La “avenida de las costureras” está en el oeste neuquino

La calle Novella es el escenario de corredor de oficios. Tres mujeres que se ganan la vida con la aguja y el hilo cuentan cómo llegaron y qué arreglan. Dicen que ahora se repara más.

En la ciudad hay una calle que debería dejar de ser Novella para convertirse en la “avenida de las costureras”. En menos de tres cuadras, cinco carteles cosidos en las rejas de las casas ofrecen el servicio. Allí viven mujeres que hacen cientos de tareas pero hilvanan horas a su día para conseguir unos pesos extras. Modistas de manos pasadas por lavandina que recuperan el oficio de sus abuelas y pasan horas frente a a esa aguja que sube y baja. Sube y baja.

La historia del oficio puede nacer en el Paleolítico, hace unos 2.100 años, cuando se comenzaron a usar agujas de hueso y marfil o a principios del siglo XIX, cuando con el aumento de la demanda de ropa a la moda de los burgueses, surgieron las costureras ‘freelance’. Y llega hasta este 2018 a una calle del oeste neuquino, en la que varias mujeres ven cómo aumenta la cantidad de prendas para remendar.

Alicia Rosas es costurera desde que tiene uso de razón y cuenta que es un oficio que le entregó su abuela Olga Coeter. “Me enseñó a coser en su vieja máquina de pedal, que permanece en la familia. Mi papá me llevaba a perfeccionarme y con el tiempo me di cuenta que es lo que más me gusta hacer”, dice con emoción ante la presencia del recuerdo de quien le puso el hilo entre los dedos.

En este momento sostiene que hay trabajo todos los días y que creció mucho en el último año. Lo que más le llevan son arreglos de camperas –que muchas veces se abren debajo de los brazos– cambios de cierres y parches de mamelucos o pantalones de trabajo.

“El primer trabajo que hice fue un pantalón corto, a los 12 años. Y el que más recuerdo, el más lindo, fue cuando le hice un delantal a mi abuela con uno viejo que ella tenía. Ahora es parte de mi vida. Cuando tengo un rato libre voy, me siento y hago”, dice Alicia mientras se sienta frente a la máquina, ubicada al lado de sus ollas y su cocina.

Las costureras tienen la capacidad de crear desde cero y de arreglar cualquier desastre que se les ponga entre aguja y manos. Los precios de lo que hacen son bajos y por 50 pesos cambian un cierre o ponen un parche, pero al final del día con lo que juntan pueden pagar la comida.

Como si las Alicias invadieran la calle Novella o fueran las reinas de las máquinas, a dos cuadras de allí vive Alicia Roca. Ella también cada día se sienta frente a ese aparato blanco que repiquetea para sacar adelante a la familia.

“Hace 18 años que trabajo fuerte con la costura. Surgió en el 2001 cuando mi marido se quedó sin trabajo. Teníamos dos hijos de 7 y 8 años y había que salir adelante. Soy de Chos Malal y a los 13 años me llevaron a Plaza Huincul a trabajar de doméstica. Ahí aprendí a coser porque mis jefes me dijeron si quería estudiar corte y confección y lo hice dos años. Después el Rotary Club me dio otro año para perfeccionarme”, cuenta.

Desde ese día no dejó de coser. A los 18 ya tenía una casa de costura con otra señora al que le pusieron “Las 4 manos”. “No vivo de la costura, pero todos los días tengo trabajo para hacer”, dice Alicia y parece encarnar a Rosa de Lejos, la protagonista de la telenovela argentina de 1980 que retrataba el oficio de una mujer con la fuerza que identifica a muchas que luchan sin ficción.

En la casa blanca con el cartel que dice “Costurera” en letras cursivas vive Claudia Montiel. La vida de esta mujer, como la del resto de las costureras de la calle, acumula vestidos, cierres nuevos, pero también mucho esfuerzo.

“Hace diez años empecé a coser de nuevo. A mí me gusta hacer vestidos, trajes, disfraces, pero ahora la gente no gasta tanto en eso. Gastan más en arreglar la ropa, en angostar los pantalones, hacerlos chupines o parches. Si me traen dos o tres prendas les hago precio”, dice mientras saca un vestido de tul rojo para mostrar.

Claudia cuenta que en su caso aprendió sola, mirando canales de televisión. Hace tres años hizo un curso para hacer vestidos de 15 y le encantaría seguir creciendo en ese rubro. “Mi mamá cosía a mano. Nosotras solo mirábamos o hacíamos muñecas”, recuerda y muestra en sus palabras como de aquellas primeras puntadas que se transmitían entre mujeres, todas hicieron de la aguja una gran herramienta.

En épocas de crisis, la gente vuelve a arreglar lo viejo

La opción de volver a las cosas viejas y arreglarlas como una manera de ahorrar y disminuir los gastos siempre gana terreno en épocas de crisis. Zapateros, modistas y personas que arreglan electrodomésticos reciben más trabajo en sus talleres, pero en estos días los aumentos se llevan su rentabilidad.

Arturo González, es zapatero y trabaja desde hace años en la calle Santa Cruz. El hombre sostiene que “en las crisis siempre tenemos más trabajo. Yo pasé las de 78, la del 82 y siempre trabajábamos bien, pero ahora todos cuidan mucho la plata”.

Los insumos subieron mucho de precio y si se lo trasladan al cliente, no pueden pagarlo. Por ejemplo, una lata de cemento para pegar zapatos se pagaba 90 pesos y ahora sale 200. “Además tenemos socios que son CALF, Camuzzi, Rentas. Esta crisis no hago diferencia”, dice González.

En pocos metros

“Me salva para la diaria. No para comprar grandes cosas pero sí para zafar, para comprar la comida, frutas y gaseosas”.

Claudia Montiel. Hoy hace remiendos, pero le gustaría dedicarse a la alta costura.

“Cuando me siento a la máquina sé que lo hago para ayudar a mis hijos. No tomo mate, ni charlo, me concentro en las prendas”.

Alicia Roca. Volvió a la máquina cuando su marido quedó desocupado.

Hay más trabajo porque la gente no compra tanto. Manda a arreglar, achicar o modificar prendas de tiempos anteriores”.

Alicia Rosas. Su abuela le enseñó el oficio cuando era muy pequeña

Datos

300
metros separan al menos a cinco costureras. Todas viven sobre la calle Novella en el oeste de la ciudad.
“Me salva para la diaria. No para comprar grandes cosas pero sí para zafar, para comprar la comida, frutas y gaseosas”.
“Cuando me siento a la máquina sé que lo hago para ayudar a mis hijos. No tomo mate, ni charlo, me concentro en las prendas”.

Temas

Neuquén

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios