“Nadar para arriba” se pone en la piel de las víctimas del cerro Ventana, en Bariloche

El libro recoge testimonios de los sobrevivientes, a casi 20 años de la tragedia, pero además rescata palabras de los que murieron.

Nadar cuesta arriba suele ser una de las recomendaciones para intentar escapar tras una avalancha de nieve. “Nadar para arriba” es el libro de la periodista y docente Verónica Fernández Battaglia, a 20 años de la tragedia del cerro Ventana en la que nueve estudiantes universitarios perdieron la vida.

La escritora considera que toparse con esta historia no fue casual porque sucedió en la montaña. «Subiendo el cerro Carbón, al pasar frente al cerro Ventana, uno de los guías mencionó que había estado en la tragedia. Había sido uno de los estudiantes que formaba parte del segundo grupo”, relató Battaglia. A partir de ese instante, no pudo evitar lanzar todo tipo de interrogantes al guía.

“En esa marcha cadenciosa, se creó la intimidad para que me contara la historia de Jimena Padín, por ejemplo. Tardaron dos meses en encontrarla”, contó.

Al regreso del Carbón, Battaglia decidió empezar a escribir algo, sin saber bien qué y sin imaginar que devendría en el primer libro sobre la tragedia. Battaglia volvió a reunirse con el guía con la idea de entrevistarlo, pero el clima del encuentro no fue el mismo que se generó en altura.

“Nadar para arriba” es una crónica narrativa en la que Battaglia reconstruye cada detalle del rescate de los estudiantes de Educación Física del Centro Regional Universitario Bariloche (CRUB), tras la avalancha el primero de septiembre del 2002, y del juicio a Andrés Lamuniere, el profesor y guía de montaña.

“Fue el primer juicio a un montañista que fue condenado. Lamuniere se cuidó mucho en medios de comunicación; solo escribió una carta que fue publicada por los diarios. Era una gran incógnita para mí si aceptaría hablar. Aceptó”, explicó.

El texto está intercalado con las voces de los sobrevivientes de la tragedia, pero también de las víctimas. Una profesora de la universidad aportó autobiografías que habían escrito todos los estudiantes ese mismo año, antes de la tragedia.

El relato oscila entre un discurso muy periodístico de testimonios y otro más cuidado y poético para contar el dolor”.

Verónica Fernández Battaglia, autora de «Nadar cuesta arriba».

Antes de tomar la iniciativa, Battaglia decidió consultar a los jóvenes sobrevivientes que aceptaron de inmediato la posibilidad de intervenir en un libro que inmortalizara a sus compañeros. La escritora se encontró con que muchos habían abandonado la carrera; otros la terminaron como pudieron. “Cursando el último año, se enteraron de que muchos de los chicos que acababan de ingresar desconocían el episodio en el Ventana. Eso los impactó. Años después, poco a poco, la Universidad del Comahue les fue poniendo el nombre a las aulas e incluso agregó fotos de los chicos”, expresó Battaglia. En algún momento, dudó en avanzar con el libro. “Era un tema muy delicado que genera mucho dolor y la herida todavía permanece abierta. Me pregunté si no estaba removiendo mucho. Pero se me abrieron tantas puertas que pensé que tenía que seguir”, reconoció.

Su investigación comenzó durante la pandemia y tomó unos seis meses de reporteo intensivo; otro medio año de escritura y otro tanto de revisión y edición.

El riesgo cero en la montaña no existe. A partir de esta tragedia, el concepto de muerte en la montaña se volvió público y punible».

Verónica Fernández Battaglia.

“El relato oscila entre un discurso muy periodístico de testimonios, la sentencia, fragmentos de los diarios, la carta de lectores de Lamuniere y por otro lado, este discurso más cuidado y poético para contar el dolor”, describió la autora que a lo largo del proceso obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes.

¿Quiénes son los protagonistas del libro? Para Battagia, la montaña y Bariloche. “Nadie puede escapar a la pendiente. A la belleza de la naturaleza. Tan encandilante y amenazadora a la vez”, replicó.

Qué pasa después de la tragedia y cómo se convive con el dolor y el trauma fue otro de los interrogantes que propone el libro. Por eso, en el epílogo, Battaglia detalla qué pasó con cada uno de los sobrevivientes. “Algunos siguieron sus estudios, otros decidieron especializarse como pisteros de montaña y en temas de seguridad. Otros no fueron nunca más a la montaña y se abocaron a otras actividades”, dijo.

Consideró que la tragedia “marcó un antes y un después de esa camada”. La Universidad del Comahue, por ejemplo, cambió el diseño curricular y los contenidos. “Una profesora contó que al año siguiente de la tragedia hubo un récord de inscriptos en la carrera porque la gente se enteró de que había una carrera única con especialización en la montaña”, manifestó.

El libro también aborda el magnetismo del riesgo y lo imprevisible. “El riesgo cero en la montaña no existe, dicen los que saben”, planteó Battaglia. En este caso, la salida era en un marco educativo: los chicos tenían que ir al Ventana para aprobar la materia. No sabían del riesgo que corrían. “A partir de esta tragedia, el concepto de muerte en la montaña se volvió público (este debate atravesó a la comunidad) y punible. Por primera vez en la historia, se juzgó y se condenó a un guía de montaña. El juez en la sentencia dice que es imposible evitar eliminar todos los riesgos en una comunidad, pero hay ciertos riesgos autorizados y otros no”, concluyó la escritora.


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