Nunca es tarde para creer

El director Robert Zemeckis y Tom Hanks unen fuerzas en la adaptación de un popular cuento americano para crear este atractivo filme donde la técnica sorprende más allá de la simpleza del relato.

«A veces ver es creer y otras las cosas más importantes son precisamente aquellas que no podemos ver», afirma uno de los tantos personajes (en este caso, el guarda) que Tom Hanks literalmente «interpreta» en la fantasía animada «El Expreso Polar». El filme, dirigido por el siempre emprendedor Robert Zemeckis (responsable, entre otras, de «Volver al futuro» y de inaugurar la conjugación entre dibujos animados y seres humanos en «¿Quién engañó a Roger Rabbitt?»), se centra en esa Navidad (por la que todos atravesamos) en la que un niño pasa a ser consciente de que Papá Noel realmente no existe.

El guión de William Broyles, Jr., basado en el libro homónimo de Chris Van Allsburg, nos arroja a acompañar a un grupo de chicos descreídos, en una aventura con la que recuperarán el espíritu navideño y gran parte de esa inocencia perdida. «El fin de la magia es el año crucial» le informa el guarda de este tren tan especial al pequeño protagonista quien, minutos antes, esperaba pacientemente en su cama que sus padres dejen los regalos bajo el arbolito intentando hacerle creer, por última vez, ser aquel hombre con barba blanca y traje color rojo. El vehículo, que se desliza por rieles imaginarios sobre las calles abandonadas al silencio previo del 25 de diciembre en el invierno americano, irá visitando a todos los futuros pasajeros invitándolos a un pequeño periplo al Polo Norte. Ese lugar donde, supuestamente, vive Papá Noel, que les permitirá trucar realidad por fantasía, nuevamente, como en los albores de sus respectivas infancias.

Con un premisa simple la cinta aprovecha al máximo el cuento ya instalado en el imaginario popular estadounidense, debido al suceso del libro original, como lo hicieron recientemente, «Lemmony Snicket:

una serie de eventos desafortunados» (Brad Silbergling, 2004) y «Charlie y la fábrica de chocolate» (Tim Burton, 2005). Si bien el relato es perfectamente adaptable a públicos de otras latitudes no contiene, como las cintas nombradas, esa perversidad encantadora apta tanto para niños como adultos, sino que es una historia más clásica y, quizás, con un mensaje tan dulce, que por momentos, se vuelve empalagoso. Esto no le quita mérito a un filme exquisitamente construido, sin baches narrativos y con un tratamiento visual poderosamente atractivo.

El director lleva la técnica de la computación animada (CG) un paso más adelante luego de confeccionar un sistema mediante el cual los actores fueron filmados previamente creando los movimientos de sus personajes para luego ser «montados» en el proceso general y «transfor

mados» en figuras animadas. El resultado final es tan poderoso que, sobre todo en el caso de Hanks, se reconocen sus facciones y expresiones. El popular intérprete se mete en la piel (y también en la voz) de un buen número de personajes aunque es el del guarda ferroviario el que lo desnuda en su imagen física y sorprende por la perfección de su rostro y cuerpo.

Igualmente, hasta el momento, este tipo de animación no ha solucionado aún el tema de copiar la forma de caminar de los seres de carne y hueso, y a pesar de tantos avances, es el único punto que no ha encontrado la manera de emular a su hermano mayor: el viejo dibujo animado.

Con todos estos elementos, «El Expreso Polar» es, no sólo un vehículo para la consagración en otras áreas interpretativas de Hanks, sino que también es un proyecto interesante y más que entretenido, sobre todo para el público infantil. A medida que el tren se desliza y los peligros que deberán sortear el protagonista principal y sus dos nuevos amigos (una niña morena y un chico de origen humilde, para mantener la corrección política de actor y director) se suceden sin descanso; el mensaje enternecedor se desliza a través de la pantalla provocando una complicidad inmediata con los personajes.

La calidad de la animación permite olvidar su natural limitación y, por momentos, la sensación es estar viendo un filme con actores de carne y hueso. Más allá de la anécdota, simple y sin demasiadas sorpresas, el enganche pasa justamente por este ingrediente y eso le alcanza para convencer y exponer sobre la pantalla las cartas de un proceso creativo de una gran calidad.

Porque, como deja escapar de entre sus labios, la niña protagonista: «No importa a dónde vaya. Lo que importa es decidir subirse». (A.L.)


"A veces ver es creer y otras las cosas más importantes son precisamente aquellas que no podemos ver", afirma uno de los tantos personajes (en este caso, el guarda) que Tom Hanks literalmente "interpreta" en la fantasía animada "El Expreso Polar". El filme, dirigido por el siempre emprendedor Robert Zemeckis (responsable, entre otras, de "Volver al futuro" y de inaugurar la conjugación entre dibujos animados y seres humanos en "¿Quién engañó a Roger Rabbitt?"), se centra en esa Navidad (por la que todos atravesamos) en la que un niño pasa a ser consciente de que Papá Noel realmente no existe.

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