«Tenía que darse»
El capitán de navío Hans Langsdorff se envolvió en la bandera de guerra alemana. Luego se descerrajó un balazo.
Fue en Buenos Aires, donde estaba internado con el resto de la tripulación que había quedado con vida. Sucedió el 20 de diciembre del '39. Treinta y seis de los efectivos del buque no se enteraron del suicidio de su comandante. Caídos en el combate con el «Ajax», «Achilles» y «Exeter», estaban sepultados en Montevideo. El resto de la tripulación, más de 1.000 sobrevivientes, rindió homenaje a Langsdorff. Fue enterrado en La Chacarita.
«Para un comandante que tiene sentido del honor, se sobreentiende que su suerte personal no puede separarse de la de su navío. Ya no podré participar activamente en la lucha que libra actualmente mi país. Sólo puedo probar con mi suerte que los marinos del Tercer Reich están dispuestos a sacrificar su vida por el honor de su bandera», reza una de las cartas dejadas por Langsdorff cerca de su cuerpo.
La tripulación del crucero alemán quedó internada en la Argentina. Martín García, Sierra de la Ventana y Córdoba fueron sólo algunos de los lugares en que vivieron. Muchos de ellos se fugaron y por mil caminos y otras tantas aventuras, retornaron a Alemania y a la lucha.
Entre éstos estuvo el entonces muy joven teniente de navío Friedrich Rasenack. Terminada la guerra retornó a la Argentina. Se casó. Trabajó en la empresa Orbis. Hoy tiene 89 años, una pila de nietos y el grado de capitán de corbeta retirado de la Marina alemana. Viudo, vive en La Falda, siempre rodeado de libros y el afecto de «un país al que le debo mucho».
Apurado por la partida de vacaciones, días atrás atendió a «Río Negro».
– ¿Usted fue nazi?
– No… jamás pertenecí al partido… en la Marina alemana no abundaban los nazis. Raeder. Nuestro máximo almirante ni siquiera obedeció hacer el saludo nazi… luchamos por nuestra patria.
– ¿Qué es hoy para usted la batalla del Río de la Plata?
– Un combate franco, muy duro… tenía que darse… profesionalidad y valentía por ambos lados.
– ¿Qué momento en particular recuerda de aquella batalla? En su libro parece impresionado por el cuadro que ofrecía la enfermería…
– De un combate uno jamás olvida nada… de la guerra no se olvida nada. Pero sí, hay recuerdos particulares… el piso de la enfermería del buque lleno de sangre, gente sin brazos, sin piernas… operaciones de urgencia sin anestesia y, como he escrito en mi libro, ni un grito, ninguna queja… todo valentía.
– ¿Cómo recuerda al comandante Hans Langsdorff? Se critica que no haya salido a combatir a los cruceros británicos que lo estaban esperando en las afueras de las aguas uruguayas.
– Fue un señor, un gran marino… cuidó de todos nosotros… valiente, inteligente, patriota. En Montevideo hizo lo que tenía que hacer… las críticas son infundadas, interesadas en desprestigiarlo.
– Y usted siguió peleando…
– Sí… tres meses después del hundimiento del buque salí de la Argentina… no había firmado ningún compromiso de no hacerlo. Luego de una larga marcha por el mundo, llegué a Alemania y fui destinado al crucero «Tirpitz» y ahí seguí la guerra. Tiempo después de que ésta terminara, volví a la Argentina… ¡la quiero mucho!
C. T.
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