Pro aliados al frente, cónclaves germanos en el sur
Mas de 500 argentinos pro británicos combatieron por Inglaterra mientras simpatizantes del nacionalsocialismo hitleriano estrecharon filas en una Patagonia que todavía desconocía la gravedad de la barbarie que se avecinaba.
Pero Huntley, como Mambrú, se fue a la guerra, que no implicaba broma alguna ni estado de ánimo pasajero. Por lo pronto, este joven de sangre británica y bóer, era piloto, y como le sucedió a muchos argentinos hijos de británicos pilotos o no-, le fue imposible sujetar el impulso de alistarse en el frente la contienda europea. Huntley se incorporó como voluntario en la Real Fuerza Aérea (la RAF).
Simultáneamente, algunos de los hijos de alemanes residentes en Bariloche y de otras localidades patagónicas, tuvieron parecidos ímpetus. Pero la derrota final iba a sepultar cualquier vanagloria que más tarde nadie quiso desempolvar. Es otra historia.
Curiosamente, en los cenáculos iniciales de seguidores patagónicos del régimen germano, había más ingenuidad patriótica que vesania guerrera. Queda alguna fotografía con juventudes de camisas pardas, pañuelos al cuello y banderines con svásticas (foto de esta página antes de la Segunda Guerra Mundial y tomada en Comodoro Rivadavia).
Hasta ese momento, la propuesta chauvinista del Führer era un exceso. No para sus partidarios en la lejana Patagonia. Hoy no es posible encontrar fácilmente testimonios de los que viajaron a colaborar con el régimen. Más fácil seguir rastros de quienes llegaron después de la guerra bajo la cobertura del primer gobierno de Juan Domingo Perón.
Es cierto que muchos alemanes emigrados a la Argentina y que se afincaron en la Patagonia hasta fines de la década de los años '20 o poco más, no siempre comulgaron con las convicciones nazis.
Chauvinistas y renegados
Algunos adherentes iniciales, incluso, renegaron en plena guerra de sus primeros entusiasmos hitlerianos. Desde otra óptica, hay que admitir que cierta obsesión de post guerra por creer que todo alemán había sido un espía, ha tejido teorías exageradas. El caso más emblemático de Bariloche ha sido adjudicarle al desaparecido montañista y esquiador bávaro (y casi ermitaño) Otto Meiling, un rol de espía que no tuvo (por lo menos dos trabajos escritos han cometido ese indocumentado desacierto).
Vojko Arko, su mejor biógrafo, no pudo hallar predilección política alguna en semejante personaje que había sufrido las miserables secuelas de la Primera Guerra, que desdeñaba la civilización y se refugiaba en la Naturaleza. Su visión filosófica de la vida, como lo consignó Arko, era la de un eremita.
En cambio, muchos de los voluntarios anglo-argentinos, como el cordobés Claudio Tito Whitington que también combatió en la Segunda Guerra Mundial (SGM) piloteando aviones y confesó, ya viejo, a periodistas, que a los voluntarios los impulsó el odio generado por la soberbia y decisiones expansionistas de Adolfo Hitler. A tal punto que Whitington planeó bombardear la residencia veraniega del propio Führer. Los caprichos de la vida llevaron a este cordobés, ya veterano, a hacer transportes aéreos a Puerto Argentino durante la Guerra de Malvinas, cuando los ingleses no recordaran, claro, a los centenares de argentinos voluntarios de lucharon en sus filas.
Los investigadores bahienses Claudio Meunier y Oscar Rimondi (en adelante M&R, autores del libro «Alas de trueno» editado en 2004), lograron armar un listado de 522 argentinos que combatieron como oficiales de la RAF entre los que figura Huntly Fraser Macdonald, aunque no lograron incorporar una semblanza de este personaje nacido en El Maitén, que vivió también en Bariloche y en Paso Flores.
Vale la pena adelantar que, de todos esos pilotos que se embarcaron en el puerto de Buenos Aires con juvenil entusiasmo pero incierto futuro, 122 murieron en combate, otros volvieron y otros se afincaron en Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Nueva Zelanda.
Durante la guerra combatieron en distintas escuadrillas, se entreveraron en la famosa e interminable batalla aérea de Londres, o comandaron bombardeos contra las posiciones alemanas en la Europa ocupada; también cumplieron incursiones heroicas, consiguieron condecoraciones honrosas, se inmolaron o desaparecieron cayendo al mar o estrellándose en parajes desconocidos. Los pilotos de la RAF tenían un paradigma difícil de emular: Douglas Bader, el piloto sin piernas, accidentado haciendo acrobacia, precisamente en 1939 y en un paréntesis de los entrenamientos previos al estallido de la SGM, justo cuando estaba por debutar en Los Blue, un seleccionado de rugby de toda Gran Bretaña.
Fair play y fuga
Bader emprendió una titánica rehabilitación con prótesis en cada pierna, volvió a caminar, enamoró a una enfermera, se casó, y sino volvió a jugar como el excelente medio-scrum que fue en su deporte predilecto, llegó en cambio a perfilarse como un jugador de golf temible. En la guerra aérea, Bader fue un piloto temible, comandante de escuadrillas y protagonista de proezas. Impactado su Spitfire, ya en caída, intentó saltar pero una pierna quedó atrapada. Con sangre fría se desacopló esa pierna ortopédica que se fue en picada sujeta al avión abatido, y Bader se salvó en paracaídas. Pasó a ser el prisionero más admirado de los alemanes.
El comando alemán prometió y acordó no atacar al avión que ingresara en su espacio aéreo para lanzar un paracaídas con la pierna de repuesto idéntica y con las medidas de Bader que conservaba la fábrica. Fue quizás la única actitud «fair play» del momento. Pero como a todo combatiente le es legítimo evadirse, Barder, apenas pudo, fugó y volvió a la batalla aérea (su vida fue llevada al cine, murió en 1986 y hoy, su casa rural casi un castillo- en Yorkshire es un suntuoso hotel cuyas habitaciones nominadas con distintos aviones de combate de la SGM).
Su émulo del otro bando o el contra Bader- fue el piloto alemán Hans Rudel, un héroe de la Luftwaffe que, accidentado debió volar con una pierna ortopédica. Combatiente del aire predilecto de Hitler, a bordo de su Stuka, destruyó 519 tanques rusos y mandó a pique al acorazado Marat. Llegó a la Argentina en 1948, vivió en Villa Carlos Paz, domicilio que figuró como socio en los anuarios del Club Andino Bariloche desde 1950 a 1954, y aún algunos viejos esquiadores de Catedral lo recuerdan cojo, pero esquiador sin problemas. Claro que el paralelismo hay que hacerlo entre Bader y el patagónico Macdonald, una conjetura que serviría para hallar ciertos caprichos fácticos que se aluden más adelante y en nota próxima. El muchacho de El Maitén se incorporó a la fuerza aérea británica como «Flight Lieutenant RATVR» o sea teniente de vuelo de la Real Fuerza en las filas de la reserva voluntaria. Otras de las curiosidades que se vinculan con la incorporación de Macdonald a la RAF, es el alistamiento de una mujer criada en Pilcaniyeu y que actualmente vive en Inglaterra, además de un estanciero bonaerense cuyo segundo apellido (Larminat) pertenece a una familia con añoso asentamiento en la región andino patagónica.
De Bader a Macdonald
Bader estaba haciendo su rehabilitación cuando Macdonald, seguramente ya hacía su entrenamiento para entrar pronto en batalla. Eso sucedía en la primavera europea de 1940 cuando las tropas alemanas, sin saberlo, claro, y justo en el 130º aniversario de la Revolución de Mayo, estaban por tomar Boulogne Sur Mer, donde casi 90 años atrás había muerto José de San Martín. Fue al año siguiente que Huntly Macdonald intervino en las casi cotidianas incursiones sobre los territorios ocupados por los alemanes.
Sus cartas llegaban espaciadas a Paso Flores. Cuando el semanario La Voz Andina se hizo eco de la que anunciaba un ascenso, se conoció también algo de su percance mayor. Decía la nota del 7 de marzo de 1942 que «periódicamente se fueron recibiendo sus noticias y en las últimas llegó la buena nueva de su ascenso a oficial piloto, como premio a su brillante actuación en combates de escuadrilla, (y) habiendo sido herido en acción de guerra, se halla completamente repuesto de las heridas sufridas, enviando un afectuoso saludo a todos los amigos de Bariloche».
¿Cuál había sido la acción de guerra en que cayó herido? Alguna precisión se divulgó por la misma publicación en 1948, cuando la guerra llevaba más de dos años de concluida y Macdonald había llegado con dos condecoraciones, pasado los últimos meses en restablecer la vida que llevó con sus amigos de Bariloche. Recordó, claro, la última fiesta antes de marchar a la guerra: la del hotel Suizo cuando coronaron a su prima Irene Bresler, como la más bella de Bariloche.
Las incursiones de ataque y bombardeos más dramáticos los había cumplido a fines de 1940 y parte de 1941 sobre territorios de Francia y Bélgica ocupados por los alemanes. En una de ellas su aeronave fue alcanzada por el fuego enemigo e inmediatamente «ordenó el descenso de la tripulación (de combate) en paracaídas tratando él solo de salvar el avión mediante un aterrizaje que realizó en un campo arado, lo que motivó el capotaje y las lamentables consecuencias de resultar Macdonald con las dos piernas fracturadas». Parecido a lo de Bader, aunque con mayor fortuna, en combate y no haciendo acrobacia. Pero la suerte, se sabe, no es una constante.
(Continuará)
FRANCISCO N. JUAREZ
fnjuarez@sion.com
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