“El Choconazo”, perpetuado como hecho histórico neuquino

La referencia se colocó donde funcionaba el gremio La Fraternidad

Yamil Regules

Dirigentes ferroviarios recordaron la protesta de los trabajadores de la construcción y destacaron el apoyo que les dio la comunidad.

NEUQUÉN (AN) – “Padre, rece por mi familia, pero hasta que el delegado no me autorice no voy a volver a trabajar”, le pidió al entonces obispo Jaime de Nevares, uno de los obreros que protagonizó una de las más importantes huelgas obreras de la provincia, que pasó a la historia como “El Choconazo”. En el marco del circuito “Identidad NQN” se inauguró ayer el noveno hito, que recuerda la huelga que durante la dictadura militar de Juan Carlos Onganía llevaron adelante los trabajadores que construían la represa hidroeléctrica El Chocón. El recordatorio fue instalado en la vereda del antiguo edificio, donde funcionó durante muchos años el gremio ferroviario la Fraternidad. En diciembre de 1969 más de tres mil trabajadores llegados desde diferentes provincias argentinas decidieron paralizar la denominada “obra del siglo”, en reclamo de mejores salarios y condiciones de trabajo. Vivían en medio del más típico desierto patagónico, sin agua caliente, sin elementos de seguridad y por escasos salarios. Cuando se inició la huelga, ya habían muerto por falta de seguridad en la obra, unos ocho operarios. “Por primera vez eligieron sus propios delegados, y no fueron delegados comprados por el poder, sino por los trabajadores”, dijo David Lugones, secretario de Derechos Humanos del municipio. “El contexto de la huelga fue lo más difícil. Una dictadura militar que les hacia pagar caro cualquier sublevación a todos los trabajadores. Los que estaban en El Chocón habían venido de todas las provincias y tenían un estado de ánimo que resultó vital para la lucha. Tenían espíritu de rebeldía y eso los mantuvo firmes”, recordó Armando Olivares, uno de los subdelegado de los obreros de la represa. La huelga se extendió hasta marzo de 1970, en ese tiempo el gremio La Fraternidad se convirtió en un espacio de contención para las familias de los obreros, un refugio para los perseguidos por la policía y el lugar donde día a día se recolectaban alimentos, ropa, medicamentos y frazadas para enviarles a los trabajadores sitiados en El Chocón. “Acá cocinábamos en ollas populares y sobre todo estábamos al lado de nuestros hombres que luchaban por una mejor calidad de vida”; contó Ana Egea, una militante del Choconazo.


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