Pilar Sordo: “La felicidad es una decisión”
Plantea que los latinoamericanos “viven anticipando la desgracia”.
“La felicidad es una decisión que implica entender que no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita”, sostiene la psicóloga chilena Pilar Sordo, que presentó en la Feria del Libro “Bienvenido dolor”. La obra está centrada en una investigación sobre el componente “dramático” de las sociedades latinoamericanas, proclives a concebir a la felicidad como un estado fugaz que antecede a la desgracia. La popularidad que despiertan hoy los libros y presentaciones de la autora de “Viva la diferencia” y “Lecciones de seducción” data de hace poco más de dos años, cuando uno de sus seguidores decidió subir al sitio de videos YouTube una de sus conferencias, generando al principio su enojo y luego perplejidad frente a una repercusión que después tuvo su correlato en las cifras de venta de sus libros. “Bienvenido dolor”, su quinta y flamante obra, trabaja sobre la hipótesis de que los latinoamericanos tienden a asociar a la felicidad con una instancia fugaz que los lleva a “vivir anticipando la desgracia” y a buscar recurrentes paliativos que van desde medicamentos hasta la exposición abusiva a las pantallas para diferir la angustia ante la “inminencia” del dolor. “Hay que terminar con la ilusión de que le podemos ganar al dolor. Eso es falso -explica Sordo en entrevista con Télam-. El dolor es inevitable, pero cuando entendemos que debemos transitarlo y liberar una gama de estados que van desde la rabia hasta la pena y la impotencia se logran varias cosas: pasa más rápido, disminuye, se da una suerte de control sobre lo que vives, y finalmente comienzas a rescatar el aprendizaje de lo vivido”. “El dolor no se termina, sino que convive junto a la felicidad. De a ratos se ve más uno que otro, pero siempre caminan en paralelo y depende de uno cómo va a estar el estado de ánimo”, acota. Según plantea Sordo en “Bienvenido dolor” (Planeta), la felicidad entendida como un entramado de vivencias que implican estar vinculados con el presente, recuperar la ilusión y dotar de sentido a lo que hacemos, es viable a partir de tres requisitos: la decisión de ser feliz más allá de las contingencias emocionales, la gratitud frente a circunstancias tan ordinarias como levantarse a la mañana y la voluntad de centrarse en lo que uno tiene y no en lo que falta. “Para vivir estas tres condiciones se requiere de otras como tener un buen soporte afectivo, buen sentido el humor y algún sentido de trascendencia ya sea Dios, naturaleza u otra cosa”, indica esta mujer de gestos afables que en los últimos días ha puesto a prueba la “eficacia” de sus formulaciones en la interminable agenda de presentaciones, entrevistas y sesiones fotográficas que han requerido de ella un repertorio casi extenuante de poses y gestos. “Hace poco estuve con un grupo de chamanes mayas con los que estoy empezando a trabajar mi próximo libro y me decían que el gran problema de la humanidad es que ha disminuido la capacidad para formularse preguntas a lo largo de la vida -señala-. La gente a grandes rasgos ya no se interroga por su felicidad o la de su pareja, o por lo que tiene necesidad de cambiar para estar mejor”. “Cada día nos preguntamos menos cosas y la sensación de funcionar en automático es mucho más alta. Y evidentemente, tomar la decisión de ser feliz todos los días pasa por hacerse preguntas y por generar espacios de reflexión”, apunta Sordo. “En las sociedades occidentales solemos rehuir del silencio porque genera preguntas. Creo que si nos hiciéramos más preguntas y respetáramos más nuestros espacios para escucharnos podríamos seguir consumiendo -porque es exquisito el repertorio que la modernidad te entrega- pero al mismo tiempo lograríamos manejar los tiempos y los alcances de ese consumo”, analiza. La autora de “No quiero crecer” atribuye parte del vacío y la “infelicidad” de la vida contemporánea al fenómeno que define como “la invasión de las pantallas”, aunque lejos de demonizar a la tecnología cifra sus consecuencias en la responsabilidad de los adultos a la hora de reglamentar la relación con estos dispositivos. “Carecemos de herramientas cognitivas y emocionales para disfrutar los beneficios de la modernidad -destaca-. La tecnología llegó y nunca nos dijeron cómo se usaba, pero a fin de cuentas el concepto de sociedad entretenida resultó muy cómodo para la vida actual. Así, nos quedamos enfrascados en este circuito de comodidad donde a los padres les queda cómodo que los chicos se entretengan con la computadora”. “Rescato la tecnología como un tremendo aporte pero exijo contrarrestar sus excesos haciendo uso de la voluntad, de la predisposición necesaria para apagar la televisión, para hablar con los hijos sin que esté establecida como ruido de fondo que termina produciendo la sensación de una interferencia peligrosa e inevitable”, subraya. A diferencia de muchos referentes del género de autoayuda que se presentan como gurúes inmutables, convencidos de haber encontrado la fórmula para autosuperarse y salir indemne de todas las situaciones dramáticas, Sordo sorprende con una módica fortaleza que irrumpe como resultado de una construcción laboriosa que no oculta los vaivenes de lidiar cotidianamente con el dolor y los duelos. “A veces cuesta mucho y más en estos momentos, ya que estoy pasando por un trance muy doloroso. Lucho para trascender la etapa más primitiva de la rabia y el dolor para aprender, sabiendo que cuanto más rápido aprenda esta lección, más rápido dejará de molestarme el dolor. Conozco los pasos porque ya los he atravesado muchas otras veces en la vida”, confiesa esta mujer de 46 años que hace algún tiempo acompañó hasta el final la agonía de su marido. “Detesto la soberbia de muchos libros de autoayuda, esos donde pretenden enseñarte a vivir. Nada más alejado de mí… ¡Con suerte me levanto todas las mañanas! -recalca-. Lo que puedo hacer es mostrarle al lector cosas que vi y estudié en Latinoamérica, pero de ninguna manera enseñarle algo. Uno nunca se gradúa de nada en la vida: somos eternos aprendices, buenos o malos pero aprendices al fin”. Sordo también realiza su descargo frente a las acusaciones por la “extrema” simplificación de los conceptos que trabaja en sus textos. “El lenguaje de mis libros es súper cotidiano. Y en ese sentido, el mayor esfuerzo intelectual es poder desarrollar un lenguaje simple”, se defiende. “Cuando cierta gente critica mi lenguaje porque lo siente poco científico, yo les contesto que no se dan una idea de todo el trabajo que hay detrás de bajar un concepto para que la persona que no terminó la primaria entienda exactamente qué es lo que quiero decir. Para mí sería más fácil hablar complejo, porque estoy entrenada para eso, pero a mí lo bonito no me conmueve”, argumenta. (Télam)
“Tomar la decisión de ser feliz todos los días pasa por hacerse preguntas y por generar espacios de reflexión”, apunta Sordo.
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