Arrancó el debate sobre la eutanasia: «El paciente debe poder decidir si quiere morir sin dolor»

Los especialistas consideran que el recorrido será largo por las creencias sociales. Valoraron que Argentina puede evaluar el camino de otros países que ya cuentan con esta legislación.

Después de un recorrido legislativo de 5 años, Uruguay aprobó la ley de la eutanasia. De esta forma, las personas mayores, psíquicamente aptos, en la etapa terminal de una enfermedad incurable o que padezcan un sufrimiento insoportable podrán optar por poner fin a su vida con la asistencia de un médico. Ese mismo debate ya comenzó en Argentina y promete un largo recorrido, muy similar al que tomó la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo por las creencias sociales en juego.

Silvia Ávila, decana de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional del Comahue (UNCO), participa de un foro de debate con decanos de Medicina de universidades públicas y privadas de todo el país. «Es un tema que merece una discusión amplia para escuchar las voces de todas las personas involucradas que, hace años, piden que se tomen en cuenta su situación. Muchos ya han fallecido, pero militaron la causa y dejaron un legado«, consideró Ávila que es médica genetista.

En 2012, Argentina sancionó la Ley de Muerte Digna que permite a pacientes en situaciones de enfermedades terminales o irreversibles rechazar tratamientos médicos que prolonguen artificialmente su vida, incluyendo la hidratación y alimentación. Río Negro fue pionera con esta misma ley en 2007.

«Acá entra en juego la autonomía del paciente que, así como puede rechazar medidas de soporte extraordinarias, puede definir que se le permita morir sin dolor y no tener una vida con sufrimiento cuando no hay posibilidad de cura«, planteó Ávila.

Puso como ejemplo, a los pacientes que conviven con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA): «Hay personas como el físico Stephen Hawking o el político Esteban Bullrich que «aun encontrándose con esta condición severa que no tiene cura, encuentran un sentido y generan propuestas. Cuentan con un soporte tecnológico que les permite vivir muchos años e incluso, comunicarse ante la pérdida del lenguaje. Su capacidad cognitiva es perfecta».

Pero advirtió que otras personas, con la misma condición, «no encuentran sentido a su vida y eso debe ser respetado. Esa es la discusión que tenemos que dar. Las creencias religiosas son eso: creencias«.

Ávila estimó que probablemente, el proyecto de eutanasia no se apruebe en un primer momento, tal como ocurrió con la interrupción voluntaria del embarazo. Involucra debates en torno a la filosofía, la bioética, aspectos legales y de la salud. También atraviesa las creencias de cada persona. «Estoy segura que la sociedad irá madurando. El proyecto además, debe contemplar quién haría la práctica. No es lo mismo el equipo que trata a un paciente que ponerlo como una carga pública. No debe ser una imposición para alguien que no conoce al paciente. En esto tenemos que aprender de la interrupción voluntaria de embarazo: hubo muchos objetores de conciencia que no hubieran rechazado la práctica si se hubiera tratado de sus pacientes», analizó la decana.

Si bien se definió como «una persona religiosa», fue más allá: «Como profesional he visto muchas situaciones y el eje debe ser el bienestar de la persona y en su pedido en pleno uso de sus facultades como persona autónoma«.

Resistencias

«La vida es un derecho, pero no debe ser una obligación«. Así se expresó Silvina Pefaure, médica clínica internista en Bariloche que integró el Comité de Bioética, desde 2011 al 2022. En este momento, está jubilada.

La sociedad, evaluó, tiene sus tiempos para determinados debates y «este es el momento de debatir la eutanasia». «Me parece importante escuchar las voces de aquellos pacientes que transitan enfermedades duras, graves, incurables que van a llevar a la terminalidad, con sufrimiento y no siempre con acceso a los cuidados paliativos», opinó Pefaure que cuenta con formación en la Red Bioética de Unesco.

Insistió en que el acceso universal a los cuidados paliativos hoy no está garantizado: solo parcialmente en algunas instituciones y es casi nulo en los domicilios. «Hay pacientes con enfermedades graves o condiciones limitantes y la vida se les hace muy difícil con mucho sufrimiento físico y espiritual. Por eso, desean terminar su vida antes de llegar a la etapa de mayor sufrimiento. También hay que escucharlos«, sostuvo.

Reconoció que el proyecto de eutanasia genera mucha resistencia por parte de la iglesia y de un sector conservador de la sociedad. «Ya de por sí, la idea de la muerte genera estrés en muchas personas. No es fácil de encarar ni de pensar, menos de abordar«, admitió.

Pefaure sugirió la necesidad de convocar a pacientes, personal de salud, paliativistas, personal a cargo de gestiones hospitalarias, médicos y enfermeros bioeticistas (especializados en la ética médica y biomédica) y abogados.

Países Bajos, Bélgica, Suiza, Nueva Zelanda, España, Colombia, Canadá, Ecuador y ahora Uruguay tienen un camino recorrido en eutanasia. «Argentina viene con delay, pero nos permite evaluar los procesos en estos países, ver los resultados que han tenido y cuáles son las mejores iniciativas», planteó Pefaure.

No hay dejar estas decisiones a las familias porque es una carga. El equipo de salud interviniente debe acompañar al paciente en estas circunstancias. No se trata de transformar a los médicos en ‘doctor muerte’. No debe ser una carga pública»,

Silvia Ávila, decana de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional del Comahue.

Eutanasia y cuidados paliativos

El médico paliativista Alejandro Nespral consideró que el debate sobre eutanasia «le permite a la sociedad hacerse preguntas, tropezarse con algunas dificultades y encontrar caminos para seguir hablando de derechos«.

«Este debate -acotó- pone el foco en el derecho de las personas a decidir sobre su propia vida, pero también trae la discusión sobre los dispositivos en la sociedad para aliviar el sufrimiento de las personas, especialmente de quienes tienen enfermedades graves, que provocan mucho dolor físico y espiritual».

Este médico del Servicio de Pediatría del Hospital Ramón Carrillo e integrante de Cultura Paliativa planteó que «la eutanasia conlleva a pensar cuán insuficientemente aliviado está el sufrimiento. En muchos escenarios, la eutanasia se plantea como algo opuesto a los paliativos. Yo creo que se puede hablar de ambos, como estrategias que operan en distintos niveles, pero que hablan en el fondo de un mismo tema: el derecho de las personas a no sufrir de manera innecesaria cuando atravesamos una enfermedad«.


Una encuesta nacional del Observatorio Pulsar.UBA, realizada entre el 27 de mayo y 4 de junio de este año, evidenció que el 77% de los encuestados está de acuerdo con que se permita a las personas tomar decisiones sobre su propia muerte en situaciones médicas extremas.


Proyecto rionegrino

Tras la aprobación de la ley en Uruguay, la senadora Silvina García Larraburu presentó un proyecto que garantiza el derecho de las personas a decidir «de manera libre e informada» el modo y momento de su muerte en caso de una enfermedad grave e incurable y de sufrimiento intolerable.



Después de un recorrido legislativo de 5 años, Uruguay aprobó la ley de la eutanasia. De esta forma, las personas mayores, psíquicamente aptos, en la etapa terminal de una enfermedad incurable o que padezcan un sufrimiento insoportable podrán optar por poner fin a su vida con la asistencia de un médico. Ese mismo debate ya comenzó en Argentina y promete un largo recorrido, muy similar al que tomó la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo por las creencias sociales en juego.

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