Revivirán la histórica travesía del río Colorado, 50 años más tarde

Cuatro estudiantes bonaerenses fueron los primeros en navegarlo en forma íntegra en 1973. La aventura duró 27 días y los forjó para expediciones mayores, como la legendaria Atlantis. Vuelven el próximo verano a repetir el tramo final, pero con un río afectado por la sequía y la disputa por el agua.

“Jamás vimos a nadie llegar por el río”. La frase resuena en la mente de los cuatro amigos de aventuras, pese a que pasaron 50 años desde que la escucharon. Se las dijeron los puesteros que cruzaron en las orillas del Colorado, aquella vez que se tiraron al agua en dos gomones y le dieron duro a los remos hasta lograr la hazaña: ser los primeros en navegarlo de punta a punta. Desde los Andes hasta Fortín Mercedes, unos kilómetros antes de llegar al mar, donde el cauce se desdibuja en un cangrejal inaccesible.

El próximo verano los cuatro revivirán -ahora en sus kayaks- la etapa final de aquella travesía de 1.100 kilómetros. Duró 27 días y fue el punto de inicio para otras memorables que hicieron por todo el mundo.

Volverán al Colorado para agradecerle al río y a sus pobladores ribereños que los apoyaron en sus inicios.

Aquellos muchachos sedientos de aventura rondan hoy los 75 años, así que Alfredo Barragán, “el capitán”, indicó a Río Negro que les mantiene el ánimo bien en alto: “Muchachos, aguanten, ni se les ocurra morir ahora”.

«Había que resolver lo que sea: oleaje, correntada, viento en contra, piedras, reparar el bote y seguir. El primer humano lo vimos en 25 de Mayo, La Pampa».

Alfredo Barragán

En Río Colorado, La Adela y Pedro Luro, ciudades que abarcará la nueva travesía simbólica, preparan una gran fiesta para el 11 febrero próximo.

El bajísimo caudal del río que cruza cinco provincias (Mendoza, Neuquén, Río Negro, La Pampa y el sur bonaerense), la administración del agua y el impacto del cambio climático serán tema de debate durante la conmemoración.

Cuando llegaron a Fortín Mercedes el 11 de febrero de 1973, el Colorado tenía un ancho de 200 metros y dos de profundidad. “Hoy el mismo lugar está lleno de bancos de arena, el cauce es de 20 metros y el agua te llega a la rodillas”, explicó Barragán. “Es penoso verlo ¿Qué pasó, qué hicieron?”, se pregunta.

Un poco de historia

Corría el año 1972 cuando la idea surgió de la charla entre unos amigos universitarios bonaerenses : Barragán, José Luis Godoy, Jorge Iriberri y Rubén Tablar. “Nos enteramos que el Colorado nunca había sido navegado en su totalidad. Nos llevó 10 meses de planificación, antes de largarnos al agua, el 16 de enero de 1973, en la cordillera, en la confluencia de los ríos Grande y Barrancas, justo en el límite entre Mendoza y Neuquén. Utilizamos dos balsas náuticas a remo que nos prestó la Armada y llevábamos unos 150 kilos de equipamiento”, describió Barragán.

Rubén Tablar, José Godoy, Jorge Iriberri y Alfredo Barragán en 1973. Fueron recibidos como héroes en Fortín Mercedes, al culminar la travesía.

Quienes habían intentado navegarlo antes, desistían a los pocos kilómetros. Los rápidos de la cordillera destruían los botes.

A fines del 72, una nevada excepcional lo había ensanchado en forma peligrosa.

La expedición llegó a la zona de la naciente en un Chevy, con toda la carga en un carro. Los últimos 7 kilómetros los hicieron en caballos y mulas que les facilitó una familia mapuche de Butacó, en el norte neuquino.

Los estudiantes tenían entre 22 y 24 años. Fue vital el apoyo de los familiares, que les prestaron un Chevy con un carro para que pudieran acercarse a la confluencia de los ríos Barrancas y Grande, donde nace el Colorado, cerca del límite entre Mendoza y Neuquén.

Ya en el agua, los gomones se sacudían en los rápidos, pero los navegantes los mantenían en linea con sus remos de madera. No tenían una carta náutica. La pidieron a los organismos competentes. Ninguno la tenía.

La crecida había creado muchos brazos y a veces erraban el cauce y se encajaban. En otras, las piedras del lecho perforaban el bote y había que parcharlo, esperar toda la noche a que secara, y vuelta a remar al día siguiente.

El viento sopló en contra durante casi toda la travesía que se dividió el tres etapas: desde la naciente hasta 25 de Mayo: desde 25 de Mayo a Río Colorado, y la última desde Río Colorado hasta Fortín Mercedes.

Primero los acompañó a la vista el volcán Tromen, luego aparecieron las barrancas que con el correr de los días se convirtieron en bardas. El paisaje se fue achatando hasta terminar como un río manso de llanura.

Cuando caía el sol, buscan una zona playa y armaban la carpa canadiense. Luego montaban las antenas, conectaban la radio y pasaban el parte a sus familiares.

“No existía el GPS ni ningún medio de posicionamiento moderno. No teníamos información de nada. Así que nos dedicábamos a remar y remar”, indicó José Luis Godoy.

Los locos del río

Una vez a la semana un avión de la Fuerza Aérea los sobrevolaba para identificar su posición.

El rumor de los “locos que venían por el río” se había expandido por toda la región.

Ya en Río Colorado empezaron a firmar autógrafos y dieron sus primeras notas a los medios interesados por su aventura.

La llegada a Fortín Mercedes fue una fiesta, con una multitud en las costas, autoridades, aviones sobrevolándolos y un bote de la Armada de respaldo. La hazaña se había concretado. “Allí pudimos cristalizar lo que soñábamos de chicos”, dice Barragán.

Ahora esperan la llegada del próximo verano para revivir con todos aquella emoción.


Todos los obstáculos y las alegrías en el recorrido


El bote inflable.- Se los prestó la Armada, que lo había desechado porque vibraba mucho con el motor. Tenía un espejo en popa con un plano transversal que lo cierra. Una proa en V con un tubo por cada lado, donde iba montado cada remero. Un piso de lona y sobrepiso de madera. Era muy lento, con un bordo alto –mucho bote fuera del agua- y en un cauce quieto costaba moverlo.

El bote amarrado en un lugar playo. Todas las tardes, al finalizar la jornada, buscaban el lugar adecuado para acampar

En caballo y mulas.- Cuando se terminó el camino en el paraje de Butacó para llegar a la naciente del Colorado, tuvieron que seguir con la carga en caballos y mulas que les facilitó una familia mapuche. El Chevy con acoplado ya no podían con las pendientes.  Restaban 7 kilómetros y les indicaron el cauce de un arroyo para poder llegar.

El Chevy con toda la carga los acompañó hasta donde se terminó el camino. Luego, siguieron con las mulas y caballos que les prestó
una familia mapuche del norte neuquino.

Duración.- 27 días les llevó la navegación del Colorado, 23 con viento en contra.

50 kilómetros diarios.-Remaban de sol a sol para cumplir con el objetivo.

Un día de la travesía.- Despertaban al amanecer. Desarmaban la carpa y cargaban todo y lo ataban en los botes, porque en los rápidos se sacudían mucho. “Remábamos cerca para poder hablarnos de bote a bote. Y a descubrir qué había después de cada curva. Sin carta náutica no sabíamos qué. Y a veces en las noches, según como estuviera el viento, oíamos el ruido del río adelante”, explicó Barragán. Muchas veces era atronador, no sabíamos si venían rápidos o una pequeña caída, o salto. Era doblar y ver.

Río planchado. Doble esfuerzo para mover los botes, que eran altos y llevaban mucho peso.


Remaban “a caballo”.- Iba montado cada uno en el tubo lateral del bote. Una pierna dentro y la otra en el agua. Con un remo simple, de madera. Era darle y darle, golpear y seguir. Si se pinchaba un tubo había que salir a la costa, vaciar el bote, darlo vuelta, encontrar la rajadura y parcharlo. Luego, esperar hasta el otro día que secara para poder seguir.

Derrame de petróleo.– Tuvieron que quedarse tres días en 25 de Mayo, La Pampa, por la rotura del oleoducto que cruza el río y transporta el petróleo hacia la planta de Catriel. Les decían que el petróleo podía afectar la tela de los botes. Una vez que repararon la pérdida, siguieron con la travesía.


La alimentación.- Al mediodía comían algún salamín, un trozo de queso, una lata de sardinas con pan. A la noche fideos o arroz. Un par de veces tuvieron suerte:  cruzaron un puesto en la costa y asaron un trozo de cordero que les regalaron. Única bebida, el agua. La del Colorado no es traslúcida. La dejaban sedimentar en una olla. Rubén Tablar fue el cocinero del grupo. “Administraba la pobreza”, explicó risueño. También fue el encargado de las filmaciones. Habían llevado 30 metros de película súper 8.

Listos para la transmisión.- El parte del día se lo pasaban a sus familiares en Dolores, con un equipo de radio que trasladaban en los botes.


Antena de radio: al finalizar de cada jornada, armaban la carpa y la instalaban para comunicarse con la ciudad de Dolores y darles la información del día. Eran caños de luz que llevaban más el cable coaxil y con los que armaban una torre de 6 metros de altura. El equipo viajaba en un cajón de madera.
El primer humano: lo vieron en el puente dique de 25 de Mayo, después de 5 días de travesía .
Las manos: había que hacer más fuerza para remar cuando el río se planchaba. “Nos levantábamos con las manos tan hinchadas que no podíamos cerrarlas. Las metíamos en el agua fría temprano, esperando que las desinchara”, explicó Barragán.


Caras de asombro: a los pocos que cruzaron en las zonas más inhóspitas,  les decían que jamás vieron pasar a nadie por el río. Barragán recuerda las caras de asombro con que los miraba la gente de campo desde la costa. “Una vez llegamos e hicimos noche cerca del puesto de una familia.  A la mañana nos despertamos con 20 personas cerca. No sé cómo, pero se habían pasado el dato entre vecinos para ver a los locos que bajan por el Colorado”, contó Barragán. 

Salto Andersen: Al llegar allí, la información ya había corrido y muchos se acercaron a verlos y alentarlos. Les ayudaron a cargar los botes y trasladarlos al otro lado de la represa para la etapa final.

Quemados por el sol.- Remaban con remeras largas, gorra y anteojos. No existía por esos años la crema de pantalla solar. Sus manos terminaban hinchadas después de cada jornada en la que remaban 10 horas. Cuando caía la tarde buscaban alguna playa seca para sacar los botes y acampar. Algunos días erraron el cauce principal: doble esfuerzo para remontar con el bote.

30 minutos.- De película en Súper 8 llevaban en los gomones para filmar la travesía. Varias de las imágenes que ilustran esta nota fueron capturadas de ese registro histórico.


«No entiendo cómo le podían creer a unos pibes»


Alfredo Barragán, un hombre de leyes muy inquieto, que de niño se apasionó con los libros de viajes. Y más tarde se lanzó a concretar sus propias expediciones. La «Atlantis», en balsa desde Islas Canarias hasta Venezuela, la hazaña más renombrada.

En el río Colorado se cerró un capítulo determinante de nuestras vidas y se nos abrió una puerta infinita al mundo de la exploración”.


Así definió Alfredo Barragán la histórica travesía de 1973, en diálogo telefónico con este diario.
Fue un bautismo de fuego para las hazañas que siguieron: cruzar el Atlántico en balsa, los Andes en globo y el mar de las Antillas en kayaks; escalar el Aconcagua, el Kilimanjaro y el Mont Blanc.

Nosotros no somos aventureros, somos expedicionarios. Absolutamente serios para planificar y ejecutar»

Alfredo Barragán


Todavía no comprende cómo en la Armada y Fuerza Aérea pudieron creerles a un grupo de muchachos de 22 años . Fue aquella vez que se acercaron a pedirles botes o equipos de comunicación para navegar el Colorado de punta a punta.


“Es que todo lo que encarábamos lo hacíamos de modo muy serio. Cero improvisación. Sin sponsor y con un profundo respeto por la naturaleza. Nosotros no somos aventureros, somos expedicionarios”, declara en tono firme el “Capitán”. Y explicala diferencia: “El aventurero se tira a ver qué pasa, el expedicionario ya sabe lo que va a pasar”.


Barragán tiene 73 años y es abogado. Se crió y vive en Dolores y se define como un explorador nato. “Tenía tres años y me trepaba a los muebles. A los seis robaba monedas y compraba sogas. A los siete, como todo chico de campo andaba con un aire comprimido y cazaba, cuando cazar no era mala palabra. A los 16 años me metía solo en el monte en busca de algún puma o jabalí”, detalla.

Los cinco integrantes de la Expedición Atlantis, realizada en 1984. Cruzaron el Atlántico sobre una balsa de troncos a vela y sin timón


Julio Verne y Emilio Salgari alimentaron su imaginación desde temprano. Aprendió a leer a los 4 años.
Se considera un “hinchaguindas” y como buen vasco, cada vez que se le mete una nueva aventura en la cabeza “machaca” a sus amigos hasta concretarla.


“La expedición del Colorado fue lo que soñábamos de chicos, lo que nos inspiraron las lecturas. Cumplir con nuestras ansias de aventuras y cumplir de algún modo con lo que esperaban de nosotros nuestros padres”, añadió el “Capitán”.


El día de la llegada a Fortín Mercedes está grabado en su memoria: “tengo una enorme gratitud eterna con el lugar, su gente en todo el recorrido y las emociones vividas”, señaló. Y tiró otra frase emotiva: “Ahí la vida me dijo: ¡Dale, metele para adelante! éste es tu camino”.


Al referirse a sus compañeros del Colorado dijo que no es normal que un mismo grupo se sostenga todo el tiempo, amplíe y “cargue en el lomo con 30 expediciones en 50 años y en cinco continentes”.


Cuando se le preguntó por su condición de líder y formador de grupos en el Centro de Actividades Deportivas, Exploración e Investigación (CADEI), sostuvo que “me toca ese papel, el que organiza propone y comanda. Ni me lo pregunto ni se lo preguntan, es algo natural”.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios