Crecen los primeros pistachos cerca del Alto Valle: «Es la confirmación de que nuestra apuesta por el lugar era correcta»
El espejo de agua del dique Casa de Piedra genera un microclima único, libre de heladas y granizo, que ha permitido a una empresa familiar de los Gutiérrez obtener los primeros frutos. Este éxito agrícola demuestra la viabilidad del cultivo de élite en el desierto pampeano, muy cerca de Río Negro.
A solo 100 kilómetros de General Roca, en la localidad pampeana de Casa de Piedra, la visión de la empresa Pampapist SRL ha comenzado a materializarse con el brote de los primeros pistachos. Este polo emergente, impulsado por una combinación de un microclima único y una inversión estatal estratégica, se proyecta no solo como un éxito productivo para La Pampa, sino también como un espejo para la vecina provincia de Río Negro. «Es la confirmación de que nuestra apuesta por el lugar era correcta», enfatizó uno de sus fundadores, Santiago Gutiérrez.
La noticia de los primeros frutos llegó por sorpresa. Hacía dos semanas que no aparecían por el campo de Casa de Piedra cuando la ilusión se encendió al ver los primeros brotes de color rojizo. «Con la primavera la planta empezó a florecer», señaló con un tono de alegría.

Para la familia emprendendora esa imagen imponente en el desierto pampeano sirvió de «espaldarazo» y de prueba irrefutable de que la apuesta por el lugar era correcta. La empresa, comandada por Fernando y Santiago Gutiérrez, opera desde 2020 y representa la punta de lanza de una actividad que demanda paciencia.
Sin apuro: aún faltan años para la cosecha de pistachos en Casa de Piedra
La felicidad al ver los primeros brotes de pistacho en La Pampa, muy cerca de Roca, será el combustible para todo el trabajo que le espera los Gutiérrez. Para la cosecha todavía faltan años.
«Esos primeros frutos por lo general se cortan. Se sacan para que no pierda fuerza la planta, porque lo importante es que siga creciendo por ahora», explicó Santiago. La producción estable y rentable no es inmediata. La planta de pistacho, que se desarrolla primero como un portainjerto y luego es injertada con la variedad deseada, requiere todo un proceso de formación.
Aunque la cosecha es posible a partir del quinto año, la recomendación técnica es esperar hasta el séptimo para iniciarla y recién a partir del décimo año alcanza su máximo esplendor productivo. Pero el esfuerzo promete sus recompensas. Si se cuida y mantiene como se debe, podría durar más de cien años.

El clima, la clave del éxito en Casa de Piedra
La elección de Casa de Piedra no fue casual, sino el resultado de una exhaustiva investigación de viabilidad que incluyó viajes a San Juan, la principal provincia productora de este fruto seco en Argentina. Los emprendedores se maravillaron con la inversión de infraestructura ya existente y con las condiciones específicas de suelo y clima del lugar.
Las ventajas comparativas de este sitio, enclavado en el desierto patagónico, se condensan en tres pilares: suelo ideal, clima adecuado y una provisión de agua asegurada en cantidad y calidad.
En cuanto al suelo, las hectáreas destinadas a la producción de pistachos corresponden a suelos vírgenes, lo que elimina el riesgo de contener patógenos que hayan afectado a plantaciones anteriores, un punto señalado por Rosa de Lima Holzmann, ingeniera agrónoma especialista de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Alto Valle. Además, la tierra cumple con el requisito esencial para el pistachero: ser franco-arenoso, profundo y de textura media.
El clima es la pieza central del rompecabezas. El pistachero se desarrolla óptimamente en áreas donde las estaciones están bien marcadas, con inviernos fríos y veranos calurosos, condiciones que se cumplen en la latitud de Casa de Piedra. Además, la aridez, la escasez de lluvias y la presencia de vientos son cruciales, ya que el pistacho es una planta de reproducción dioica (requiere ejemplares machos y hembras) cuya polinización depende fundamentalmente del viento.
Lo que verdaderamente distingue a esta zona es el microclima generado por el embalse Casa de Piedra, un espejo de agua de 360 km² que actúa como un gigantesco amortiguador térmico. Santiago Gutiérrez contó que esta condición les genera una «tranquilidad» única.

Los estudios demuestran la inexistencia de heladas tardías, un fenómeno que en años recientes ha causado desastres en cosechas de San Juan y Mendoza. «No registramos temperaturas de menos de cero grados», aseguró y destacó la diferencia con otras zonas productivas.
A esta protección natural se suma la ausencia histórica de granizo en la zona, un peligro contra el que luchan y realizan fuertes inversiones los productores en otras regiones como el Alto Valle. Estas ventajas climáticas posicionan a Casa de Piedra con una ventaja financiera inmediata, reduciendo los costos de mitigación que son obligatorios en otras provincias.
El factor hídrico y la estrategia contra la naturaleza
El factor decisivo para el impulso del polo es la inversión estatal realizada por el gobierno pampeano. Se trata de una obra faraónica que incluyó una estación de bombeo y un acueducto con capacidad para servir a cerca de 10.000 hectáreas. Esta infraestructura hidráulica garantiza la provisión de agua, tomada del río Colorado y distribuida a los lotes.
Gutiérrez detalló que este sistema es tan eficiente que el agua llega ya con presión y filtrada a la cabecera de cada lote, eliminando la necesidad de electricidad para el riego. Esta facilidad en el acceso al recurso reduce drásticamente los costos iniciales.
Según el productor, la inversión inicial por hectárea para cultivar pistachos en Casa de Piedra es entre un 50% y un 60% menor que en San Juan (aproximadamente 13.000 dólares frente a 30.000- 35.000 dólares, respectivamente).
El sueño familiar que nació por casualidad comienza a materializarse
El proyecto de Pampapist surgió de una casualidad familiar: la hermana de Santiago, radicada en Francia, conoció a un productor pistachero español de Castilla-La Mancha. Un regalo navideño de cuatro kilos de pistachos fue la semilla de una idea que, inicialmente, parecía una locura.

Los Gutiérrez se embarcaron en la aventura con la convicción de que era posible replicar el cultivo de élite en las tierras más áridas de La Pampa. Desde el inicio, la empresa, aunque familiar, trabaja con altos estándares, trayendo especialistas de San Juan para realizar los injertos y las podas de formación. «Viajamos todos los fines de semana o un fin de semana por medio. Nos vamos turnando con mi papá para venir, para hacer trabajo», relató Santiago, subrayando el esfuerzo y la pasión detrás del emprendimiento.
«Fue todo medio raro como se dan a veces estas cosas. Una charla que parece una locura termina tomando forma en una empresa y, ahora, ya estamos viendo los primeros frutos», remarcó Santiago Gutiérrez.
A solo 100 kilómetros de General Roca, en la localidad pampeana de Casa de Piedra, la visión de la empresa Pampapist SRL ha comenzado a materializarse con el brote de los primeros pistachos. Este polo emergente, impulsado por una combinación de un microclima único y una inversión estatal estratégica, se proyecta no solo como un éxito productivo para La Pampa, sino también como un espejo para la vecina provincia de Río Negro. "Es la confirmación de que nuestra apuesta por el lugar era correcta", enfatizó uno de sus fundadores, Santiago Gutiérrez.
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