Acoso y amenazas a diario: pide recuperar su vida ante los ataques de su expareja en Roca

Julieta decidió hacer público el hostigamiento y violencia que sufre por parte de su ex. Su casa fue blanco de ataques y denuncia encubrimiento de una congregación evangélica.

«Vas a ver lo que les va a pasar. Así como sufre mi hija va a sufrir la tuya«, esas palabras forman parte de las continuas amenazas que debe soportar una mujer de la zona norte de Roca por parte de su expareja. La violencia se incrementó en las últimas semanas con el vandalismo hacia su vivienda y apariciones esporádicas.

El cansancio y el miedo llevaron a Julieta a recurrir a los medios de comunicación para denunciar públicamente el constante asedio y acoso que recibe. Según relata la mujer, el accionar judicial resulta insuficiente para frenar el maltrato del hombre, quien sistemáticamente viola el cerco perimetral.

Aunque las episodios de violencia comenzaron cuando iniciaron su convivencia en diciembre de 2020, la gravedad de los hechos se intensificó en los últimos meses. Sobre todo cuando el hombre tuvo una recaída en el consumo de drogas.

«Una vez llegó muy drogado a las cuatro de la mañana y comenzó a insultarme sentado en la mesa. No había forma de que él se calmara con los insultos. Se abalanzó sobre mí y empezó a ahorcarme. Pero cuando se despertó la hija que tenemos en común, ahí me soltó. Mi nena me pidió que lo saque con la policía», comentó Julieta.

Fue a raíz de esta situación ocurrida en julio, que la mujer recurrió al Sistema de Abordaje Territorial (SAT), cuyos operadores lograron asesorarla para iniciar un proceso legal en contra del acosador. Rápidamente se le asignó una custodia policial por parte de agentes de la Comisaría 21.

En respuesta, el hombre decidió lanzar un «escrache» a través de los conocidos grupos de «compra y venta» en la red social Facebook. En la publicación acusó a la víctima de maltratar a sus hijas. Este hecho le valió a Julieta una denuncia de la Senaf, que organizó una visita para supervisar el clima familiar.

Hasta referentes de una congregación evangélica -quienes le brindaron asistencia a su expareja por su adicción a las drogas-, testimoniaron en su contra, según el relato de la denunciante. «Los pastores que lo ayudaron están como testigos de mi maltrato. Esa familia en vez de ayudar a las víctimas ayudan al victimario, no es el primer caso», dijo.

A partir de ahí la joven comenzó a sufrir constantes persecuciones por parte del hombre, pese a contar durante dos meses con la presencia de guarda policial. La casa donde reside junto a sus dos hijas fue blanco de robos y la rotura de una de sus paredes traseras.

Asimismo, en más de una oportunidad el hombre se acercó a insultar a Julieta por la ventana. «El botón antipánico me llegó el 1 de septiembre y lo empecé a usar todos los días. Siempre viene y me corre las cortinas para gritarme. En la noche me agarra miedo», enfatizó.

Ante cada nueva aparición la policía llega tarde para poder detenerlo. Y desde el Poder Judicial insisten que ante la falta de testigos, su accionar se ve limitado. «Me dijeron que puede ser tomado como suposiciones mías o como parte de un enojo», comentó.

Producto de esta situación de violencia, la mujer quedó sin trabajo. Se desempeñaba como acompañante de una persona mayor, pero al no poder abandonar su residencia por temor debió dejar sus compromisos de lado. Ahora sobrevive gracias a la venta de pastas.

Ahora, la mujer solo busca frenar la escalada de violencia y que la Justicia pueda tomar medidas efectivas contra su agresor, para poder recuperar su vida.


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