Censo 2022: la hospitalidad recibió a los censistas en Bariloche
El sol dio un respiro a los censistas en una jornada muy fría. La mayoría se mostró sorprendido por el impacto de la planilla digital.
Agustina golpea las manos frente a una casa de la calle Villegas al 1000. Un perro comienza a ladrar enfurecidamente. Una mujer demora varios minutos en salir. Sin abrir la puerta, responde las preguntas del censo a través de una reja. El cuestionario no se extiende por más de 10 minutos.
Con solo 22 años, Agustina Calfín decidió anotarse como censista por primera vez porque le “convenció” la iniciativa. Cuando termina de entrevistar a la mujer, la joven se sienta en la vereda -no en cualquier lugar, busca el sector donde pega el sol porque el frío se siente-, para organizar sus planillas mientras aguarda que le abran de otra casa. “Tenemos que volver dos veces si no nos atienden”, aclaró.
De acuerdo a su planilla, le tocaba censar 33 viviendas pero contó que, “en la realidad, son menos porque hay terrenos grandes con casas que en la parte de atrás no tienen nada”.
“La mayoría llenó el censo digital. Me llamó la atención que nadie me pidió la credencial y te invitan a pasar. Por seguridad y por Covid, uno prefiere completar todo afuera aunque está frío y usar guantes incomoda para trabajar”, reconoció Calfín.
Mirta Vergara, de 69 años, esperaba a la censista con su teléfono celular en la mano en su casa ubicada en la esquina de Rolando al 1200. Cada tanto, se asomaba por la ventana. “Completé la planilla digital apenas salió la noticia”, le dijo a su censista, con una sonrisa.
“¿Alguien más vive con usted”, le consultó. “Estoy sola. Bah, con ella que me acompaña”, le respondió, señalando a una perra de color blanco que no paraba de ladrar. En seguida, la mujer le contó divertida que ayudó a varios familiares y vecinos a llenar la planilla. “Me dedico a esto ahora que estoy jubilada”, ironizó.
En el barrio 144 Viviendas, Mariana Salgado toca timbre. Apenas abren la puerta, se presenta: “Soy del censo” y exhibe su credencial. “Te estaba esperando; mi nieta ya me hizo todo”, señaló María Elena Carrasco, al tiempo que muestra el código de su planilla digital desde la pantalla de su teléfono.
Al consultarle por qué se anotó como censista, Salgado aseguró que “necesitaba un refuerzo”. “La capacitación fue perfecta, el problema es la numeración de las calles. No se de dónde han sacado los mapas pero la aplicación no se condice con la realidad”, explicó. Eso la demoró en el inicio del censo.
Por segunda vez, Guillermo Petroff se inscribió como censista. A media mañana, recorría las casas de la calle Gallardo. Golpea las manos por segunda vez y de una vivienda, sale una mujer acomodándose el pelo. Se quedó del otro lado de la reja y se dispuso a responder las preguntas.
“Me anoté porque me gustó la primera experiencia pese a que me mordió un perro. Igual quise insistir”, aseguró el hombre, una vez que finalizó de completar el cuestionario. Trabaja como docente de informática en dos escuelas.
Sentada en la esquina de Rolando y Neuquén, Silvina Suavet completa planillas. “Ya había censado la vez anterior. Me resultaba interesante saber y me encanta el contacto con la gente. Eso de que te abran y te pregunten cómo estás. Me llama la atención que estén despiertos tan temprano”, manifestó.
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