Silvio Rodríguez visita su pasado

El cantautor cubano volvió a los años de su juventud para rescatar temas que cantaba en vivo pero no había registrado en discos.El resultado es una placa doble con varios invitados.

 

BUENOS AIRES, (Télam).- Silvio Rodríguez, quien puede ser considerado el mayor poeta vivo de la canción hispanoamericana, regresa a las bateas con «Erase que se era», un álbum doble en el que reinterpreta canciones que compuso entre 1967 y 1972 y que muchas veces ejecutó en vivo pero nunca había publicado.

La cuidada producción que este fin de semana llegó a las disquerías argentinas es prologada y explicada por el mismo Silvio y resulta un magnífico ejercicio para indagar en su romántica, aventurera y militante vida juvenil y en sus orígenes artísticos.

El profuso libro que acompaña el par de CDs se abre con el texto «Consagración», donde escribió: «Si tomamos en cuenta que cuando grabé mi primer disco llevaba menos de 10 años componiendo, 'Erase que se era' no es más que mi insistencia en reparar un vacío; un pago más de mi deuda con la acumulación de experiencias que me llevó hasta 'Días y flores'», título de su primera placa, editada en 1975.

En el prólogo de «Erase que era» el cantautor fecha en marzo de 2006 un escrito en el que también ofrendó este viaje a su pasado: «A aquellos años provocadores; a la diversidad que nos hizo; a mi soñadora, contradictoria y entrañable generación».

Rodríguez se acordó también de dos de sus referenciales compañeros de ruta que ya no están: «Lleguen además con infinito amor hasta Aída Santamaría y Noel Nicola, seres rotundamente

inolvidables».

Ya en el apartado denominado «Rosa náutica», Rodríguez detalló anécdotas y motivaciones de cada una de las 25 canciones que integran el material que visitó y regrabó este año junto a un variado elenco con el que logró, al mismo tiempo, rescatar la esencia de ese pasado y vincularla con un presente sonoro algo diferente.

Desde lo lírico y lo musical, «Erase que era» reafirma por qué el cantautor integra el Olimpo de la canción política y de qué manera ha sabido tallar cuerdas y palabras para desplegar un temario donde amores y desgarramientos se tocan en permanente tensión. Este compendio reúne piezas que aunque conocidas por sus cultores y oyentes de materiales informales, nunca habían estado tan accesibles y cuidadas para ser apreciadas íntegramente.

Uno de sus hallazgos más notables es vislumbrar al creador que se compromete, duda, cuestiona y apoya la complejidad que supone un proceso revolucionario como el que Cuba inició en 1959.

El joven Silvio, pelilargo y rebelde, era una mancha vislumbrada como peligrosa por los burócratas de turno que suponen que el apego a una determinada causa consiste en repetir el discurso oficial, en aceptarlo todo, en anular las diferencias.

Buena parte de las respuestas del artista a esa realidad agobiante y regimentada por la lógica de la obediencia ciega, están agrupadas en este álbum y multiplican una voz que también fue posible apreciar, por ejemplo, en otras canciones como «Resumen de noticias» («Al final de este viaje» 1968-1970, de 1978) y

«Juego que me regaló un 6 de enero» («Silvio», de 1992).

En «Erase que era» y con esta temática que roza la rabia ante la incomprensión, se aprecian «Más de una vez» («Más de una vez me han echado a la calle/…/por hablar en voz baja de la fe/por hablar en voz alta del amor) y

«Nunca he creído que alguien me odia» («Sé que el pasado me odia/y que no va a perdonarme/mi amor con el porvenir/Por eso manda verdugos con todos los uniformes/»).

También se luce en «Cuántas veces al día» («¿Qué silencio es culpable de la muerte de un hombre?/¿Qué silencio en nosotros ha colgado inocentes?/¿Qué silencio maldito ha cegado algún nombre?/¿Cuántas veces al día merecemos la muerte?/No busquen más alrededor/Ustedes son/»).

El más paradigmático de los temas con esa orientación es el magnífico «Fusil contra fusil» que, detalló el propio autor, compuso en 1968 en Varadero y fue quitado de un programa de televisión porque no tenía la autorización de una comisión que revisaba y autorizaba las obras que mencionaban al recientemente asesinado Ernesto Che Guevara.

«Cantarán su luto de hombre y animal/y en vez de lágrimas echar/con plomo llorarán/Alzarán al hombre de la tumba al sol/y el nombre se repetirá:Fusil contra Fusil/», se remata la canción que, evocó, «a fines de la década del 70, en el Auditorio Nacional de México, entreabrí los ojos mientras la cantaba y atisbé que una persona de la primera fila me apuntaba con un revólver y sonreía. Yo apreté los ojos y conseguí terminar».

Silvio redondeó el relato acercándose a un presente que lo tiene como referente de la Nueva Trova y suerte de embajador cultural de la Cuba castrista: «Quince años más tarde, a más de 4.000 metros de altura, en las legendarias minas de Siglo XX, al final de un acto en el local de su sindicato, los mineros bolivianos me pedían a gritos ¡'Fusil contra Fusil'!».

SERGIO ARBOLEYA

Télam


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