Poemas, canciones y anécdotas en el adiós a Marcelo Berbel 11-4-03
Un duende revoloteaba en la tarde de la ciudad de Neuquén
Una obra que trascendió las fronteras
«Pintor de las cosas nuestras»
Los jóvenes de Huerque Ñuque Mapu, dirigidos por Asencio Paynemil, tributan su emocionado homenaje al maestro y músico fallecido. NEUQUEN (AN).- Versos, canciones, relatos y anécdotas. De qué otra manera podía despedirse a Marcelo Berbel sino desgranando emociones traducidas en discursos pronunciados en la inspiración del final. Ayer, el otoño preparó el escenario para el entierro de sus restos y, cuando el féretro cubierto con la bandera de Neuquén, salpicado de claveles rojos y crema y piñones, fue descendido para dejar la última imagen de la despedida, brotó de las gargantas anudadas el himno provincial. Su hija Marité comenzó a recorrer el texto de Osvaldo Arabarco en el ritmo musical compuesto por su padre, y se sumó al canto los que fueron a despedir al poeta, guitarrero y cantor. Hubo espacio para todo en la ceremonia del adiós a Berbel, fallecido el miércoles a raíz de una afección pulmonar, a los 78 años. Hasta para la risa respetuosa que generó el gobernador Jorge Sobisch, cuando a los pies del féretro recordó una noche de charlas, recuerdos y abundante vino, que tuvo entre otros a Berbel como protagonista. Familiares, allegados, vecinos y autoridades de la provincia y el municipio, en gran número participaron del velatorio en el Salón Verde del Concejo Deliberante, y del cortejo que tras pasar por el centro de la ciudad, trasladó los restos hasta el Jardín del Recuerdo. Las muestras de dolor de su esposa Rosa -a la que todos conocen más por «Chita»-, sus hijos Marité y Dante, hermanos, nietos y demás familiares, signaron los instantes últimos del velatorio. El salón donde se levantó la capilla ardiente se vio colmado de gente y donde desde la mañana temprano desfilaron numerosos vecinos que concurrieron para expresar sus condolencias a los deudos. En la mañana estuvieron Sobisch, Jorge Sapag, el ex gobernador Felipe Sapag, el diputado Julio Falleti, el concejal Federico Brollo y el presidente del Deliberante, Néstor Burgos. Doña Rosa y Marité en el último adiós al poeta de las cosas neuquinas. Tal vez como una invitación a asumir con resignación el doloroso momento y poniéndole una pincelada de comprensión a la despedida, Marité pidió silencio para leer unos versos que, no se sabe bien cuándo escribió el poeta: «Pliega el cóndor sus alas muy arriba, cuando el tiempo lo llama en el final, yo en cambio cuando pliegue mis cuadernos, espero que la vida eche a volar». Los jóvenes de la academia de danzas nativas Huerque Ñuque Mapu, que dirige Asencio Paynemil, ataviados con trajes típicos, le rindió homenaje acordonando el traslado del ataúd. La guardia de honor de los cadetes de la Policía se alistó en la capilla ardiente. «Estábamos preparando un homenaje en vida, pero no alcanzamos a brindárselo», dijo Sobisch abriendo su discurso en el cementerio. El gobernador también estuvo en el velorio y en el sepelio, acompañado de su esposa y junto al vicegobernador. Contó una anécdota con pinceladas de humor: «ésas son la cosas que construyen la vida de un poeta. Así como yo me veo reflejado en «Regreso al ayer», seguramente ustedes también se verán reflejados en sus versos», dijo Sobisch, para cerrar una larga serie de discursos -hablaron poetas y vecinos-, que había abierto el folclorista cordobés Roque Martínez, amigo entrañable de Berbel. «Quedará en el recuerdo de todos a través de su canto, su guitarra y una poesía que lo hizo trascender más allá de la provincia», dijo el vicegobernador Sapag. Recordó también una anécdota reciente, mate de por medio, junto al poeta en su casa. «Artista extraordinario, compositor maravilloso, hombre de visión crítica», así lo definió Víctor Heredia, comparándolo con otros reconocidos poetas populares. «Se ha ido una figura fundamental de la canción neuquino» (Naldo Labrín); «Me pareció un grande, lleno de magia de poeta» (Facundo Toro); «el exponente más alto de Neuquén en sentido popular» (Jorge Edelman); «se nos fue un grande, pero deja sus obras, que servirán de inspiración permanente» (Horacio Quiroga); «rescato un tema, «El Embudo», que León Gieco hizo «prender» en los chicos» (Alberto Felice).
Con Aguilar, «serían savia de pehuén» NEUQUEN (AN).- «Don Marcelo Berbel, como otro grande que fue Milton Aguilar, si se tuvieran que reencarnar, serían ambos savia de pehuén, nieve de la cordillera, agua del Copahue o algas del Domuyo. Fue un grande. Se nos fue, pero sus obras servirán de inspiración permanente». El intendente Horacio Quiroga fue uno de los más inspirados a la hora de hablar de Marcelo Berbel aunque hizo una muy particular metáfora de la reencarnación. Habló desde Buenos Aires, donde se encontraba realizando gestiones. Berbel «dejó marcada una impronta en nuestra provincia. Describía con el corazón, tanto el interior como la capital, reflejados en valsecito «Recuerdo del ayer». «Quiero resaltar al convencional constituyente municipal (1995), con quien compartí la tarea de la convención. Don Marcelo forma parte del alma de la ciudad, porque, como dijera Juan Julián Lastra, el alma de la ciudad existe», cerró. «Amado por los artistas» NEUQUEN (AN).- «Fue como (Armando) Tejada Gómez o Hamlet Lima Quintana, un artista extraordinario». Víctor Heredia se enteró de la muerte de Marcelo Berbel ayer en Buenos Aires, cuando iba en automóvil al programa de Mirtha Legrand. Y durante la emisión, comentó la noticia sobre la que minutos antes este diario le había pedido una reflexión. Facundo Toro, el hijo de Daniel Toro, se enteró precisamente mirando el programa de los almuerzos. «Fue un artista extraordinario, un hombre que tuvo una visión crítica, como los grandes poetas populares: Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana y tantos», afirmó Heredia. Y sostuvo que todos los mencionados fueron «desdeñados por los pseudos-intelectuales, pero querido, amado por los artistas. Una pena que se nos fuera», concluyó.
Un duende revoloteaba en la tarde de la ciudad de Neuquén
Una obra que trascendió las fronteras
«Pintor de las cosas nuestras»
Un duende revoloteaba en la tarde de la ciudad de Neuquén
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