Nada librado al azar: el diseño y la carta listos para degustar

Entre Panes en General Roca buscó un local para dar vida a una sandwichería gourmet, donde el exterior y el interior combinan lo antiguo y lo reciclado. Restó Zure en Neuquén dejó que una vivienda de principios de siglo pasado se desplegara a sus anchas, agregándole valor a través de la iluminación y el color.

La arquitecta que acompañó el proceso de Entre Panes, Viviana Arcos, comenta que buscaron un local con características constructivas rústicas que remitieran a un aspecto de almacén. Así el local se instaló en la calle España 1532 en una casa tipo chorizo original. Y le sumaron chapa negra y madera como elementos predominantes. Junto a ello los colores negro, blanco y bordó, y el aguamarina para las piezas gráficas.

La ambientación incorpora a la propuesta el uso de muebles comprados y rescatados de diversos lugares de la ciudad y otros traídos de distintas compra ventas de la provincia de Buenos Aires. Marcos antiguos, sillas y mesas de diferentes diseños en el interior y exterior, pizarras negras, empapelados de diseño, muebles de campo. Lámparas de pie, en conjunto con un criterio de iluminación baja, con luces cálidas, provocan una percepción de un ambiente tranquilo y ameno.

La premisa inicial fue rescatar el valor del sándwich para volverlo gourmet y agregar ensaladas, sopas, tartas, tapeo.

Los pisos de pinotea, aberturas y postigones de chapa de hierro y puertas interiores de madera.

Elementos cuidadosamente seleccionados y conjugados.

Zure, en su edición neuquina, Juan B. Justo 182, se instaló en una casa de 1920, y la ambientación se generó a través de la construcción original. “Aportó por sí misma el sentido visual de calidez y el efecto real de absorción acústica, características buscadas para este restaurante de cocina de autor”, afirma su arquitecta Marcela Herrmann.

Demolieron buscando integrar espacios, y decidieron que la instalación eléctrica se hiciera por fuera ya que la original estaba caduca.

Los ambientes, que son varios y no uno solo, de diferentes características, “y no había forma de unirlos, marcamos más sus diferencias pintándolos de formas y colores bien distintos: violeta, rojo, mostaza, lavanda, marrón, el naranja ‘Zure’, y algunas rayas”.

La distinción también está en la iluminación: cables colgando, portalámparas de obra atornillados a los cielorrasos y lámparas colgantes de los 70.

En el futuro se incorporará el patio, con un damasco y una enredara frondosa ideal para verano.

El diseño de la iluminación marca tendencia y crea identidad.

El local tiene 140 m² y cada uno de sus ambientes tiene sello propio.

Conservar elementos originales fue un gran acierto.


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