Manganaro, a las escondidas con el coto de caza

Su representante en Estados Unidos lo reconoce como dueño. Sin contar el millón y medio de dólares que pagó, hizo una fuerte inversión y el negocio marcha viento en popa.

Matías Subat

Su propio representante en

EE. UU. lo cita como propietario.

Jorge Gadano

jagadano@yahoo.com.ar

Nueve años después de que el entonces ministro de Seguridad de Neuquén –y expresidente del banco provincial– Luis “Toti” Manganaro, negara haber comprado en un millón y medio de dólares “cash” nueve mil hectáreas de campo en La Pampa (que incluyen a un coto de caza de fama internacional, La Mota), convincentes dichos de expertos estadounidenses en caza y pesca –uno de ellos su representante en ese país– dicen que él es el dueño. A la vez, fuentes verosímiles confirman que la fiesta de su último matrimonio, con Virginia Elizalde, se hizo en la residencia “La Rosada”, una suerte de castillo, construido sobre una elevación, desde el que se domina el escenario pampeano. Allí vive la feliz pareja.

Manganaro negó –sin demasiado énfasis, hay que decirlo– que él hubiera comprado esos tres campos, llamados entonces La Mota, El Quince y Los Guanacos. Quien apareció como comprador fue un contador uruguayo, Ángel José Vicente Campiotti, uno de tantos que en Montevideo viven de este tipo de enjuagues. Fue él quien quedó registrado como dueño, y de la administración se ocupó –“Río Negro” lo constató– el veterinario Juan Carlos Santángelo, un amigo, entonces, de Manganaro, y “asesor” del BPN.

El caso es que había que averiguar, para avanzar en la investigación, cuánto había de cierto en la desmentida de Manganaro. El comisario retirado Luis Lucero, responsable de la seguridad en La Mota, fue bastante claro respecto de quién era el verdadero dueño. Dijo a enviados de “Río Negro” en octubre del 2004 que “cuando Santángelo está solo en el campo el dueño es Santángelo, pero cuando viene Manganaro el dueño es Manganaro”.

El delfín de Jorge Sobisch había dejado de serlo cuando Horacio Quiroga lo derrotó en la elección de intendente de la capital neuquina, en 1999. De ahí en más sus afanes pasaron por el BPN y por el ministerio de Seguridad hasta que, con los ahorros suficientes y ya sabedor de que su carrera política había terminado, decidió convertirse en un ruralista y compró los campos pampeanos.

Continuó viviendo en Neuquén durante un tiempo. Después de separarse de su segunda pareja, a la que dejó en la casa de El Rincón Club de Campo, vivió en un departamento que le prestó Alfredo Esteves.

De allí se trasladó a la chacra de doce hectáreas que compró para él Juan Pablo Bugner, un amigo desde el colegio Don Bosco. Otro amigo que compartió con él aulas de primaria y secundaria en ese mismo colegio, Marcelo Dietrich, le construyó allí su residencia familiar con una casa grande, dos casas chicas, gran quincho, piscina y caballeriza. Fue una expresión de gratitud de Marcelo, quien retribuyó así los contratos del BPN con su empresa constructora, Equipos Andina. Después de su traslado a La Mota, Toti puso en venta esta residencia. Pedía seis millones de dólares, pero finalmente, hace unos seis meses, aceptó tres y medio, parte en dólares y el resto con un departamento céntrico en Neuquén y una Toyota Land Cruiser. La más reciente demostración de amistad entre los amigos del Don Bosco fue el subcontrato de 1.800.000 pesos del Plan Integral de Seguridad –del que nadie se acuerda hoy– que, otorgado por Toti cuando era ministro, benefició a Global Solutions, una empresa de…Marcelo.


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