditeguy con la marca «Sangre Argentina?»
-Es fuerte lo que hizo Bettina en Sangre, que es llevar a una clase social que nunca estuvo ligada a los símbolos patrios, y darles permiso. Es decir, hay que aclarar que históricamente el tema de la ropa estuvo sesgado por «lo paquete» y lo «no paquete». Lo paquete era la influencia inglesa, todo el mundo tenía pánico a equivocarse con un signo diferente. Sobre todo acá la burla era muy fuerte -algo que es herencia española- y estos elementos aprisionaron a la moda.
Las nuevas generaciones no entienden de eso, no pierden las energías en estupideces. Y en «Sangre» empezaron a atreverse, usaron los símbolos patrios, que eran también considerados cursis. Carteras con boleadoras, botas con bandera… Otro símbolo que me mostraron la otra vez en la ropa es el Sagrado Corazón de Jesús, algo a lo que hasta hace muy poco un diseñador no se hubiera animado. En la cultura de masas si eras diferente no servías, ahora podés poner el Sagrado Corazón y la bandera, que también es un símbolo de la globalización, supera la realidad de la Argentina. La gente se pinta la cara con los colores de sus países, se vio en el Mundial. Algo que seguramente no se usará el año que viene, pero va a quedar de manera residual.
-¿Era sólo una clase social la que pautaba la moda?
-Y sí. Me acuerdo de cuando Mariano Grondona fue el primero que contrató a Las Primas para el casamiento de su hija, esas de «los nenes con los nenes, las nenas con las nenas». Yo que trabajo con claves, dije «esto es una clave», hay un acercamiento social importante, que corresponde al fin de la modernidad. Las fronteras se diluyen, se disuelven.
-¿Cuáles son las nuevas tendencias?
-Ahora hay una tendencia al diseño pobre, a los años cuarenta, a una chica que venía con las valijitas de la provincia. En este momento con la desaparición de las clases medias, hay una polarización social. Yo prendí el otro día Canal 9 y me quedé horas viendo la cumbia villera, para ver cómo estaban vestidos.
Porque hay un corrimiento de la clase media -que era la que tenía pánico a no equivocarse- hacia una forma de vestir que está muy pautada por lo villero (el gorro, el jean con los buzos).
-¿Quién diseña el vestido de una sociedad?
-El grupo que tiene poder, algo que hoy no tiene la clase media. Y al no existir más la imagen de una clase, cae el pret-a- porter. Las formas de vestir se van separando. Ya no hay una moda, hay modas, tantas como grupos. Los piqueteros tienen poder, los villeros tienen poder…
-Y esto, ¿qué significa?
-El Fondo Monetario, gracias a Dios, dijo basta. El país entero era un derroche, una ficción; éramos narcisistas y nos han bajado el ego de un hondazo. Y con la ropa está apareciendo lo genuino. Los chicos van a hacer punta con el diseño, no tengo dudas. Ya vinieron compradores extranjeros, pero todavía no nos entienden muy bien porque no entienden a la Argentina, ni nosotros nos entendemos. Somos contradictorios, pero somos libres.
Hay muchas cosas increíbles que se han desatado, antes todo estaba con riendas. Creo que ahora se puede construir una sociedad diferente. Con muchos excluidos por la pérdida del trabajo, algo propio de la sociedad industrial. El problema de la organización social y el reparto de lo económico va a estar marcado por la creatividad. Una creatividad que no es la imagen, la cara, el vestido, la moda. Ya no importa la moda. (Télam)
El moño federal y los peinetones
Desde una perspectiva histórica, la moda en la Argentina tuvo muy poco protagonismo, ya que no hubo casi influencia indígena, los inmigrantes que llegaron en cantidades muy superiores a la población local, no asimilaron las costumbres del lugar, y una constante en el diseño desde la época de la colonia fue mirar hacia Europa y copiar.
La socióloga Susana Saulquin considera que el drama se sitúa entre dos viajes: «El de la llegada de los inmigrantes y el de los que emigran ahora. En el medio de esos viajes, la constante es la falta de identidad».
La identidad es poder, dice Saulquin, y menciona al moño federal y los grandes peinetones de carey, como los primeros elementos de identidad nacional. «El moño federal fue inventado por alguien el día que murió la mujer de Juan Manuel de Rosas, Encarnación Ezcurra. Tomó una cinta colorada e hizo la divisa punzó».
«Para mí la identidad es poder -reitera-, lo vemos en la política. La identidad de Rosas fue tan fuerte que marcó, tuvo una idea de nacionalismo a sangre y fuego, pero era la época del romanticismo, que siempre fue muy exagerado. Ahí aparecen también los grandes peinetones. De carey, hechos con los caparazones de las tortugas».
En cuanto a las dificultades para el desarrollo de un diseño argentino, Saulquin menciona que «la Argentina era un país muy pobre, tenía muy pocos indígenas -alrededor de 180.000- esto no pasó en México o en Perú. Al no haber una cantidad importante de aborígenes en lo que es hoy territorio argentino, no hubo una influencia en el tema de la moda o el diseño nuestro».
Contra lo que muchos creen, «el poncho no es de origen argentino, es una de las tipologías básicas de casi todas las civilizaciones del sur. Acá lo llamaban el haragán. La figura del gaucho es interesante pero tampoco es nuestra. Las bombachas son de Crimea», afirma la socióloga.
Con la llegada de los inmigrantes, destaca Saulquin, «hay que tener en cuenta la irrupción de 6 millones y medio de personas cuando la población de ese entonces era de un millón y medio, por lo que los recién llegados no pudieron asimilarse para nada. Había una cantidad de colectividades que, exceptuando a los italianos -que hablaban un cocoliche-, siguieron hablando sus idiomas».
Sin embargo, «había alguna idea, con el paisano en el campo y a comienzo de siglo con el tango… pero son como clichés, lo que falta de verdad es el tema de identidad. Ser idénticos a sí mismos. No somos idénticos porque vivimos copiándonos». Algo distinto pasó en Australia «que tuvo problemas similares a los nuestros pero tomó como identidad lo salvaje; nosotros entre civilización y barbarie elegimos el camino del medio».
La moda en la Argentina empieza a tener una presencia fuerte en la década del «20; «con el final de la Primera Guerra Mundial, se cierran las casas de moda en Europa y viene a la Argentina una cantidad de artesanos, que florecieron en los años «30, «40 y «50.
Las mujeres de los estancieros se compraban todo, podían gastar, pero la producción local era copia de París. Las mujeres eran buenas costureras pero no había diseño».
El diseño profesional, precisa Saulquin, empieza a mediados de los «80. «Con el cine se remueve el tema de la identidad, hay una búsqueda de cómo somos nosotros («La historia oficial»), con un movimiento muy de vanguardia de chicos que ahora están trabajando en Nueva York». (Télam)
El glamour que combina con la solidaridad
Pionero en las llamadas liquidaciones solidarias, en las que la gente para comprar una prenda en liquidación, tiene que entregar ropa, útiles escolares o alimentos no perecederos -según la consigna- Santiago Saez repasa las alternativas de una metodología que cobró gran impulso en algo más de un año de vida «La primer liquidación solidaria que hicimos fue durante 2001 (Resistencia Ona Saez), decidimos introducir un mecanismo por el cual la gente que quería comprar una prenda tenía que obligatoriamente donar otra para entregarla a las comunidades wichi del norte del país.
La idea original fue hacerlo con los onas -una especie de tributo al nombre- pero como en la Casa de Tierra del Fuego «no les interesó la iniciativa», fue a la casa del Chaco, y la idea tuvo una muy buena aceptación.
Saez recuerda que «la gente respondió de una manera espectacular, nos mandaron hasta una heladera y juntamos 65.000 prendas, y algunos electrodomésticos. Yo hice un monumento en el local de Paseo Alcorta, un homenaje a la gente que donó. Era una torre de unos veinte metros de alto. Y después trasladamos todo, nos ocupamos de que las donaciones llegaran a destino».
La segunda vez avanzaron un poco más. «La idea fue recolectar útiles escolares para las escuelas de frontera. También tuvo muy buena repercusión. Juntamos alrededor de 15.000 artículos escolares, porque ya no era ropa usada, sino que el cliente tenía que ir a comprar el útil o libro, pero igual la gente dijo sí e incluso muchos compraron ropa sólo por ayudar».
Y a continuación, también en el invierno pasado, «hicimos la campaña «Sentimientos no perecederos», en la que juntamos alimentos para hogares de ancianos.
Este año, la propuesta que impulsa la marca está dirigida «a comedores infantiles, donde concurren chicos de la calle de la Capital Federal».
«Quisimos mantener el compromiso de la marca -apunta Saez, porque ahora están de moda las campañas solidarias y generalmente nosotros como política nunca hacemos las cosas que están de moda. La consigna es reflejar la antimoda, pero esta vez me pareció que el compromiso con lo social tenía que seguir. Así como me parece fantástico que todos lo hagan».
Antes de comenzar con estas campañas solidarias, Saez había visto algo parecido en Francia; «no de parte de las marcas, sino de las casas de grandes creadores, como el caso de Martin Margiela en París, que hizo toda una línea de remeras para la lucha contra el sida».
«Lo que no estaba para mí desarrollado -subraya- era poner un negocio de ropa en un shopping como un nexo social, como que me sirva de vínculo entre la gente que tiene y la que no tiene. Es lo que más me interesaba, si la marca podía conectar a la gente».
Las imágenes del shopping, en el que se alternan en las vidrieras de la firma alimentos con diseños glamorosos ¿no parecen algo bizarras? «Sí, son muy fuertes, yo sabía que estaba jugando con fuego, porque estaba jugando con lo que la gente realmente desea. Porque de una manera u otra te tocan la intimidad, a mí me parece que la marca son las dos cosas y la gente lo entiende así».
«Aunque la gente va al shopping a olvidarse de la tragedia cotidiana, se da cuenta de que no vive en una isla. La realidad está en todos lados y hay que saber vivir con ella», considera el empresario.
Y menciona: «ahora tenemos menos mercadería para liquidar que antes, por lo que de alguna manera estoy condicionando la propuesta. Fabricamos muy justo y hay menos recaudación porque hay menos mercadería, aunque pensamos hacer una donación complementaria. Pero la respuesta de la gente no varió. Es siempre increíble».
Hijo de Carlos Saez, creador de una marca (Little Stone) cuando finalizó la guerra de las Malvinas -en la época de los «chetos» y los «rockeros»- pensada para los seguidores del rock nacional, Santiago Saez precisa los intentos realizados para encontrar un diseño genuino.
«Sobre todo en la década del «90 -cuenta- cuando la competencia con marcas llegadas de afuera como Zara o Mango, era muy fuerte y nosotros somos una fábrica familiar. Yo pensaba de qué manera podía establecer un producto único, auténtico, y empecé a desarrollar Argenmanía, que tuvo una vertiente testimonial».
Una iniciativa que desarrolló en remeras estampadas que contaban lo que estaba pasando con un poco de humor: «con índices de desocupación, otras decían basta de corrupción, setecientos cuarenta y siete milímetros en Blanco Encalada. Seguíme chango, con un chango vacío…».
Después vino una línea de imágenes, de grandes íconos, de Evita, el Che Guevara, Fangio, Monzón, Maradona; la intención fue revalorizar a los héroes, que al final en este país terminan siendo atacados por lo que fueron en su vida personal y en todo».
«También hice una línea de estampados con imágenes de la ciudad, con el puente de la Boca, con Caminito, colectivos, cosas tradicionales, otra (Herederos del caos) dirigida a chicos de 25 años. Y una con Juanita Viale (la hija de Marcela Tinayre) vestida con un jean con la bandera argentina. Alguien del Episcopado me mandó una carta para que dejara de mostrarla, pero no le hice caso», comenta.
«Ahora estoy trabajando con una línea de amuletos: San La Muerte, Pachamama, Ceferino Namuncurá, la ruda macho. Yo pienso que la gente tenía que convencerse de que en el diseño hay cosas increíbles y hay buenos materiales. La gente tiene que convencerse», agrega.
Y finaliza: «La construcción hacia una identidad se favorece con la crisis, porque uno tiene que apelar al ingenio. Este país es muy cómodo y en la fábrica pasaba que en vez de fabricar se importaba. Pero el talento está, así que se puede salir de esta encrucijada». (Télam)
Misterios y certezas
La vida está llena de misterios que van más allá de la definición de «infinito» o del «movimiento continuo». Si usted creía que iba a leer esta columna para distenderse está muy equivocado: dentro de algunos minutos terminará cargando sobre sus espaldas más dudas de las que hasta ahora tenía. Podríamos decir que es una dosis apropiada para disminuir ataques de jactancia sin causar efectos secundarios. Sin embargo, también le ofreceremos algunas certezas para que su vida navegue en un delicado equilibrio entre el asombro del descubrimiento y la sombra de la duda
Seguramente si hablamos de hablar al revés en este momento usted está pensando al»vesre» que es revés en lunfardo, pero no es un revés simétrico. El exacto revés de las palabras son los palíndromos como por ejemplo Menem donde el único principio que no abandonó fue la mayúscula pero que se lee mejor desde la derecha.
Ultimamente fue descubierto el palíndromo de Edipo: «Amame, ¡mamá!», como también los que aparecen en el ateneo literario de la página web de la barra brava de Chacarita: «Añoro roña» o «La turba brutal». Sin embargo existen palíndromos de cuarenta palabras y usted no lo sabe. Nosotros sí pero no lo publicaremos todavía -como dijimos antes- para resguardar su sano equilibrio entre dudas y certezas y que no caiga en la pedantería. Los argentinos descubrimos formas originales de hablar al revés de las cuales desconocemos el origen. Una de ellas es decir al taxista : «Es la cuadra que viene…» cuando en realidad nosotros nos movemos hacia ella y no la cuadra hacia nosotros. Y la más rebuscada es decir la hora por sustracción: son las tres menos veinte minutos. Que sería lo mismo que ir a la panadería y pedir un kilo menos doscientos cincuenta gramos. El ejemplo ha cundido porque en una cola del banco escuchamos a un docente rionegrino responder ante la pregunta de ¿cuanto ganás? «Ochocientos cincuenta menos la zona, menos el seguro, menos el decreto tal, menos el decreto tal y tal y menos el aguinaldo». No escuchamos la cifra pero la cara del interlocutor era lo más parecido a la conmiseración.
¿Usted sabe por qué cuando un paciente sale de un hospital se le da «de alta» y cuando un militar sale de un cuartel se le da «de baja»? Misterio. Sin embargo, el más moderno de los reveses parlanchinescos está en el fútbol. ¿Porqué se le llama torneo apertura al que empieza al final del año y clausura al de principio de año? ¿Los tangos se escribían sólo en invierno? ¿Por qué en los tangos las minas siempre dejan a los tipos en días de lluvia y después de caer el sol? ¿Las mujeres son más malas de Abril a Agosto? ¿Por qué en los cuartuchos de pensión siempre se rajaban de frío y nunca se morían de calor mientras se apantallaban con la Radiolandia o estaban hartos del olor a espiral?
En fin, demasiados misterios que vamos a equilibrar con algunas certezas que lo harán pisar fuerte en la vida y salir a la calle con vigor avasallante. ¿Usted sabe la última palabra del diccionario? Aquí se sacará esa duda que lo atormentaba y lo hacía quedar como un tonto en las charlas de café. En algunos es sworyking (Lexipedia) y en otros zuzón (RAE). Ecuatoriano tiene las mismas letras que aeronáutico. Pedigüeñería es la única palabra que tiene los cuatro diferentes firuletes del idioma castellano. Cinco es el único número donde la cantidad de sus letras igualan la cifra y oía tiene tres letras y tres sílabas. No nos diga que ahora no es otra persona.
Horacio Licera
hlicera@rionegro.com.ar
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