Platería criolla desde Bariloche a toda la Argentina

Gabriel Lamamí es un orfebre especializado en platería criolla. Trabaja en su taller sobre la costa del Nahuel Huapi. Desde ese lugar elabora creaciones que se venden en todo el país.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- La orfebrería, el arte de dar valor artístico a ciertos metales preciosos, llegó a Gabriel Lamamí como un legado familiar. Su padre era un joyero y grabador que trabajó durante muchos años en la Casa de la Moneda.

La vida desde un taller, los cinceles, las pinzas, los olores intensos, el calor de los hornos de fundición, el color profundo del lacre y el brillo del oro y la plata forman parte de su infancia y su juventud.

Así tomó contacto con uno de los primeros oficios que se conozcan. Museos de todo el mundo conservan obras de arte creadas por orfebres tanto en la antigüedad, en época de los faraones de Egipto, como en la Edad Media y en el Renacimiento.

En casi todos los casos se trata de piezas elaboradas con oro. De hecho la palabra orfebre tiene raíces en el latín en los términos «auri faber» que significan trabajador del oro, aunque por extensión se aplique a los que trabajan con cualquier metal considerado precioso.

En esta parte del planeta el oficio de los orfebres gestó impactantes obras de arte religioso en la América precolombina, en la América colonial y en la América libre.

Los primeros maestros plateros de los que hay registro en la historia de la Argentina tienen origen español. El arte de esos maestros fue pasando de generación en generación y dio entre sus principales variantes a la platería criolla.

Lamamí recuerda que, con la fundación de las ciudades más importantes de Sudamérica «se inició una simbiosis entre los artesanos nativos y los artesanos españoles, lo que derivó en el arte mestizo». El orfebre destaca que, a partir de 1650 nace una nueva etapa artística en el Perú con la incorporación del barroco. A esas raíces se remonta la platería criolla.

Las piezas elaboradas por plateros criollos fueron las que más atracción generaron en Lamamí desde su juventud: «Me di cuenta que era eso y no otra cosa lo que quería hacer».

Para meterse en este arte estudió con Marcelo Cuenca, un prestigioso orfebre que es tercera generación de plateros.

De su aprendizaje comenzaron a nacer todo tipo de piezas de arte criollo. A diferencia de su padre, que desarrollaba su oficio en pleno centro de Buenos Aires, Lamamí decidió instalarse en Bariloche, camino al Llao Llao, sobre la costa del lago Nahuel Huapi.

Desde las ventanas de su taller, ubicado junto a su casa, se obtiene una vista excepcional del Nahuel Huapi, sus islas, los cordones montañosos y el casco urbano de la ciudad.

Es el lugar en el que este orfebre y su ayudante Patricio hacen fundición, piezas únicas, y también piezas seriadas como pulseras, dijes, porta pañuelos y hebillas de cinturón.

La producción viaja a todo el país a través de Cardón, la mayor talabartería de la Argentina. Y algunas piezas únicas van al exterior en manos de distintas personalidades que visitan el país.

Algunas integran colecciones privadas de ex presidentes argentinos o son adquiridas para regalos empresariales.

Lamamí rota de mesa en mesa, de un sector a otro del taller, para transformar el metal que llega en pequeñas bolitas llamadas granalla en verdaderas obras de arte.

Funde la granalla en un crisol y, mediante una aleación con cobre llega a la plata 925. Esa plata fundida a altas temperaturas es volcada en un recipiente para convertirla en una chapa o en un lingote. A partir de ese momento se dan tres pasos: el forjado, el laminado y el cincelado.

Las chapas son trabajadas con un martillo para tomar distintas formas. Más tarde son trabajadas con cinceles durante interminables horas. El resultado: impactantes mates criollos, bombillas, cabezadas de caballo, cuchillos, candelabros y lámparas hechas con huevos de ñandú.

En algunos casos son piezas combinan la plata con el oro y tienen partes en marfil, ébano astas de ciervo o piedras preciosas.

Lamamí se apura en aclarar que la materia prima de sus candelabros son huevos sin vida desechados por los criaderos y astas de volteo. «No se utiliza materiales obtenidos por depredación».

Las lámparas y candelabros de huevos de ñandú elaboradas por el orfebre constituyen «una variedad única dentro de la platería criolla».

Piezas elaboradas por Lamamí son habitualmente exhibidas en el Museo Regional del Norte, en Salta, y en el Museo Isaac Fenández Blanco junto a las de un centenar de los mejores plateros del país. Otras, como uno de sus elaborados mates criollos, participaron en un remate de Christie`s a beneficio del Hospital Materno Infantil de Salta.

Intuición, oficio, artesanía, arte. Piezas que representan lo más profundo de la tradición campera en todo el país nacen en un taller enclavado en lo más bello del paisaje de Bariloche para viajar hacia toda la Argentina y el mundo.


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