«No quería que ensuciaran los vidrios con sus deditos…»

Los camioneros que recorren largas distancias, aseguran con razón que el camión es su casa. Es que pasan muchas más horas arriba de sus moles con ruedas que con sus familias.

Y como a todos, les gusta estar cómodos en «su casa».

Las cabinas de los camiones son muy especiales. Todo brilla a nuevo, y cada camionero la «personaliza» a su gusto.

Es por ello que no es raro ver las sogas de las bocinas colgadas del techo, como en los camiones americanos, o hasta la manguera del compresor para sopletear el tablero… o para echar aire a las suelas de las zapatillas para no ensuciar adentro.

Otros, directamente, manejan descalzos, aunque aseguran que es para sentir mucho más el camión, tal vez como si fuera una parte más de ellos.

Gustavo, un camionero de Cipolletti, tiene en su camión Ford hasta una bola con espejos, como las que se usaban en los boliches bailables. «La verdad es que lo tengo bastante cabaretero», dice a tono de broma.

Es por eso que no cualquiera se sube al camión. Y para ejemplo, lo que contaba Francisco Robert. «Cuando mis hijos eran chicos, jamás se subieron al camión. No porque no les gustara, sino porque yo no los dejé. Era para que no me marquen los vidrios con los dedos…».

Pero los años pasaron, y todo aquello que no pudieron hacer sus hijos, lo hace su nieto. «Ese sí que fue el único», reconoce mientras se le ilumina la cara y hasta se olvida del calor.

Y en medio de toda la prolijidad, algo infaltable: el equipo de mate. Como para acortar los enormes viajes y hacerlos más llevaderos.

Nota asociada: Los camioneros sufren la falta de paradores con baños y sombra en el Alto Valle

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