San Martín, gobernador intendente de Cuyo

Armando Mario Márquez *

En razón de las elecciones recientemente celebradas en Mendoza, han circulado mensajes en las redes sociales destacando el paso de don José de San Martín en el cargo mecnionado en el título; aparece, entonces, como inmejorable ocasión para recordarlo y, de manera somera, resaltar aspectos de su paso por éste.


Digamos, ante todo, que el San Martín es reconocido y destacado como militar. Su labor en esa materia, particularmente algunas de sus batallas, es estudiada en los institutos castrenses del mundo. Nadie discute su calidad militar. Pero limitar su trayectoria a ese aspecto es una injusticia, máxime si repasamos su actividad en los primeros y difíciles momentos de nuestra Historia Patria.


Su acción en la Logia Lautaro y su prédica a favor de la declaración de la independencia nacional con motivo de la convocatoria a la Asamblea General Constituyente de 1813, es claro ejemplo, demostrando que su función militar no estaba en discordia con su activa participación en el campo político.


Tras su paso por el Ejército del Norte, luego de un corto descanso en las serranías cordobesas, pone en conocimiento del Director Posadas su intención de radicarse en Mendoza. En consecuencia es nombrado Gobernador Intendente de Cuyo y arriba a su hermosa capital en septiembre de 1814, en medio de muestras de admiración y respeto por las gentes del pueblo y se reencuentra con su esposa Remedios de Escalada. Dos años después nacerá la única hija del matrimonio, de nombre Mercedes.


Lo aclaro: su alejamiento de la ciudad del puerto favorece los planes de Carlos María de Alvear, quien fuera su segundo en el Regimiento de Granaderos y al que llamaba peyorativamente “el niño”, a su vez sobrino de Posadas, a quien sucede en 1815 en el cargo de Director Supremo, hasta que los sucesos de Fontezuelas de abril de ese mismo año lo ponen “de patitas en la calle”.


El alejamiento del prócer no merma el enfrentamiento político entre ambos, a tal punto que, una vez instituido Director Supremo, Alvear lo releva del cargo y designa en su lugar al Coronel Gregorio Ignacio Perdriel, un buen militar pero sin aptitud para la función, maniobra que enfurece al pueblo mendocino, cuyo Cabildo rechaza el 15 de febrero de 1815 tal nominación, intimando al candidato alvearista a volverse de inmediato hacia Buenos Aires y reponiendo a San Martín en el cargo, lo que inicia del debacle político de aquél.


A cargo de la gobernación cuyana lo encuentra la convocatoria al Congreso de Tucumán, convirtiéndose en un activo fogonero de nuestra Independencia. Pecaría de ingratitud por omisión si no nombrara a quienes fueron sus más incondicionales colaboradores en la labor de gobierno en la región cuyana: José Ignacio de la Roza, en San Juan, Vicente Dupuy, en San Luis, y Toribio de Luzuriaga, en Mendoza, quienes, a su vez, contaron con el ferviente apoyo de los Cabildos de las ciudades capitales.

Fue precisamente Luzuriaga quien lo reemplazará en la Gobernación al partir con el Ejército Libertador hacia Chile en enero de 1817, en el cruce de la Cordillera de los Andes, cuando se encamina a la independencia de Chile y Perú.
Su obra en la función pública cuyana no fue menor. Se puede destacar dentro de ella el desarrollo de la actividad agropecuaria y el mejor aprovechamiento de las aguas para lograrlo, la promoción de la minería y el impulso del comercio, en especial de vinos, licores, harinas y frutas (frescas y secas).


Su obra en la función pública cuyana no fue menor. Se destaca el desarrollo de la actividad agropecuaria , la minería y el comercio. También en salud, educación y Justicia.



Ni qué decir de su labor en pos de la salud, la educación y la Justicia, en que destelló su concepto de la dignidad humana. Muestra cabal de ello fue la supresión de los castigos corporales y vejatorios hacia los alumnos en el sistema educativo y a los detenidos en el sistema carcelario.


Tampoco le es ajena la creación de la primera biblioteca mendocina y, también, del Colegio de la Santísima Trinidad, que abrió sus puertas el 17 de noviembre de 1817, inauguración a la que no pudo asistir por hallarse a pleno en su faena político-militar en tierra chilena.
La administración pública fue bien y eficazmente manejada y su celo en pos del orden y resguardo de los archivos no puede soslayarse, como tampoco la rica legislación que originara.


Hoy los argentinos estamos cerca de concurrir a las urnas para elegir a aquellos que nos gobernarán en los próximos cuatro años. Como una muy inteligente propaganda televisiva nos los recuerda de vez en cuando: honremos su memoria y la del otro grande, don Manuel Belgrano, ejerciendo con seriedad y patriotismo el máximo derecho político que la Constitución Nacional pone en nuestras manos.


*Presidente del Centro de Estudios Constitucionales del Comahue. Presidente de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén.


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