Samponia Martínez, del Altiplano a la Patagonia
Desde su Salta natal, Sandro Samponia Martínez fue haciendo un camino que poco a poco lo acercó a la Patagonia y a Viedma, lugar donde primero recibió la ayuda y luego el calor y el reconocimiento de su gente. Este hombre tranquilo que se transforma sobre el escenario, se impuso a fuerza de trabajo en el panorama de la música regional y más que soñar con los grandes festivales su deseo es llegar “al corazón de la gente” desde el lugar que eligió para vivir.
Habla y se mueve pausado, producto de la tranquilidad heredada de sus ancestros. Sandro Martínez -Samponia para todos-, salteño de 26 años y vestido de riguroso negro, llegó hace pocos años a la zona y se fue ganando un espacio en la escena musical de la Comarca.
Ejecutante de varios instrumentos y dueño de un despliegue vigoroso sobre el escenario, “Samponia” Martínez fue haciéndose conocer en base a un trabajo de hormiga y al boca a boca.
Ejecuta quena, sikus, charango y violín, y se pasa todo el día tocando ya que está convencido de que ésta “es la única manera de evolucionar; hay que tocar, escuchar y ver mucho”.
Los últimos años han sido de gran progreso en la faz musical: “cuando llegué era un chacarero que estaba aprendiendo a tocar, y ahora me dedico exclusivamente a la música”, dice, y reconoce que ha perfeccionado la ejecución de los vientos y el charango más que el violín, al que espera dedicarle más tiempo para equiparar su nivel.
Cuando actúa Samponia baila y toca al mismo tiempo -a veces con más de un instrumento a la vez-, habilidad y costumbre heredada de cuando tocaba en las murgas de su pueblo -“el carnaval es un feriado que nos damos en el norte”-.
Su tranquilidad en la charla contrasta con la movilidad que muestra en escena. Una especie de Dr. Jeckill y Mr. Hyde. “Cuando estoy tocando, cambio. La música es el motor que me mueve, pero me bajo del escenario y vuelvo a ser tranquilo”.
Sandro nació en San Antonio de Los Cobres, en el noroeste de Salta, en un paisaje árido, cerca de la cordillera, sólo alterado por el paso del tren de las nubes. Aprendió los primeros acordes de su maestro de escuela y sopló las primeras cañas bajo la enseñanza de un tío; vivió en su pueblo hasta los 15, fue a la capital y comenzó integrarse a grupos musicales.
A los 18 emigró a Buratovich, en las cercanías de Bahía Blanca y abandonó la música para trabajar en chacras y campos; pero no dejó de practicar “que para mí era fundamental; en los descansos aprovechaba para aprender un poquito más”.
Un 27 de abril lo llamaron a tocar para el aniversario del pueblo y volvió a nacer la fiebre por actuar ante el público. A partir de eso se le dio la oportunidad de presentarse en Bahía Blanca y toda esa zona bonaerense. Luego dio vueltas por Río Negro y Neuquén, y en 1996 en la Comarca Viedma-Patagones -atraído por la Fiesta del 7 de Marzo- encuentra varias manos para que se pudiera afincar en la zona.
Se quedó por “el calor humano de la gente que me rodeaba, que en Bahía Blanca, por ser una ciudad mucho más grande, carecía de eso que para quien está solo y viene de lejos es fundamental”. Además explica que “el lugar me gustó muchísimo”; alaba el río y la cercanía del mar y dice que “quien en su lugar natal no tiene esto, sueña con un lugar así”. (AV).
Un largo camino
En Viedma Sandro empezó trabajando en la construcción y luego aprendió el oficio de letrista, que hoy desempeña y le permite “ahorrar tiempo para dedicarme a la música, ya que trabajando todo el día de albañil se me complicaba mucho”.
En el ‘99, luego de mucho andar por pubs y peñas, armó un grupo con dos músicos y consiguió un lugar en el escenario mayor de la Fiesta del 7 de Marzo de Patagones, antecediendo al Chaqueño Palavecino. Lo que sucedió en la noche maragata superó las expectativas de todos.
Samponia desplegó todas sus habilidades y se compró al público por completo, que lo pedía de regreso una y otra vez haciendo olvidar a la estrella que vendría más tarde. Recuerda esa velada como una experiencia muy fuerte que “ha quedado marcada en mí: la gente era una llama que nos quemaba”.
El balance del año 2000 da un balance positivo. Recorrió con su grupo todas las fiestas de la Línea Sur, actuó en la Feria del Libro de Buenos Aires representando a la provincia de Río Negro, en Santa Fe en un intercambio cultural entre provincias y sobre fin de año cerró la Fiesta de la Música en Viedma. (AV)
Llegar al corazón de la gente
Sandro Samponia Martínez ha entendido el tema de los gustos y de la aceptación del público según su extracción, y por eso tiene dos repertorios que despliega según la ocasión.
“Mucha gente del folclore no acepta temas que no pertenezcan al género, pero hay otra que gusta de la fusión”. Así es que en confiterías y pubs mezcla lo folclórico con temas melódicos, boleros clásicos y composiciones de Los Beatles, “para que la gente no muy acostumbrada al folklore no se canse”, y en ámbitos más criollos ni se le ocurre salir con unos de estos temas: “me chiflan y me sacan”.
Así es como las presentaciones de Samponia tienen canciones de grupos bolivianos y chilenos, viejos temas como “Pan con fleco”, “La casa del sol naciente” o “Hey Jude” y “Yesterday. Y en los últimos tiempos ha ido incorporando canciones propias como el loncomeo “Voces que no callan” y “Son de siesta”.
Acompañado de Mario González en guitarra, Eduardo Mellado en bajo y Marcos Jaime en batería, el músico salteño sueña con realizar una grabación, para lo que ya hicieron un demo de diez temas. Pero tiene en claro sus prioridades: “Lo más importante es llegar al corazón de la gente”. Antes pensaba mucho en Cosquín y ahora piensa más en la zona “trabajar desde acá”. (AV).
Habla y se mueve pausado, producto de la tranquilidad heredada de sus ancestros. Sandro Martínez -Samponia para todos-, salteño de 26 años y vestido de riguroso negro, llegó hace pocos años a la zona y se fue ganando un espacio en la escena musical de la Comarca.
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