Cómo combatían los incendios en Roca hace 50 años

El 29 de diciembre de 1949 se formó la Asociación de Bomberos Voluntarios. Durante un año usaron baldes con agua que acumulaban de la lluvia hasta que llegó el primer autobomba.

“Antes no había agua corriente, y los primeros bomberos usaban la lluvia que acumulaba la gente en aljibes para apagar los incendios. Trataban de hacer una cadena humana para tirar el agua con baldes”, contó con detalle Roberto Molina, bombero retirado y director del museo que tiene la asociación en Roca.

En esas vitrinas hay fotos de 1949 y hasta lanzas que se usaban en esos años.
Disponer de agua fue un gran desafío para ese primer escuadrón de valientes.
“Había aljibes de 2.000 a 7.000 litros, se pedía a cada vecino del pueblo que preparara la llave y la tapa para poder sacar lo más rápido posible el agua”, señaló Molina.

El caballo era el medio de transporte de la época y muy poco podían hacer cuando se prendían fuego los fardos de pastos o caballerizas.

Los mismos bomberos pusieron su vehículos a disposición de la asociación para ir a los incendios. Un año después llegó el primer autobomba que permitió descargar agua a presión. “Podían subirse 12 bomberos. Se trataba de una unidad Ford de 1938. Fue una donación que hizo Defensa Civil de Nación”, relató.
Roberto contó que además de Roca, entregaron otra autobomba en Comodoro Rivadavia y también en Buenos Aires.

Los primeros incendios los extinguieron con agua de los aljibes.

“Las tareas estaban distribuidas, desde el que manejaba, el que llevaba la manguera y quien abría la llave. Las lanzas eran de bronce y cobre porque no se oxidaban”, señaló.
El primer camión cisterna lo recibieron en 1961 cuando ya existía una red de agua en Roca.
“Con la red de agua a partir de 1960 llegaron los hidrantes de piso. Cada dos cuadras había uno”, detalló.

Los bomberos cuando llegaban unían la manguera a estos hidrantes que eran equipos y tuberías conectados a la red de abastecimiento. Esta se enlazaba al autobomba que le daba presión para despedir el agua y así poder apagar las llamas. Además se seguía usando los aljibes.

El equipamiento de los voluntarios era un mameluco de grafa que no ofrecía mucha seguridad para el personal. “Lo que más protegía del calor sofocante sobre el cuerpo era el saco de cuero y los cascos que también eran de cuero endurecido”, detalló.

Los bomberos que integraban el cuerpo cuando se inauguró el edificio del cuartel el 14 de noviembre de 1954.

El día que nació el cuartel

En la década del 40 no existía ningún grupo de bomberos desde Río Colorado a Catriel para apagar los incendios.
Walter Kaufman que era representante de un banco alemán que operaba para la Patagonia y tenía su sede en la ciudad vio que se requería una solución para esta problemática.

Había pocos accidentes de tránsito pero sí ocurrían incendios importantes en los almacenes de ramos generales de esos años. “Allí se vendía de todo, desde ropa, comida, fardos de pasto. Como no había gas, toda la calefacción era a leña”, contó Molina.

En la calle Tucumán, entre Belgrano e Italia había un viejo comercio en la ciudad. Un día tuvieron un inconveniente con un calentador a kerosene, se volcó y se prendió fuego un sector de la tienda. “No había nada para tirarle y apagar el fuego, tampoco un grupo especializado en el tema y se quemó todo”, describió el bombero retirado
A partir de este siniestro Kaufman soñaba que se conformara en Roca un cuartel. No había equipamiento y había que pedirlo a Buenos Aires.

Bomberos apagando el fuego en un galpón sobre calle Villegas y Damas Patricias.

Cuando se hizo la convocatoria para ese primer grupo, se pedía como requisito un buen estado físico, tener más de 18 años, y haber realizado el servicio militar. “Todo el manejo era como un operativo del ejército, debían tener conocimiento militar”, remarcó Molina.
Con un grupo de 13 bomberos voluntarios de entre 18 y 35 años se formó el primer escuadrón del Valle en Roca.

Desde Viedma se puso a disposición al suboficial Ernesto Edgado González que fue el primer jefe del cuerpo y realizó las primeras capacitaciones.
El 29 de diciembre de 1949 se firmó el acta constitutiva de la Asociación de Bomberos Voluntarios de Roca y Kaufman se convirtió en el primer presidente.

Al no contar con instalaciones, desde la Comisaría de Distrito que hoy es la Tercera, las autoridades les prestaron el predio sobre calle Sarmiento para realizar sus ejercicios y las salas de talleres que estaban construidas de adobe para que pudiera funcionar provisoriamente el cuartel.
“Se hacía salto a la lona y se usaba la escalera de viento. Estas prácticas se hicieron llamativas para la comunidad y venían vecinos a verlas”, relató Molina.

Luego Kaufman donó el terreno sobre Yrigoyen y allí se inauguraron las primeras instalaciones del cuartel en 1964. Un año antes la asociación había obtenido su personería jurídica.
En esos años había varios diarios además del Río Negro. Estaba la delegación de la Nueva Provincia de Bahía Blanca, El Rionegrino y El Tribuno. Se solían recortar las noticias de las intervenciones de bomberos.

Operativos en otras ciudades

El director del museo contó que cuando había un incendio en otras ciudades enviaban un mensaje por telégrafo. “La mayoría de las comunicaciones eran por telégrafo a través de las estaciones del ferrocarril. Si había un incendio en Huergo, Cipolletti, o Villa Regina mandaban un telégrafo a la estación para avisar al cuartel”, detalló.

También estaba la radio que usaba la policía que tenía un alcance de varios kilómetros. Años más tarde llegaron los primeros teléfonos. La asociación tuvo su teléfono negro que estaba conectado a una central donde una operadora decía el número. “Roca tenía muy pocos teléfonos y eran de dos dígitos los números”, contó.

Roberto Molina ingresó al cuartel en 1965 y recorrió la provincia. Foto Andrés Maripe

Molina señaló que en 1949 había una muy pequeña sirena que se escuchaba poco. Después hubo otra de siete caballos de potencia que tocaba a las 8 horas y al mediodía de lunes a viernes. Esto era para los que trabajaban en los comercios. “Sonaba cuando ingresaban y a las 12 cuando se iban a su casa”, relató.

Años más tarde llegó la famosa sirena de 25 caballos de potencia que se escuchó durante varios años en gran parte de la ciudad.

Un bombero de trayectoria

Roberto Molina nació en Roca en 1952 sin embargo desde los 5 años y hasta los 17 vivió en una chacra en Conesa por un problema de salud que tenía su padre por el azufre que se usaba en los viñedos. “A los 17 años ingresé como cadete bombero. Después pasé a ser aspirante. Don Kaufman me tomó juramento”, contó emocionado.

Hasta 1972 fue bombero voluntario, año en que le tocó hacer servicio militar en el Batallón de Ingenieros en Neuquén. “Cuando volví me encontré con la novedad de que necesitaban empleados policiales para las guardias. Por esto pagaban un sueldo. A mi no me gustaba ser policía pero lo hice porque había vacantes en los cuarteles”, recordó.

El servicio lo hizo en la escuela de Policía en Viedma y se recibió de oficial. Como bombero recorrió varias localidades de la provincia. El primer destino fue Villa Regina y luego fue jefe en Río Colorado. Después lo enviaron a formar el cuartel de El Bolsón. Allí se encontró con la problemática de los incendios forestales. “Conocí gente del Instituto Forestal Nacional que ya no existe más. Pude conocer lo teórico, lo práctico y tuvimos la suerte de armar la primera brigada de incendios forestales en Río Negro. De ahí surgió el Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (Splif)”, mencionó orgulloso.

Años más tarde creó este grupo en Bariloche. Luego regresó a Roca como jefe, y estuvo en Cipolletti, en Viedma y San Antonio. “Finalmente regresé a Bariloche donde me retiré como subcomisario en 2005”, recordó.
Tras alejarse de su labor de bombero fue director general de Seguridad en el Municipio de Bariloche hasta el 2008. En 2010 regresó a Roca a vivir y se ofreció a colaborar con el cuartel aunque ya no para apagar incendios. “Charlando con el presidente de la asociación Manuel Carrillo surgió primero la idea de traer a bomberos retirados para escribir un libro”, comentó.

Después de compartir asados comenzó a nacer la idea de hacer el museo. Molina realizó cursos y se empezó a armar esta muestra en el edificio del primer cuartel, ubicado sobre calle Yrigoyen.


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