Por qué la Iglesia Católica celebra hoy a Santa Margarita de Alacoque

Cada 16 de octubre la Iglesia Católica celebra a Marguerite Marie Alacoque. Los detalles.

Cada 16 de octubre la Iglesia Católica celebra a Santa Margarita María Alacoque que vivió entre 1647 y 1690. La religiosa francesa de la Orden de la Visitación de Santa María fue conocida por haber sido testigo de las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús.

Las apariciones se produjeron en el lugar donde hoy se sitúa la Basílica del Sagrado Corazón, Paray-le-Monial, en Francia.

Marguerite Marie Alacoque nació en Verosvres en 1647. Cuando tenía ocho años su padre murió y ella ingresó a un internado donde empezó a sentirse atraída por la vida que llevaban las religiosas.

Margarita María recibió la Primera Comunión a los nueve años. Un par de años después empezó a desarrollar una enfermedad que la obligó a guardar cama, por lo que tuvo que dejar el internado. En ese contexto Margarita buscó consuelo en la Virgen María, a quien prometió que si le devolvía la salud, se haría una de sus hijas.

Después de casi cuatro años postrada, Margarita recuperó milagrosamente la salud. La santa le atribuiría esta curación a la Madre de Dios por el resto de su vida.

Oración a Santa Margarita de Alacoque


«¡Oh Bienaventurada Margarita María! depositaria venturosa del tesoro de los cielos, el Corazón Divino de Jesús, permite que, considerándote mi hermana, en este incomparable amor, te ruegue me des con generosidad, la parte que me corresponde en esa mansión de infinita caridad. Confidente de Jesús, acércame tú al Sagrario de su pecho herido; Esposa de predilección, enséñame a sufrir por la dilatación de aquel reinado cuya causa te confió el Maestro. Apóstol del Sagrado Corazón, consígueme que se realicen conmigo las promesas que en beneficio de su gloria, te hizo ochenta y siete veces el Amado; Discípula regalada del Divino Corazón, enséñame la ciencia de conocerlo como lo conociste tú, en el perfecto olvido de mí mismo y de la tierra. Víctima del Corazón de Jesús Sacramentado, toma el mío, y ocúltalo en la llaga donde tú viviste, compartiendo ahí las agonías del Cautivo del amor, de Jesús-Eucaristía. El, te dijo, hermana muy amada, que dispusieras en la eternidad del cielo, de este otro cielo, el de su Corazón Sacramentado; ¡Oh Margarita María! entrégamelo, pues, para consumirme en ese incendio, dámelo para llevarlo como vida redentora a los pobres pecadores y como glorificación de ese mismo Corazón Divino a las almas de los justos. ¡Ah, sí! compartamos, hermana mía el mismo sacrificio, el mismo apostolado, el mismo paraíso del Corazón Divino de Jesús: venga a nos su reino».


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