¿Puede Harry Potter transformarse en

La segunda parte de “Harry Potter y las Reliquiasde la Muerte” concluye un ciclo cinematográfico que difícilmente apague la figura y la influencia del joven mago en las nuevas generaciones. Harry Potter es un personaje de una potencia pocas veces vista en la extensa historia de la literatura infantil.

Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar

Las lágrimas que Severus Snape derramó segundos antes de cerrar sus ojos por siempre jamás le revelan a Harry Potter su dramático destino. Harry comprende ahora –y con él todos nosotros– que su laberinto no tiene salida.

Con el aplomo y la tristeza que le confiere esta sabiduría se enfrenta a lord Voldemort en el Bosque Prohibido.

Ante la figura de un Harry Potter desarmado y exhausto, el malvado lord dispara el tiro (perdón, el hechizo) del final, el que transportará a Harry a un insondable más allá. La muerte. ¿La muerte?

Como el Neo de “Matrix”, Harry despierta en una dimensión paralela que puede ser un sueño pero también una rara especie de realidad. Depende del cristal con que Harry mire el asunto.

Aquellas lágrimas le habían indicado a Harry que el mal y el bien trabajan en oficinas distintas pero duermen juntos. Una parte de lord Voldermont latía en él, en Harry. Esto explica el vínculo de Harry con la serpiente. Entre otras cosas.

La única salida para Harry es la resurrección. Pero para resucitar, como bien sabemos, primero hay que palmarla. Y el joven mago la palma.

El resto es historia conocida. Millones y millones de lectores y espectadores lo confirman. Es difícil dimensionar en este preciso momento en qué se convertirá con los años la saga escrita por la autora británica J. K. Rowling. La propia historia de esta mujer, una de las más ricas del planeta, es de por sí un jugoso material para el guión de una película y unos cuantos libros.

El mundo después de Harry

Sin embargo, es factible suponer que las aventuras de Harry alimentarán imaginarios generacionales, del mismo modo que lo han hecho ya otras obras clásicas de la literatura. ¿Tendríamos la misma concepción del amor romántico de no ser por la desventurada relación de un tal Romeo y una tal Julieta de un tal William Shakespeare? ¿Seríamos capaces de aceptar el concepto de “vida cibernética” del modo en que lo hacemos de no mediar el relato “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de Phillip K. Dick? De hecho, es muy probable que la palabra y el concepto de ciberespacio aún estuvieran durmiendo en algún limbo impreciso sin la colaboración de William Gibson y su novela “Neuromancer”. O, yendo un poco más lejos, ¿cómo sería hoy la humanidad sin la presencia abismal de esas obras sagradas y literarias que son la Biblia, el Corán y el Sutra de Benarés?

A pesar de su escasa edad, hablando en tiempo literarios, Harry Potter, más temprano que tarde, se transformará en un clásico de todos los tiempos. Será venerado. Será estudiado. Será revisado como lo han sido y lo serán “El Quijote de la Mancha” de Cervantes y “El Aleph” de Borges (que dicho sea de paso anticipaba internet).

El punto es que pese a que Harry Potter comparte similitudes con otros libros (y su película lo hace con otras películas de ficción), hay algo que diferencia a Harry de su contexto y del pasado literario infantil. Es la forma en que Harry Potter ha cautivado a su público. Los jóvenes (y, en algunos casos, los pibitos) son profundamente devotos de sus artes. Podría decirse que es la obra “adulta” (porque Harry Potter está bastante lejos de encuadrar dentro de las normas del género infantil) que más niños han leído en la historia de la humanidad (desde que la humanidad escribe historias, claro).

Y es aquí donde el secreto de su éxito como libro, como producto, se vuelve un enigma poderoso. De cómo J. K. Rowling, una madre soltera, triste y sin un peso en el bolsillo, comenzó a perfilar la biografía de un mago que iba a dejar su huella en una sociedad convulsionada.

La saga de Harry Potter no resulta tan accesible como uno podría suponer tomando en cuenta la edad de sus adeptos. Su estructura literaria contiene decenas de personajes, escenarios, hechizos y formas estéticas que hacen de su lectura y su memorización una tarea intelectual con mayúsculas. Poco a poco Harry Potter va adquiriendo la categoría que tiene hoy un clásico del género fantástico como “El señor de los anillos” de Tolkien (otro escritor con J. adelante). Y se acerca también al clásico del cine “La guerra de las galaxias” de George Lucas.

Ambas historias han ganado con el paso de las décadas la categoría de cuasi religiones, con valores y conceptos filosóficos propios. Con clubes y organizaciones permanentes cuyas creencias se ramifican a los estratos más íntimos de las vidas de sus miembros.

Algo de esto trataron de hacer los hermanos Wachowski con “Matrix”, una película que se prolongó en un sitio de internet donde se reflexionaba sobre los tópicos filosóficos –la diferencia entre realidad corporal y realidad virtual, por ejemplo– que expone la película.

Pero la magnitud y la potencia de Harry Pottter en su manera de entender el mundo supera con mucho los devaneos psicológicos de Neo.

Harry Potter va camino de hacerse de un lugar permanente en los pensamientos primarios de millones de personas. Las ideas adjudicadas al personaje no son ni serán insignificantes para la civilización contemporánea.

Y si hay un hecho que sirve para fundamentar esta afirmación de corte futurista es que, antes que nada y sobre todo, Harry Potter es una historia que se lee, se aprende como un mantra y después se refuerza en la imagen proyectada por el cine, en un mundo que cada día hace exactamente lo opuesto (cuando lo hace y lee).

Okey, hay quien no ha leído ni leerá Harry Potter pero es una multitud la que ha seguido este camino cerebral desprovisto de imágenes preconcebidas.

¿Qué nos dice la experiencia del mago? J.K. Rowling elaboró un entramado complejo, un mapa de situación que merece atención y no poca memoria. Harry nos habla de una realidad que es atravesada para bien y para mal por otras realidades (del mismo modo en que Murakami enlaza dos tensiones paralelas en su magistral “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”).

Nos habla de una fuerza positiva que debe sobreponerse a una fuerza negativa que persiste en acosar el statu quo. Y nos habla de la magia. La magia como un elemento crucial y definitivo de la existencia humana y no humana.

En el último diálogo que mantiene el joven mago con su maestro Dumbledore éste le dice: “Las palabras son nuestra fuente más inagotable de magia, capaces tanto de infligir heridas como de sanarlas”.

Esta máxima podría ser la piedra basal de una nueva filosofía o, sí, de una nueva religión dentro de miles de años.

El mago se enfrenta a su destino en “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte”: morir para resucitar.


Claudio Andrade

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