Exclusivo Suscriptores

El gobierno de Alberto Fernández, cuatro años marcados por las internas y el inédito fenómeno de trabajadores pobres

Los cuatro años del gobierno del Frente de Todos estuvieron atravesados por las diferencias políticas entre el presidente y Cristina Kirchner. Complicado también por la pandemia de Covid 19 y la sequía del último año, la gestión peronista no logró resolver los problemas heredados del gobierno de Cambiemos.

Con el aval de casi el 48 por ciento del electorado en la primera vuelta, Alberto Fernández asumió en diciembre de 2019 la presidencia con las expectativas de superar los últimos dos años de recesión económica del gobierno de Cambiemos y resolver la devolución al FMI del préstamo tomado un año antes. Por decisión política de Cristina Kirchner, a la cabeza de la nueva administración quedaba un político clásico, con experiencia en el manejo del Estado, sin estructura partidaria propia, y la moderación como rasgo. “Volvemos mejores”, se repetía en la coalición pan-peronista renombrada Frente de Todos.

Alberto Fernández buscó desde un inicio darle una impronta política propia a su presidencia. Rescató “la ética de la solidaridad”, concepto tomado del expresidente radical Raúl Alfonsín. Entre las primeras medidas, se constituyó la llamada “Mesa contra el Hambre”, compuesta por políticos, empresarios y referentes sociales. Retomaba la fallida promesa de “pobreza cero” del gobierno anterior. La iniciativa rápidamente se empantanó. La impotencia fue una de las características de la gestión Fernández.

La pandemia de Covid19, a tres meses y poco de asumir, condicionó la gestión. Al comienzo, las medidas sanitarias contaron con la aprobación de la sociedad. El presidente llegó a compartir una foto junto al entonces jefe de gobierno porteño y opositor político, Horacio Rodríguez Larreta, y al gobernador kirchnerista Axel Kicillof como muestra de madurez frente a la catástrofe sanitaria mundial.

La continuidad en el tiempo de las restricciones terminó por asfixiar la economía, con una caída de más de 10 puntos del PBI (aunque es cierto que se protegió el empleo formal con los ATP y la informalidad con los IFE). El encierro de a poco fue desgastando el ánimo de la población. La foto en la quinta de Olivos del cumpleaños de la esposa del presidente en medio de la cuarentena y la filtración de un circuito vacunatorio VIP, quebraron la confianza con el gobierno. Los cacerolazos opositores volvieron a escena. No obstante, el gobierno alcanzó altos rangos de cobertura vacunatoria de la población, por encima de los estándares mundiales.

Abrumado por la pandemia, el gobierno tropezó políticamente con el intento y después marcha atrás de estatizar la quebrada cerealera Vicentín. Esto le valió el principio del quiebre con el kirchnerismo, el grueso de la base electoral del FdT.

En octubre, antes de cumplir un año de gestión, Cristina Kirchner habló de “los funcionarios que no funcionan”. Dos meses después, en un acto en La Plata, con el presidente y Sergio Massa (entonces titular de la Cámara de Diputados) a su lado, Cristina Kirchner fue más allá: “Yo no quiero que el crecimiento de 2021 se lo queden tres o cuatro vivos nada más. Y para esto hay que alinear salarios y jubilaciones, precios -sobre todo de los alimentos- y tarifas”, advirtió. El alineamiento no ocurrió.

La interna quedó expuesta brutalmente tras la derrota del oficialismo en las elecciones de medio término. Ante el quietismo de Alberto Fernández, Wado de Pedro, ministro del Interior, encabezó una serie de renuncias de funcionarios kirchneristas. En una carta pública, Cristina Kirchner le reclamó cambios a Fernández y hasta le propuso que el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, como nuevo jefe de gabinete, a lo que accedió el Presidente.

En el verano de 2022, en desacuerdo con los términos del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional firmado por el ministro Martín Guzmán, Máximo Kirchner renunció a la jefatura de los diputados oficialistas. La Cámpora, su grupo, no avaló el acuerdo en el Congreso.

La interna gubernamental se aceleró las salidas de dos piezas clave del staff presidencial: primero renunció el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, con fuertes críticas al kirchnerismo. Después cayó Guzmán. Tras un breve paso de Silvina Batakis, a principios de agosto asumió Sergio Massa el ministerio de Economía. Por pedido suyo concentró otras áreas del gobierno. El referente del Frente Renovador, un socio menor del FdT, quedó como mascarón de proa de un gobierno debilitado en lo político y en lo económico.

El rompimiento de las relaciones entre el presidente y la vice tuvo poco después una tregua cuando Alberto Fernández visitó a Cristina el día después del fallido intento de magnicidio.

La disputa continuó con contrapuntos públicos sobre cómo conducir el gobierno y el uso de la lapicera. El Presidente, desafiante, prometió internas para definir a su sucesor. También deslizó que él podría poner fin a la hegemonía kirchnerista.

La condena en el llamado Juicio de Vialidad, puso a Cristina Kirchner a la defensiva. Anunció que no sería candidata.

La descomposición del gobierno llevó a Fernández a desistir recién en abril con su forzada idea reeleccionista. Massa jugó las cartas para bajar competidores (De Pedro y Scioli). Con el apoyo de los gobernadores y la CGT, más el visto bueno de Cristina Kirchner y el presidente, quedó como candidato del grueso del oficialismo, con Juan Grabois a vencer en las PASO.

Massa, Alberto y Cristina fueron fotografiados juntos por el última vez, al inaugurarse en gasoducto Néstor Kirchner el 9 de julio. Después, el presidente y la vice se despegaron de la campaña electoral del oficialismo que estrenó sello electoral: Unión por la Patria. La derrota en el balotaje ante un adversario impensado poco tiempo antes, fue un baño de realismo. La vicepresidenta había apuntado el “fenómeno inédito” de trabajadores formales pobres en un gobierno peronista. La sequía histórica que privó al tesoro nacional de unos 20 mil millones de dólares por exportaciones del agro sumó tribulaciones al último año del gobierno. Pese al derrumbe de los indicadores sociales y económicos, la CGT no le hizo ningún paro general al gobierno.

El miércoles pasado Alberto Fernández se despidió del personal de la Casa Rosada. Con una copa en la mano, hizo un repaso de su gestión. Como si se tratara de un futbolista que perdió un partido y no de un presidente que deja un país con muchos problemas agravados, dijo: “Me voy con la tranquilidad por haber dejado todo”.


Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Comentarios

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora