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Según lo veo…: Ahora comienza la parte más difícil

Con el apoyo registrado de casi el 56 por ciento del electorado, Javier Milei tiene mucho más derecho a creerse el representante principal de la voluntad popular argentina que los peronistas e izquierdistas que se han acostumbrado a atribuirse el papel así supuesto. Con todo, para llevar a cabo lo que la mayoría presuntamente quiere, que es un cambio de paradigma radical para que la Argentina salga del chaleco de fuerza político que le ha impedido hacer pleno uso de sus facultades naturales, necesitaría contar con el respaldo o, por lo menos, con la neutralidad de legisladores, gobernadores, intendentes y otros que hasta nuevo aviso continuarán dominando las instituciones del país y que, con la eventual excepción de los pertenecientes al Pro, son reacios a ayudarlo.

Si bien es probable que, a la luz de los resultados electorales algunos, quizás muchos, integrantes de “la casta” entiendan que les corresponde adaptarse a una nueva realidad, mientras no lo hagan, el gobierno que pronto asumirá correrá el riesgo de quedarse empantanado en agrias disputas parlamentarias justo cuando querrá avanzar con rapidez.

El proyecto de Milei difícilmente podría ser más ambicioso. Es mucho más revolucionario que el kirchnerista. Lo que se propone el Rey León es transformar la Argentina de un país de mentalidad estatista, de populismo sensiblero, en uno en que se dé por descontado que el destino de cada uno depende de sus esfuerzos personales. El presidente electo y quienes lo rodean pueden señalar que ya no funciona el modelo corporativista existente en que una proporción cada vez mayor de sus habitantes se ve subvencionada por una minoría productiva menguante, pero muchos están tan acostumbrados al orden tradicional que abandonarlo les será traumático.

Aunque el modelo que el peronismo consolidó está desmoronándose ante nuestros ojos y no habrá forma de conservarlo, quienes han sabido aprovecharlo para conseguir beneficios no vacilarán en acusar a Milei de haberlo destruido con su prédica y, más aún, con las medidas de ajuste que logre concretar en la primera fase de su gestión. Dirán que, motivado por el fanatismo ideológico y por prejuicios inconfesables, siempre ha estado resuelto a privar a millones de personas de sus derechos consagrados. No reconocerán que lo que procuren defender ya estaba agonizando antes de que asumiera y que intentar prolongar su vida por algunos meses más hubiera sido peor que inútil.

Si bien por un rato los paladines de lo que algunos llaman “la patria subsidiada” sabrán que sería absurdo tratar de culpar al libertario por una tasa de inflación rayana en la hiperinflación, el empobrecimiento de millones de familias, el vaciamiento del Banco Central y otras consecuencias de la gestión kirchnerista que fue coronada por el “plan platita” del ministro y candidato Sergio Massa, confían en que a Milei y los suyos les sea imposible mantener convencida a la mayoría de que el nuevo gobierno no ha hecho un aporte enorme a la debacle descomunal que está protagonizando el país.

Es de prever que el libertario inicie su período en la presidencia explicándoles a los legisladores y al país, de la manera más cruda, la extrema gravedad de la situación socioeconómica. No cometerá el mismo error que ocasionaría tantos problemas a su aliado Mauricio Macri, el que procuró minimizar las dificultades heredadas por suponer que sería mejor intentar seducir a los inversores en potencia asegurándoles que los problemas económicos que enfrentaba eran menores y que por lo tanto el país no tardaría en recuperarse. Con razón o sin ella, Macri cree que fue en aquel momento, cuando en efecto optó por una estrategia gradualista, que su gestión comenzó a flaquear, lo que permitiría que, merced en parte a la colaboración de Massa, los kirchneristas recuperaran el poder.

Hay teóricos que siempre han insistido en que la Argentina seguiría siendo cautiva del populismo hasta que haya sufrido una crisis tan terrible que virtualmente todos lo repudiarían. ¿Es lo que acaba de ocurrir? La contundencia del triunfo de Milei ha dado lugar a mucho optimismo entre quienes quieren creer que ha llegado a su fin una larguísima historia de frustraciones y que en adelante será gobernado por realistas férreos, pero sucede que la parte más difícil aún no ha empezado. Si bien el corrupto y pésimamente administrado modelo kirchnerista se ha derrumbado debido a lo que podría calificarse de sus propias contradicciones internas, al gobierno entrante de Milei le tocará emprender la tarea ingrata de construir sobre los escombros uno nuevo bajo el fuego de miles de militantes atrincherados en las reparticiones estatales que están decididos a resistirse.


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