Nacionalismo de vacunas

Esta semana presenciamos la aceleración de los esfuerzos por inmunizar a la mayoría de la población mundial contra el coronavirus, tarea que podría verse socavada por la actitud proteccionista de algunos países, que buscan asegurarse las dosis para su población en lugar de colaborar con los esfuerzos multilaterales de sanidad. Además de representar una injusticia en términos éticos y humanitarios, la actitud podría poner en riesgo la lucha global contra la pandemia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) llamó este viernes a los países centrales a perfeccionar el proceso de vacunación contra el virus, autorizando nuevos fármacos, fomentando uniones entre países y empresas para acelerar el proceso y lograr más dosis, como ocurre en los países más golpeados de América Latina, evitando los nacionalismos excesivos. El lema es “más rápido, más eficaz y, si se puede, más justo”, señaló la organización.

Mientras algunos países ricos tendrán capacidad de vacunar a sus pobladores hasta cuatro veces, otros no podrán hacerlo ni siquiera a su población de riesgo este año.

Según alertó la Cruz Roja, hasta el viernes en el mundo se han inyectado unas 105 millones de dosis de vacunas en 82 países y territorios, pero casi el 75% se aplicaron en los 50 países más ricos, mientras que apenas el 0,1% fueron a los 50 estados más pobres. Organismos humanitarios señalaron que los laboratorios y empresas farmacéuticas, que normalmente compiten entre sí, deben abandonar esta lógica y aunar esfuerzos para aumentar drásticamente las capacidades de producción y distribución de las dosis, aun si esto significara resignar ingresos en el corto plazo.

Un pedido de India y Sudáfrica para suspender las patentes sobre toda tecnología contra el covid-19 se vio obstaculizado por el rechazo de países como EE. UU., Reino Unido, Australia, Japón, Noruega o la Unión Europea. La lógica es que tanto empresas como estados han invertido multimillonarias cifras en desarrollar estas vacunas y medicamentos, por lo tanto, priorizan el acceso de sus poblaciones a sus beneficios en medio de la tercera ola de contagios, garantizando además el retorno de las inversiones efectuadas.

Un informe de la Economist Intelligence Iunit (EIU), ligada a The Economist, señaló que tal desigualdad hará que mientras los países industrializados podrán inocular a sus ciudadanos más vulnerables a mediados de marzo y a la mayoría en junio las naciones de ingresos medios (entre ellos Argentina) no lograrán lo mismo sino hasta fines de 2022. Y en los países más pobres de África, Asia o América Latina esto recién ocurriría a finales de 2023. Es decir que, mientras algunos países tendrán capacidad de vacunar a sus pobladores hasta cuatro veces, otros no podrán hacerlo ni siquiera a su población de riesgo.

En medio de esta situación, se anunció el comienzo del programa del fondo Covax, impulsado por la OMS y organizaciones sociales, que pretende corregir desigualdades con la distribución de 2.000 millones de dosis en 92 países de bajos ingresos. Pero por ahora Covax solo se aseguró una pequeña fracción de dos laboratorios y prevé distribuir 241,2 millones de dosis en estos seis meses, de los cuales 32 millones irán a América Latina. Para Argentina eso significaría un extra de 2.275.200 dosis por fuera de los acuerdos bilaterales alcanzados con laboratorios.

Como se ve, estos programas solo son un insuficiente paliativo para un problema estructural, que podría tener graves consecuencias sanitarias, económicas y políticas a nivel global.

Masificar la vacunación en todo el planeta no es solo un problema moral, sino eminentemente práctico. Los expertos en salud advierten que mientras haya importantes fracciones del mundo sin inmunización será imposible cortar la cadena de contagios y muertes. Y se favorece la aparición de nuevas mutaciones del virus y variantes de la enfermedad que podrían hacer inútiles las vacunas y los tratamientos.

Sin acciones cooperativas y multilaterales urgentes para corregir estas desigualdades, solo se prolongarán la pandemia, las medidas restrictivas para contenerla y el sufrimiento humano y económico en todo el mundo.


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