Todos deberíamos ser feministas

Valeria Amstein *


El título de esta nota está tomado literalmente del título del libro de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. En este ensayo publicado en 2015, Adichie se enfoca en mostrar los micromachismos que persisten en todas las sociedades y en cómo éstos condicionan la vida de mujeres y niñas – yo agrego e identidades sexuales disidentes- . Ella explica de forma clara que ser feminista, es decir, creer en la igualdad entre las personas sin importar su género, es imprescindible para que la sociedad avance. A partir de ejemplos familiares y de la vida cotidiana, expone que aún vivimos en un mundo en el cual a las personas que nacen de sexo femenino desde la infancia se les da menos importancia, poder económico, libertad e independencia que a quienes nacen varones, y cuando se hacen adultas se las priva del mismo reconocimiento y status social que recibe un hombre.

Cuando miramos a nuestro alrededor es fácil creer, equivocadamente, que las desigualdades basadas en el género están desapareciendo. Al fin y al cabo, hay mujeres presidentas, ministras, legisladoras, camioneras, jugadoras de fútbol, escritoras, cineastas y científicas. Hay un cúmulo de leyes que consagran los derechos de las mujeres y personas LGTTBIQ, hay ministerios y secretarías dedicados a promocionar y garantizar estos derechos. Es decir, hay avances en la búsqueda de eliminar las desigualdades y violencias basadas en el género. Y esto es así, en gran medida, porque hay un movimiento social que ha irrumpido con mayor fuerza en la última década exigiéndole a los gobiernos acciones en ese sentido.

Sin embargo, y a pesar de todo esto, las desigualdades persisten y siguen condicionando la vida de mujeres, niñas y personas disidentes. Y en muchos casos poniéndoles fin de manera violenta. De acuerdo con el Observatorio “Mujeres, Disidencias, Derechos” de la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana durante el año 2020 ocurrieron en Argentina 270 femicidios, es decir la muerte de una mujer cada 32 horas, a manos de un hombre y por razones de género. El 88% de estas muertes fueron producidas por personas relacionadas con la víctima (parejas, exparejas, familiares o amigos). Durante la pandemia, aunque otros delitos bajaron, la violencia contra mujeres aumentó. Según datos de la ONU, en nuestro país las denuncias por violencia de género aumentaron un 39% durante el 2020.

Pero estos no son los únicos indicadores que nos muestran la persistencia de las desigualdades. De acuerdo con estadísticas de la OIT, la brecha salarial en Argentina es del 27%. Es decir, que por igual trabajo las mujeres ganamos, en promedio un 27% menos que los varones. Por otro lado, de acuerdo con el último informe del Indec, la tasa de desocupación en varones de 14 a 29 años es del 19%, mientras que en mujeres de la misma edad trepa al 26%.

Para quienes no transitan sus vidas como mujeres o disidencias, es fácil caer en la tentación de creer que no hace falta más “perspectiva de género”. Que las mujeres ya conquistamos nuestros espacios y entonces ya es momento de dejar de hablar de ciertos temas, de repetir como loras que matan a una mujer cada día o que necesitamos más recursos del estado para frenar la violencia. Pero no podemos, y tampoco queremos. No queremos vivir en un mundo donde nos matan y nos violentan, donde la mayoría de nosotras somos pobres o no tenemos acceso al trabajo.

Aunque hablar de género pueda incomodar a algunas personas, lo real es que, como dice Chimamanda en su ensayo “el género importa”. Necesitamos seguir hablando de esto porque queremos vivir en un mundo más justo. Lo que el feminismo se propone no es imponer un discurso único. Muy por el contrario, nos motiva la necesidad de vivir en una sociedad donde las diversidades sean reconocidas, donde básicamente todos, todas, todes, vivamos mejor. Eso es ser feminista, y por eso todos deberíamos serlo.

* Politóloga (UBA). Diplomada en Género y Movimientos Feministas.


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