Lectura en la era digital: ¿Cómo equilibrar papel y pantalla en la educación?
¿Cómo leemos hoy y qué leemos? Un recorrido por las estrategias y desafíos que enfrentan escuelas y familias en la era digital. Según autoridades educativas de la región y expertos en comunicación y educación, no debiera ser una dicotomía.
El acto de leer, una de las habilidades humanas más transformadoras, está en constante evolución. En una era dominada por las pantallas, el libro físico compite por la atención con un universo digital amplio y en cambio permanente. ¿Los soportes digitales afectan el hábito de la lectura o abren nuevas puertas al conocimiento? ¿Cómo deben o pueden abordar las escuelas y las familias este tema?
Las estrategias de lectura en Río Negro y Neuquén
La visión de cuatro expertos consultados por RÍO NEGRO es la de una “complementariedad necesaria”. Reconocen los desafíos que la dispersión digital puede generar, pero también celebran las oportunidades de acceso e inclusión que ofrecen las nuevas tecnologías. La clave, según ellos, reside en la “estrategia del lector”, la “formación crítica” y el “rol activo de las instituciones educativas” para guiar a las nuevas generaciones.
En Río Negro y Neuquén se están implementando políticas y programas que buscan abordar estos retos.
Romina Faccio es directora general de Educación del ministerio de Educación y Derechos Humanos de Río Negro. Para ella la relación entre ambos soportes “no debiera ser una dicotomía, una cosa a la otra”. En un mundo “atravesado por los soportes digitales”, la prioridad es clara: ”promover la lectura en todos los formatos”.
Reconoce que “tal vez no se lee de la misma manera en un soporte que en el otro, pero lo cierto es que los chicos y las chicas recorren los soportes digitales y también tenemos que trabajar sobre la promoción de la lectura en ese soporte y sobre las estrategias de lectura«. La integración de lo digital, sin embargo, no implica el abandono del libro físico; de hecho, asegura que “las escuelas trabajan muchísimo con los libros físicos”.

Por su parte, Belén Chiacchiarini, directora general de Formación Docente del CPE de Neuquén, es también responsable del Programa de Alfabetización. Destaca que “el contacto asiduo con los textos, sobre todo en la primaria, es muy importante para la enseñanza de la lectura y la escritura. Y es el recurso por excelencia para nosotros”, señalando que “la escuela tiene bibliotecas escolares con libros y esos libros hay que usarlos”.
Convivencia entre soportes: papel + digital
La coexistencia de los soportes de lectura es, sin duda, uno de los ejes centrales en la discusión educativa actual. Francisco Albarello, doctor en Comunicación Social de la Universidad Austral y docente investigador de la Universidad Nacional de San Martín, dedicó más de una década a investigar estos procesos y es categórico al afirmar que “los soportes de lectura (papel y pantalla) se complementan, no se reemplazan”.
Sus primeros estudios, en 2010, ya comparaban la lectura en papel con la de las computadoras de escritorio, un panorama que se complejizó con la llegada masiva de celulares, tablets y portátiles.
Albarello establece una distinción fundamental entre el papel, al que califica de dispositivo “monomedia” que “favorece la concentración”, y la pantalla, un “metamedia multitarea” que, por su propia naturaleza, “tiende a la dispersión, a la distracción porque su rasgo distintivo es que permite hacer muchas cosas a la vez”.
Además, señala un factor físico relevante: “la pantalla al ser luminosa cansa más la vista y uno trata de terminar más rápido”. En contraste, “en el papel uno tiende a una lectura más descansada, más concentrada y demás”.

Sin embargo, esta tendencia a la distracción no es un impedimento absoluto. Durante la pandemia, sus investigaciones observaron cómo “estudiantes universitarios podían leer de manera concentrada en la pantalla de la computadora, que no es igual que en el papel, pero lo podían hacer porque, no les quedaba otra alternativa”.
Esto lo llevó a concluir que, si bien el dispositivo tiene una “condicionante”, la concentración en pantalla es posible y ”depende de la estrategia del lector”, que debe “mantener la concentración en lectura” a pesar de los “estímulos seductores”.
Marina Elberger, licenciada en Ciencias de la Educación y autora de “Tiempo de leer” (La Crujía) se suma a esta perspectiva de inclusión. Para ella, “la lectura es una práctica fundamentalmente social. Si no existiera la sociedad, la escuela no tendría sentido, tampoco la lectura. Hoy la lectura es analógica y es digital. No tiene ningún sentido excluir”. “Cada soporte tiene sus ventajas y desventajas según el objetivo”, insiste.
La importancia social de leer y escribir
Todos coinciden en que la alfabetización es mucho más que decodificar letras. Faccio lo resume así: “la posibilidad de la lectura y la escritura consciente, bien trabajada, bien apropiada es la puerta de entrada a todos los otros saberes”.
Chiacchiarini conceptualiza a la alfabetización como un proceso paulatino de “introducir a los niños en las prácticas sociales de lectura y escritura”, reproduciendo en la escuela las prácticas que se realizan fuera de ella. Destaca también que la evaluación, en este contexto, es vital para “identificar cuáles son los niveles de alfabetización, en donde está cada uno de los chicos y a partir de ahí poder ofrecerle las propuestas ajustadas a lo que cada uno necesita”.
Esta visión de la lectura, que une el contacto con el libro impreso y la navegación en los soportes digitales, busca empoderar a las personas, en la infancia pero también en la vida adulta, para que puedan “leer el mundo” y participar en él.
La escuela y la formación de lectores
El rol de la escuela es insustituible en la formación de lectores, actuando como un pilar democratizador del acceso a la cultura escrita. Faccio destaca que en Río Negro, la lectura está profundamente integrada en los “diseños curriculares de todos los niveles y modalidades”.
El Plan de Lecturas rionegrino es el motor de esta política, con “distintas líneas de acción” que van desde “instancias de formación hasta la difusión de autores y autoras rionegrinas. Se trabaja estrechamente con institutos de formación docente y las universidades en talleres y “ferias literarias escolares”, así como en ateneos, que son “propuestas situadas de formación” sobre diversas temáticas literarias. La provincia también distribuye libros físicos, como el “libro puente” que se entrega a estudiantes de que egresan de nivel inicial e inician el primero grado, “libro precioso para trabajar” en el proceso de alfabetización.
En Neuquén, Chiacchiarini, responsable del Programa de Alfabetización, comparte la misma visión sobre la centralidad de la escuela. La provincia asumió un “compromiso de darle mayor importancia y relevancia a la alfabetización”, centrando su trabajo “en la enseñanza y en la escuela”. El programa incluye “trayectos formativos” dirigidos no solo a docentes, sino también a directivos, quienes tienen un “rol pedagógico muy importante” y deben asegurar que las planificaciones áulicas “contemplen, todos los días, situaciones de lectura y escritura para el estudiantado”.
Además, el programa ofrece “asesoramiento situado” con referentes que visitan presencialmente las escuelas con mayores necesidades, adaptando las propuestas “a ese grupo, a esa escuela, a los recursos, a los libros que tiene su biblioteca”. Insiste en la importancia de usar los “libros impresos que están en las bibliotecas escolares” para que cada niño tenga acceso a un texto en soporte papel, reforzando la idea de que “es muy importante que se use y que las propuestas de trabajo de lectura se realicen con los mismos”.
Para Elberger, la escuela tiene un “rol democratizador en la experiencia de lectura”, ya que “no podemos generalizar y decir que en todas las casas hay presencia de libros”. El objetivo es “contagiar a las personas por el placer, el interés, el enriquecimiento como experiencia cultural” y enfatiza que la escuela debe “darnos herramientas y prepararnos para todo lo que viene después.
En este contexto, el uso del celular en el aula es un punto de debate. Albarello se opone a una prohibición total, argumentando que “en la vida cotidiana todos lo usamos todo el tiempo, a veces se habla de la escuela como un mundo que no existe”. Aunque reconoce que el celular “es un problema realmente, que distrae”, insiste en la importancia de regular y educar en el uso crítico, porque para muchos estudiantes, el celular puede ser su único acceso a la información. La clave está en la formación y la adaptación pedagógica.
Lecturas, prácticas sociales en la era digital
Leer en su esencia más profunda, es una práctica social que trasciende las paredes del aula y los soportes específicos. Para Elberger el abordaje inclusivo es fundamental, ya que lo digital, además de ser parte de la vida cotidiana, puede ser una “herramienta de inclusión”, especialmente para personas con discapacidad que “requieran de tecnología de accesibilidad” como audiolibros o textos con letras más grandes.
Esta perspectiva es compartida por Faccio, quien resalta que las posibilidades de lo digital “se amplían” y que la escuela “no debe darle la espalda a lo que efectivamente sucede” en la sociedad. Sin embargo, la universalidad de las pantallas también presenta desafíos.
Chiacchiarini admite que “todos, todo el tiempo estamos siendo bombardeados por las pantallas, que son seductoras pero también una amenaza para el hábito de la lectura”. Para ella, esta es una percepción personal, que se extiende a un “fenómeno a nivel social”, afectando no solo a los niños sino a “toda la sociedad”. “La escuela es la caja de resonancia de lo que pasa fuera de ella”, agrega.
Albarello también reconoce el potencial distractivo del celular en el aula pero insiste en que “lo importante es conectar con la lectura en los distintos soportes en los se produce”. Propone también ampliar el sentido de la lectura porque leemos libros, leemos imágenes, leemos montones de textos, leemos audiovisuales, leemos podcasts. Tanto él como Elberger defienden la necesidad de diferenciar entre el uso formativo de la tecnología y su potencial como distracción, defendiendo el uso consciente de los dispositivos.
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