Día de maestros y maestras
Noches de serenatas docentes en el recuerdo. Un evento cargado de nostalgia, cariño y agradecimiento.

Todos los años invariablemente, el septiembre valletano reanuda el ciclo anual que comienza con el reverdecer de los sauces, el florecimiento de frutales, la largada del agua por los canales, habilitando la nueva temporada de riego, alentado por temperaturas más cálidas. Y es entonces que en la Plazoleta Sarmiento del canal “de los milicos” de Hilarion Furquet, o el viejo “paseo de la alameda” como se lo conociera a principios del siglo XX, o el lugar de la memoria en que se convirtiera con “el Rocazo” en 2022, se desarrolla un ritual: el del “11 a las 11”. Una cita obligada que reúne a un pequeño grupo de jubilados, jubiladas y activos docentes de Unter, en su día.
Como parte de esa ceremonia, después del protocolo de todo acto escolar, de himnos, discursos y ofrendas florales, se vive un momento de recogimiento espiritual, de introversión emotiva, profunda, silenciosa y colectiva. Tras el reparto de puñados de flores a cada uno de los presentes, recuperando un ritual antiguamente practicado por maestros y alumnos en las escuelas de “territorio” del siglo pasado, apoyados en ambas barandas del puente que atraviesa el canal, se arrojan las flores sueltas al agua, invocando en silencio con cada movimiento gestual, un nombre, un destinatario o destinataria ausente-presente, que vuelve a acompañarnos para completar la magia del encuentro.
Hoy por primera vez, como quien abre un cofre, un relicario, traigo a la memoria para compartir, una experiencia grupal festiva singular, que viviéramos un reducido número de docentes jóvenes y no tan jóvenes jubilados, dos generaciones contagiadas por el entusiasmo y la dicha de haber compartido la pasión transformadora de enseñar y aprender en las aulas y el ejercicio de luchar por el derecho a tener derechos. Los más jóvenes convocamos a quienes fueran nuestros maestros y resultaran en el tiempo, colegas y amigos, a revivir “serenatas nocturnas”, que les hiciéramos en los 70” después de congresos o asambleas significativas, cayéndoles de sorpresa en sus domicilios. La idea de “serenatas” fuera del marco del romanticismo que rodeara en general ese tipo de expresiones musicales, de tanta antigüedad y diversidad, surgió a la vuelta de mi primera estada en México en el 68”.

Las serenatas de “mariachis” con sus repertorios nativos y la oportunidad de haber recorrido los pintorescos callejones coloniales de Guanajuato y disfrutar las famosas “Estudiantinas de la Universidad” que salen a dar serenatas por las calles, nunca pensé que calarían tan hondo en mi espíritu. Ahora corría la primera década del año dos mil y coincidiendo con el cumpleaños de uno de ellos decidimos ir el resto guitarra en mano cerca de la medianoche, a cantarle a la puerta de su casa. Esto que comenzó ese día, se convirtió a lo largo del año en serenatas de complicidad sin aviso, para el resto de los miembros del grupo. Horas antes del evento nos juntábamos quienes agasajábamos, a improvisar estrofas alusivas al cumpleañero o cumpleañera, pintando su personalidad o trayectoria con humor y simpatía. Había un sentimiento tácito de alegría y emociones nuevas en cada encuentro.
En el tiempo comprendimos que se trataba finalmente de una despedida de reconocimiento y agradecimiento a quienes nos antecedieron en la tarea y nos brindaron con total entrega y compromiso todas sus herramientas y recursos, como su confianza con generosidad. Los homenajeados resultaron ser: José Manuel Garcia; Evelina B. de García; Edgardo Rubina; Carla de Rubina; Inés Miller, Italo Laría; Nelia V. de Laría. Quienes agradecimos: Mirta Pagani; Juana Abagnale; Leticia Bajos; Alicia Alcoleas; Clara Catoira y Roberto “Tony” Balmaceda.
Las flores echadas al agua llevan sus nombres y el de todos aquellos que permanecen en nuestra memoria y en nuestros corazones, en un recorrido que se renueva anualmente, con la vida que se reproduce con la llegada de la primavera.
*Docente e historiador de Roca.

Todos los años invariablemente, el septiembre valletano reanuda el ciclo anual que comienza con el reverdecer de los sauces, el florecimiento de frutales, la largada del agua por los canales, habilitando la nueva temporada de riego, alentado por temperaturas más cálidas. Y es entonces que en la Plazoleta Sarmiento del canal “de los milicos” de Hilarion Furquet, o el viejo “paseo de la alameda” como se lo conociera a principios del siglo XX, o el lugar de la memoria en que se convirtiera con “el Rocazo” en 2022, se desarrolla un ritual: el del “11 a las 11”. Una cita obligada que reúne a un pequeño grupo de jubilados, jubiladas y activos docentes de Unter, en su día.
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