Los “locos” que soñaron con pistachos en la Patagonia: cómo surgió el proyecto que nadie creía posible
La plantación de pistacheros que ya da sus primeros frutos en el límite con Río Negro nació de una coincidencia de la vida que no tardó en transformarse en idea. El sueño que se materializó gracias a la valentía de perseguirlo.
Pido disculpas por usar este espacio para algo menos técnico de lo habitual. Pero hoy quiero compartir una historia. No sobre riego, ni sobre densidades de plantación o rendimientos por hectárea. Quiero hablar de sueños. De esos que nacen en los lugares más inesperados y terminan echando raíces.
La historia detrás de los pistachos cerca del Alto Valle
La historia de Pampapist, nuestra empresa, podría decirse que empezó hace algunos años, en París. Todo comenzó cuando mi hermana, después de un viaje de vacaciones por Europa, decidió vender sus cosas, dejar su trabajo y mudarse a Francia. El reloj corría: si no tramitaba su visa a tiempo, perdería la oportunidad. Contra todo pronóstico (y sin hablar francés) se animó. Muchos la llamaron “loca”. Y tal vez tenían razón. Pero también tenía razón el corazón, que la empujó hacia un nuevo horizonte.
En París, trabajando como guía turística, conoció a Juan Carlos, un español de Cuenca, una pequeña ciudad ubicada a kilómetros de Madrid. Su familia había sido pionera en el cultivo de pistachos: su padre, otro “loco”, decidió reconvertir sus olivos en pistacheros, algo impensado en aquel entonces en la provincia de Guadalajara. Con el tiempo, esa “locura” contagió a los vecinos y transformó toda la región de Castilla, en donde hoy se pueden apreciar infinidad de pistachos.

Durante su primer viaje a la Argentina como pareja, mi hermana y Juan Carlos trajeron bolsas de pistachos familiares para compartir. Fue amor a primera vista. Los veranos pasaron, y cada visita venía acompañada de más pistachos… Y más conversaciones. Esas charlas, entre mates, se convirtieron poco a poco en algo más grande: una idea, una posibilidad, un sueño. ¿Y si el pistacho pudiera crecer también en nuestra tierra?
Así empezamos a recorrer distintas localidades de La Pampa hasta llegar a Casa de Piedra. Allí encontramos lo que buscábamos: un suelo noble, un clima ideal y, sobre todo, un proyecto provincial que apostaba a la producción bajo riego, con agua presurizada y purificada. Todo encajaba. Era el lugar donde queríamos escribir los próximos capítulos de nuestra historia.
Empezamos a recorrer distintas localidades de La Pampa hasta llegar a Casa de Piedra. Allí encontramos lo que buscábamos, todo encajaba. Era el lugar donde queríamos escribir los próximos capítulos de nuestra historia.
Santiago Gutiérrez, gerente de Pampapist.
Llegaron las primeras plantas. Luego un vivero y con el tiempo, la superficie de plantaciones se fue multiplicando y nos volvimos una empresa familiar que no deja de crecer y aguarda acceder a nuevas tierras para seguir multiplicando su superficie productiva. Hoy en familia producimos nuestros propios portainjertos UCB-1, injertamos, hacemos podas, capacitamos y asesoramos a nuevos productores que también quieren sumarse a este desafío.
Pistachos en la Patagonia: soñadores y exitosos
Como dijo Paulo Coelho: “Perseguir un sueño tiene un precio. Pero por muy caro que sea, nunca es tan alto como el precio pagado por quienes no se atrevieron a perseguirlo.”
En nuestro caso, un diseñador gráfico y un abogado se convirtieron en gerentes de una empresa y en productores. Aprendimos a germinar, injertar, regar y respetar los tiempos de las plantas. En ese proceso descubrimos algo que va más allá de lo técnico: el valor de creer.
Si alguien nos hubiera dicho, un mes antes de constituir la empresa, que íbamos a aprender tanto sobre un tema que nada tenía que ver con nuestra formación profesional o nuestra vida cotidiana en la ciudad, ese alguien habría sido tildado de «loco«.
«Nos llamaron ‘locos’ en más de una ocasión. Pero así nacen las historias que valen la pena: de la ‘locura’, de la curiosidad, del coraje y, sobre todo, de la convicción en que es posible.»
Santiago Gutiérrez, gerente de Pampapist.
Como a mi hermana y como a Fernando, el papá de Juan Carlos, a nosotros también nos llamaron “locos” en más de una ocasión. Pero así nacen las historias que valen la pena: de la ”locura”, de la curiosidad, del coraje y, sobre todo, de la convicción en que es posible.
Hoy los primeros pistachos de Pampapist nos recuerdan que la historia la escriben los “locos” que se animan a soñar en grande y a adentrarse en lo desconocido. Los invito a hacerlo. A dejar de lado los miedos y mirar con nuevos ojos este país tan hermoso, diverso y lleno de oportunidades que tenemos. Porque muchas veces los límites no están en la tierra, sino en la cabeza.
Hace algunos años escuchamos una frase que hicimos propia y se volvió nuestro lema: “El sol sale para todos”. Y es por ello que, si deciden aventurarse con pistachos sin importar en qué zona del país sea, no duden en escribirnos. Pampapist tiene sus puertas abiertas para todos, ya sea para brindar asesoramiento o simplemente para despejar dudas. Nuestra historia contiene capítulos dedicados a quienes en su momento despejaron las nuestras. Porque, al fin y al cabo, de eso se trata producir: de sembrar juntos, para que el futuro también germine.
(*) Gerente de Pampapist – Contacto: 2954-330896.
Pido disculpas por usar este espacio para algo menos técnico de lo habitual. Pero hoy quiero compartir una historia. No sobre riego, ni sobre densidades de plantación o rendimientos por hectárea. Quiero hablar de sueños. De esos que nacen en los lugares más inesperados y terminan echando raíces.
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