Salidas recreativas: ¿seremos responsables?

Marcelo Antonio Angriman*


Parte del aislamiento administrado será el de encontrar un ámbito temporal y espacial paulatino, para que por distintas edades y con todos los recaudos, las personas puedan gozar de un momento de descompresión, en pos de resguardar su salud psicofísica.


Luego de siete semanas confinados, a los españoles se les permite realizar actividades físicas bajo una regulación estricta. En las localidades de más de 5.000 habitantes están sometidos a horarios precisos para evitar aglomeraciones en la calle y mantener separados a los niños de las personas mayores, que no pueden salir en las mismas horas. Las franjas horarias de 10 a 12 y de 19 a 20 están reservadas para las personas de más de 70, pudiendo ser asistidas en caso de precisar ayuda. La tarde está reservada para los menores de 14 años, que pueden salir acompañados de un adulto entre las 12 y las 19. Los adolescentes de más de 14 años y los adultos pueden salir entre las 6 y las 10 y entre las 20 y las 23 para pasear a menos de un kilómetro del domicilio -dos personas máximo del mismo hogar- o para hacer actividad física individualmente. En ningún caso se permite estar parado.

Hasta ahora solo podían abandonar su domicilio para ir a trabajos esenciales, comprar comida, ir a la farmacia, al médico o dar cortos paseos a los perros.

No es que el coronavirus se haya ido de la península ibérica, donde se han superado los 25.000 fallecidos y existen más de 200.000 casos confirmados, sino que se ha previsto un plan de desconfinamiento por fases desde ahora hasta finales de junio.

Al mismo tiempo desde esta semana en Italia, también se flexibilizarán las salidas aunque advirtiendo que esa libertad relativa podría perderse si recrudecieran los contagios en un país con más de 28.000 fallecidos.

Mientras tanto en nuestro país, con cuarentena administrada, la mayoría de los gobernadores y jefes comunales fueron restrictivos a la hora de permitir las salidas. Luego de una ambigua señal presidencial en esta materia, las provincias más densamente pobladas le bajaron el pulgar a la desdibujada idea.

Si bien los dos países mencionados son los que culturalmente más se asemejan a nuestra idiosincrasia, en nuestro país: 1) estamos en el hemisferio sur, donde el frío intenso no ha llegado; 2) aún se espera el pico de contagios de la enfermedad, 3) desde hace poco tiempo y en ciertos contextos se realizan testeos voluntarios a la población; 4) no existe una estructura sanitaria que soporte el desborde de la enfermedad.

Es decir que mientras los países europeos en hipótesis estarían saliendo del peor escenario, nosotros estamos intentando eludirlo a más no poder, con un aislamiento que, si bien fructuoso, ya supera el mes y medio.

La encerrona se produce ante la posibilidad de convergencia de la expansión del número de casos y las necesidades de vastos sectores de la población de generar ingresos para su subsistencia. De allí lo imperioso de realizar una estrategia secuenciada.

Desde la salud, no es posible soslayar a su vez que tanto encierro genera, sobre todo en niños, adolescentes y jóvenes con poco espacio, un grado de estrés importante. Eso sumado a la quietud, con todos los efectos adversos que conlleva el sedentarismo.

Las autoridades comunales no son ajenas a tal diagnóstico, más temen de sus propios vecinos y del costo político que una decisión errónea pueda generar. Hay una subyacente desconfianza en que el permiso para salidas recreativas va a dar lugar a abusos que no podrán ser controlados.

Parte del aislamiento administrado será el de encontrar un ámbito temporal y espacial paulatino, para que por distintas edades y con todos los recaudos de distancia social, uso de tapabocas, no detención y lavado de manos, en un radio o lugar preestablecido, las personas puedan gozar de un momento de descompresión, en pos de resguardar su salud psicofísica.

Un permiso condicionado en su extensión a que se cumplan pautas claramente establecidas, en los alrededores del domicilio o en un fin de semana en un espacio verde habilitado sin acceso por transporte público, con horarios por edades y el control correspondiente, podría ser una alternativa posible. Una medida que debería ser probada y revocada en caso de que la ciudadanía no respete los términos que impongan las normas dictadas al efecto.

Una suerte de “otro testeo” al que debería someterse nuestra población. El de saber si somos una sociedad lo suficientemente responsable para entender, forzada por tan duras circunstancias, lo que es el bien común.

*Abogado; profesor nacional de Educación Física; docente universitario


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