Precios y salarios revueltos
LA SEMANA ECONÓMICA
El risueño “blooper” que protagonizaron Cristina Kirchner y Gerardo Martínez cuando se anunció el nuevo salario mínimo, vital y móvil (SMV), revela hasta qué punto resulta complicado en la Argentina calcular el poder adquisitivo real de los salarios. El problema es que sin un índice oficial de precios confiable, toda medición se torna relativa y opinable. Es como si un nutricionista se dedicara a controlar el peso de sus pacientes utilizando una balanza deliberadamente alterada. Algunos números ayudan a graficar esta realidad. Cuando la presidenta de la Nación reprendió al titular de la Uocra por “dolarizar” el nuevo SMV a base de un inexistente tipo de cambio de 5 pesos (en vez del oficial de $ 4,65), cometió a su vez varios errores. Por un lado, es cierto que CFK suele jactarse de que la Argentina tiene el mayor salario mínimo de Latinoamérica, para lo cual necesita compararlo en dólares a la menor cotización posible. Pero también lo es que muy pocos argentinos pueden hoy adquirir dólares a $ 4,65, excepto que viajen al exterior (y ahora sin tarjeta de crédito); lo cual no es precisamente el objetivo de actualizar el SMV. Aún en esta hipótesis, sólo podrían comprarlos a cuentagotas debido al rígido cepo cambiario oficial. Sin ir más lejos, hasta el propio líder disidente de la CTA, Pablo Micheli –no invitado a la reunión tripartita reveló haber pretendido comprar 300 dólares para participar de un congreso sindical en Centroamérica y recibir autorización para cambiar sólo 456 pesos (algo menos de 100 dólares). Tal vez ahora deba preocuparse por alguna réplica de la AFIP tras ventilar públicamente su caso (ya le ocurrió al cineasta Eliseo Subiela), más que por haber anunciado una huelga para octubre ante el rechazo oficial a su reclamo de subir el SMV a 5.000 pesos mensuales. Otro error, compartido por Cristina y Martínez, es pretender comparar los 2.875 pesos del SMV –que sólo se harán efectivos en febrero de 2013– con el dólar de hoy. No se trata de una diferencia menor, si se tiene en cuenta que desde septiembre el nuevo valor es de 2.670 pesos. En este caso, el SMV equivaldría a 574 dólares al tipo de cambio oficial (o sea, al precio que no se consigue) y se reduciría a 418 al paralelo (de $ 6,38). Mucho menos que los 620 dólares calculados con la recomendación de CFK; o los 450 que surgen de dividir el SMV de febrero próximo por el dólar paralelo de la última semana. Sin embargo, salvo para la comparación internacional o regional, no tiene mucho sentido medir la evolución en dólares del salario mínimo. Lo que realmente importa es el poder adquisitivo real (o sea, descontando la inflación) de este virtual “piso” para los asalariados en blanco. Y esto se convierte en una virtual misión imposible con los inverosímiles indicadores del Indec. Desde que en 2007 comenzó a manipularse el índice oficial de precios (IPC), el SMV pasó de 980 pesos mensuales ese año a 2.300 pesos hasta el mes pasado, lo cual implica un aumento nominal de 134,7%. Para el período julio de 2007/julio de 2012, el IPC del Indec registra un alza de sólo 54,3%. De manera que comparado con la inflación oficial, el SMV arrojaría una fuerte mejora real. Pero ésta se convierte en un deterioro frente a los registros de las pocas provincias que llevan índices propios (como Santa Fe), donde la inflación trepó a 147% en el mismo lapso, o estimaciones privadas que la ubican en torno de 180%. Esto no significa que el salario real no haya recuperado posiciones, especialmente en los últimos cuatro años –salvo 2009- , cuando en la mayoría de las paritarias se acordaron aumentos iguales o superiores a la inflación “verdadera” (a menos que los ingresos fueran alcanzados por el impuesto a las Ganancias, cuyo mínimo no imponible está congelado desde hace 16 meses). Esta evolución provocó además una suba de los salarios en dólares, más que nada porque el ritmo de devaluación fue muy inferior a la tasa inflacionaria; entre otros motivos, para no realimentarla. Para muchos sectores, especialmente los exportadores, esto significó un mayor costo salarial en dólares que se tradujo en una menor demanda de empleo, compensada por el sector público. O bien –con el actual escenario de estanflación- en un progresivo avance de una proporción “en negro” en no pocas remuneraciones. Aún así, existen enormes disparidades entre jurisdicciones, tanto en materia de inflación como de ingresos reales (por ejemplo, los precios son más altos en la Patagonia que en el NOA), que tornan poco representativo actual el salario promedio de 5.200 pesos mensuales para el sector privado y de $ 5.800 para el sector público a nivel país. Según datos oficiales correspondientes a fin de 2011, las remuneraciones promedio del sector público nacional ascendían entonces a 8.600 pesos; se reducían a $4.373 para el sector público provincial y a $3.627 en las municipalidades (a excepción de la Capital Federal, con un promedio de $ 6.582). Menos representativo aún resulta el SMV, pese al revuelo político y mediático de los últimos días. Según varios especialistas, el nuevo valor de $ 2.875 para febrero de 2013 se ubica por debajo de los básicos en la mayoría de convenios colectivos del sector privado y tendría una incidencia marginal sobre las escalas del sector público. En sentido estricto, sólo es percibido por 113.000 trabajadores en blanco (menos de 2% de la fuerza laboral) y, en términos prácticos, sólo serviría como referencia para elevar el piso de algunos salarios en “gris” (parte en blanco y parte en negro), sin que ello signifique un avance para reducir el drama del empleo informal, que desde hace dos décadas no baja del 35% del total de trabajadores. No obstante y más allá del revoltijo de cifras y de internas sindicales, Cristina Kirchner logró el objetivo político que buscaba: “la foto” con los sindicalistas aliados al gobierno dejando afuera a los opositores, ya sea nuevos como Hugo Moyano o más antiguos como Micheli, quienes ahora buscan coordinar futuras medidas de fuerza. No sólo eso: también dejó en claro que la Presidenta es quien marca la cancha en materia de ajustes salariales (como vino ocurriendo en los últimos años, sólo que con Moyano en la vereda oficial). Una prueba de ello es que el porcentaje de 25% para el SMV es idéntico al promedio de las últimas y demoradas paritarias (sin siquiera redondear el monto final en $ 2.900), lo mismo que haberlo fraccionado en dos tramos de 16 y 9% con una diferencia de cinco meses. Aunque ello signifique reconocer implícitamente que la inflación no es el 9.9% que marca el Indec y en el que sólo el gobierno dice creer.
Néstor O. Scibona (*)
Comentarios