Niños de oro, mundos de plomo
El talento precoz no es el problema, sino cómo esa particular condición se administra.

Hay momentos en los que el deporte parece más un espectáculo de prodigios que una celebración del esfuerzo humano.
En las últimas semanas, dos noticias nos deslumbraron por igual: una niña china de apenas 12 años, Yu Zidi, que nada más rápido que muchas adultas olímpicas; y un joven japonés de 16, Sorato Shimizu, que cruzó los 100 metros llanos en tan solo 10 segundos, estableciendo un récord mundial Sub-18.
Pero cuando uno se despega del asombro inicial y mira más de cerca, empieza a observar los bordes subyacentes de un fenómeno que se repite: la explotación del talento infantil bajo la máscara del alto rendimiento.
¿Cuál es la diferencia, en esencia, entre un chico que trabaja en condiciones físicas exigentes a cambio de una paga, y otro que lo hace a cambio de una medalla, una beca o una promesa nacional?
Hay una suerte de analogía entre deportistas de ese nivel con tantas exigencias y los niños que trabajan. No en una fábrica, ni en un taller clandestino, sino en piscinas o pistas de atletismo, bajo rutinas de entrenamiento que a veces duplican la jornada laboral de un adulto. A los 12 años, Yu Zidi nada bajo presión, con evaluaciones cronométricas y expectativas nacionales sobre sus hombros. No es una excepción: es una tendencia.
La Convención sobre los Derechos del Niño, establece que los Estados deben proteger al niño contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso. Por su parte el Convenio. 138 de la OIT señala en 15 años la edad mínima para trabajar, los países en desarrollo teniendo la opción de establecer una edad mínima de 14 años como medida transitoria, sin embargo, el mundo del deporte de alto rendimiento- muchas veces bajo el tamiz de la elección del menor- ha quedado fuera de esta conversación.
Entrenan como mayores, compiten como adultos, son tratados como símbolos. Pero aún no pueden votar, ni firmar un contrato sin un tutor.
El deporte ha sido históricamente terreno fértil para la propaganda nacional. La Unión Soviética hizo de sus gimnastas niñas un arma ideológica. Estados Unidos respondió con su propia fábrica de talentos juveniles. Y China, hoy, sigue esa línea con una maquinaria estatal precisa e implacable en cada nuevo juego olímpico, donde por un gimnasta o nadador, se pueden obtener varias medallas.
La aparición de Yu Zidi, convertida en celebridad nacional a los 12 años, es un acto político. Y aquí se produce un cortocircuito ético: el niño deportista deja de ser sujeto y se convierte en emblema.
“Sólo el tiempo va a decir si fue algo extraordinario o algo que no respetó procesos madurativos”, opina el entrenador de natación Jorge García, con la sobriedad de quienes conocen la trastienda del deporte.
El talento precoz no es el problema, sino cómo esa particular condición se administra. Existen formas responsables de acompañar a un niño o adolescente con talento: con límites de carga, con educación plena, con espacios de ocio, con entrenadores que entiendan que antes que atletas son personas en formación.
Lo que no puede seguir ocurriendo es esta naturalización del régimen de “niños de élite” sometidos a exigencias adultas. Porque en ese camino, muchos se rompen, física, emocional o psicológicamente.
Los niños no nacieron para cargar banderas, ni para ser herramientas de propaganda. Nacieron para jugar, para aprender, para crecer. Si en ese camino emerge un talento, que sea tratado por el mundo adulto y especializado, con la sutileza que requiera un ser en construcción, que aún es frágil.
Yu Zidi y Sorato Shimizu pueden convertirse en leyendas. Pero, ojalá, lleguen a serlo sanos, enteros, felices, sin que su niñez haya sido el precio de entrada al salón de la fama.
*Abogado. Prof. Nac. de Educación Física. Docente Universitario. angrimanmarcelo@gmail.com

Hay momentos en los que el deporte parece más un espectáculo de prodigios que una celebración del esfuerzo humano.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios