¡El avión, el avión!

A finales de la década de 1970 se popularizó una serie de televisión llamada “La isla de la fantasía“ . Una isla en el medio del océano recibía periódicamente a grupo de personas en un pequeño avión, que era avistado por un personaje de muy baja estatura que gritaba “el avión, el avión“ . La visita a la isla tenía por objetivo cumplir las fantasías más raras, personales o alocadas, para los que pudieran pagar para ello.

El novelón del avión venezolano-iraní, armado a través de una operación política –mediática y de geopolítica internacional- es una versión aburrida y de muy bajo nivel técnico que alimenta “una fantasía»: obtener algún redito político para el sector de la oposición que se alinea con la agenda internacional de los EE.UU. y de algún otro país de Oriente Medio.

En realidad, el cuadro de situación es sencillo y conocido: los EE.UU. y otros países de Occidente imponen sanciones económicas y comerciales al grupo de naciones que no comulgan con sus intereses geopolíticos y económicos (por ej. Cuba, Irán, Siria, Venezuela, Rusia, etc.). Concretamente, se trata de países que pretenden ser soberanos, con su propio proyecto político, mas allá de lo aceptemos o lo rechacemos, cuestión que deberá decir cada pueblo de aquellos. Este el principio legal de la no intervención en los asuntos de cada país. Por cierto, para ser intervenido –en realidad para no ser soberano– debe haber una población, fuerzas políticas y económicas que acepten dicho statu quo. Hay por cierto decenas de países que ostentan esta condición.

Volviendo al avión, se trata de una nave de carga que fue adquirida por Venezuela a Irán, en el marco de la intensa relación comercial y política que une ambos Estados, los cuales intentan seguir comerciando bajo las intensas presiones y sanciones que le impone el mundo occidental liderado por los EE.UU. (corte del cable bancario para hacer transacciones, bloqueos comerciales, incautación de activos, listas negras de personas vinculadas a dichos gobiernos, etc).

El avión fue allanado sin orden judicial por la Policía Aeroportuaria Argentina, las habitaciones del hotel donde están alojados sus tripulantes también. Fueron confiscados sus teléfonos y sus computadoras, solicitados informes a organismos de inteligencia, Interpol, y nada hasta la fecha, ninguna orden de restricción emitida por Occidente; solo autopartes de vehículos trasladadas en la aeronave. A propósito, las autopartes son propiedad de la empresa francesa Faurencia, líder global en la actividad con más de 19 plantas industriales en Europa, EE.UU. y Sudamérica y más de 6.000 empleados. En nuestro país, en el año 2014, inauguraron una planta industrial que fue noticia en los grandes medios de comunicación –los que hoy responden a la agenda del “avión terrorista“- como una apuesta a la inversión en Argentina.

Desde hace 9 días los argentinos (agobiados por la inflación y otros sinsabores) estamos sometidos a una serie televisiva “de fantasía“ que ronda el terrorismo internacional, la AMIA (un atentado en que está probado actuaron funcionarios de inteligencia argentinos… pagados por Irán… ¿antes Siria?), el fiscal Nisman (¿ asesinado por un comando venezolano-iraní que llegó en Buquebús según una ex diputada nacional de discurso incontenido?), donde se dicen todo tipo de disparates e incluso ha merecido una sesión en el Congreso de la Nación.

Mientras tanto, a la fecha siguen los operativos en la “búsqueda del tesoro“ para encontrar algo en un avión de carga contratado por grandes empresas para transportar diversos productos por distintos lugares de Latinoamérica, con tres tripulaciones de venezolanos que están siendo entrenados para su uso por pilotos iraníes… porque el avión fue adquirido hace menos de 7 meses.

En la Argentina se ha montado una operación de geopolítica internacional de baja calidad, de la cual no son ajenas dos embajadas en Buenos Aires, que han intervenido en la operación junto con políticos locales y organizaciones vinculadas. Hay gente que, como en la serie “la isla de la fantasía“, pretende realizar las propias, gente que tiene poder y dispone de medios de comunicación para imponer su “lobotomía mediática“ cuando en realidad los debates de la Argentina son otros, más profundos, que requieren ser debatidos con seriedad, tratando de entender nuestra realidad y los cambios trascendentes que están en marcha en el mundo.

Pero claro, eso requiere que un país tenga un margen importante de soberanía que le permita manejar su propia agenda nacional e internacional.

No es nuestro caso.

* Docente en la Facultad de Economía de la UNco


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